domingo, 3 de abril de 2016

Valdivias en bikini


Los países tienen sus íconos: los fabulosos moais de la isla de Pascua, esos monolitos de piedra que ahora se venden en miniatura como souvenirs; los infinitos fridas khalos que abundan en camisetas o jarros, o los infaltables ‘che guevaras’, convertidos en selfies hasta con Obama. (Yo también tengo un afiche de ustedes en mi cuarto. F. Che Guevara, decía un grafiti en Argentina).

En nuestro caso, las Venus de Valdivia que, en esta lógica, al inicio tuvieron suerte porque su factura fue encomendada a los propios comuneros de La Pila, descendientes del pueblo ancestral, merced a un proyecto cultural del Banco Central. Con el abandono, la población se ha dedicado a la reproducción de objetos para el hogar, de la peor factura. Eso que nos recuerda Ernesto Sabato, cuando dice que en la tribu más ‘salvaje’ de África o del Amazonas no se encuentra la vulgaridad que nos inunda por doquier. 

Era hora de hacer una crítica. 

Es con esta deconstrucción irónica de nuestras simbologías que podemos entender la propuesta de Helena García Moreno, artista ecuatoriana radicada en Alemania, cuando nos presenta su Valdivia en bikini, esa prenda creada por el francés Louis Reard en 1946 y antes en un mosaico romano. 

Sin embargo, para deconstruir un ícono, primero hay que conocerlo. Por eso se acercó al museo Weilbauer de la PUCE-Quito para mirar esos relieves del pasado en sus 1.874 piezas. Durante diez años impartió la técnica, mientras el director Patricio Moncayo dictaba la teoría y los estudiantes eran llevados a las comunidades alfareras del país profundo.   

Es curioso, porque esta artista que promueve lo ecuatoriano en su galería en Leipzig también pasó por su propio proceso deconstructivo, puesto que está especializada en barroco, al ser parte del renombrado taller Bernardo de Legarda, una iniciativa que se formó para impulsar la tradición de la Escuela quiteña. Sí, tuvo que trabajar con los cristos dolientes y ensangrentados que nos llegaron en carabela. Y ese es el otro punto. Occidente siempre ha mirado la contribución, en este caso de lo precolombino, como meros objetos, aunque los curas doctrineros -con su extirpación de idolatrías en la época colonial- tenían claro que los ídolos representaban deidades. 

En el caso que nos ocupa, el libro Danzas silbadoras, editado por Karen Stothert, sobre la labor encomiable de Olaf Holm, nos da las pistas. El investigador asegura que las Venus de Valdivia, entre muchas interpretaciones, representarían un rito de fertilidad o sanación, tendrían “una función curativa en manos del shamán, las mismas que, una vez terminadas la ceremonia, son deshechas y quebradas. Rara vez encontramos figurillas enteras”. 

Así, esta pintura, que puede ser apreciada en su recientemente inaugurada exposición en el Cafelibro, es parte de una línea de dotar de nuevos símbolos de lo que somos. Está el caso de Nadín Ospina, que utiliza iconografía pop para resemantizarla en lo precolombino. Estas Valdivias, además del logo del Ministerio de Cultura, aún tienen mucho que contarnos en este país de bruma que tiene miedo de mirarse desnudo. (O)

Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/valdivias-en-bikini

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