Hay
que bajar -con sutileza, se entiende- a los héroes de sus estatuas. Tal vez,
conociendo su vida cotidiana se parezcan más a los mortales. Así podrán
descender del panteón del Olimpo donde les han colocado los historiadores
seguidores de las batallas, al estilo de Tucídides.
Dicho
esto, y como discípulo de Heródoto, hay que decir que el Libertador Simón
Bolívar prefería la arepa de maíz al pan. Eso lo sabemos por el Diario de
Bucaramanga, escrito por el coronel Luis Perú de Lacroix, en 1828. Nos cuenta
que come bastante en el almuerzo y le encanta el ají, más que la pimienta.
Hasta en Potosí -ante un banquete desabrido, por temor a que no le gustara el
picante- pidió que pusieran ají en la mesa para regocijo de los convidados.
Era
puntilloso en el orden de la mesa. Tomaba tres copitas de vino de Burdeos o
champán, pero apenas probaba café porque desde su estancia inglesa prefería el
té. Está confirmado que comió mangos, introducidos en el siglo XVIII, aunque
Gabriel García Márquez los dejó afuera del libro El general y su laberinto, por un error de interpretación de un
historiador sabanero (el mango fue traído en 1789 por un navegante español
llamado Fermín de Sancinenea, así que el Libertador sí chupó mangos en
Angostura, cuando vivía con su esposa Josefina Machado, entre 1817 y 1819,
porque además le encantaba toda clase de frutas).
Y
un dato adicional: “Le gusta hacer la ensalada y tiene el amor propio de
hacerla mejor que nadie: dice que fueron las señoras quienes le dieron ese
saber en Francia”. Y de ese país, como refiere el general Guillermo Miller, un
inglés que combatió junto al caraqueño, tenía al chef Luis Lemoyiven y al repostero
Francisco Fremont.
Aunque,
obviamente, se observa que no despreciaba la comida mantuana, “es una
combinación del amor de los productos de la tierra y las delicias europeas”,
según refiere en su texto Julio Alcubilla para señalar que practicó la
“política del convite”. Así se entiende la declaración del cónsul británico en
Venezuela, sir Robert Ker Porter, quien estaba maravillado con una tortuga
enorme traída de la Guaira.
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