Los países tienen sus
íconos: los fabulosos moais de la isla de Pascua, esos monolitos de piedra que
ahora se venden en miniatura como souvenirs; los infinitos fridas khalos que
abundan en camisetas o jarros, o los infaltables ‘che guevaras’, convertidos en
selfies hasta con Obama. (Yo también tengo un afiche de ustedes en mi cuarto.
F. Che Guevara, decía un grafiti en Argentina).
En nuestro caso, las Venus de
Valdivia que, en esta lógica, al inicio tuvieron suerte porque su factura fue
encomendada a los propios comuneros de La Pila, descendientes del pueblo
ancestral, merced a un proyecto cultural del Banco Central. Con el abandono, la
población se ha dedicado a la reproducción de objetos para el hogar, de la peor
factura. Eso que nos recuerda Ernesto Sabato, cuando dice que en la tribu más
‘salvaje’ de África o del Amazonas no se encuentra la vulgaridad que nos inunda
por doquier.
Era hora de hacer una crítica.
Es con esta deconstrucción irónica
de nuestras simbologías que podemos entender la propuesta de Helena García
Moreno, artista ecuatoriana radicada en Alemania, cuando nos presenta su
Valdivia en bikini, esa prenda creada por el francés Louis Reard en 1946 y
antes en un mosaico romano.
Sin embargo, para deconstruir un ícono, primero hay
que conocerlo. Por eso se acercó al museo Weilbauer de la PUCE-Quito para mirar
esos relieves del pasado en sus 1.874 piezas. Durante diez años impartió la
técnica, mientras el director Patricio Moncayo dictaba la teoría y los
estudiantes eran llevados a las comunidades alfareras del país profundo.
Es curioso, porque esta artista que promueve lo ecuatoriano en su galería en
Leipzig también pasó por su propio proceso deconstructivo, puesto que está
especializada en barroco, al ser parte del renombrado taller Bernardo de
Legarda, una iniciativa que se formó para impulsar la tradición de la Escuela
quiteña. Sí, tuvo que trabajar con los cristos dolientes y ensangrentados que
nos llegaron en carabela. Y ese es el otro punto. Occidente siempre ha mirado
la contribución, en este caso de lo precolombino, como meros objetos, aunque
los curas doctrineros -con su extirpación de idolatrías en la época colonial-
tenían claro que los ídolos representaban deidades.
En el caso que nos ocupa,
el libro Danzas silbadoras, editado por Karen Stothert, sobre la labor
encomiable de Olaf Holm, nos da las pistas. El investigador asegura que las
Venus de Valdivia, entre muchas interpretaciones, representarían un rito de
fertilidad o sanación, tendrían “una función curativa en manos del shamán, las
mismas que, una vez terminadas la ceremonia, son deshechas y quebradas. Rara
vez encontramos figurillas enteras”.
Así, esta pintura, que puede ser apreciada
en su recientemente inaugurada exposición en el Cafelibro, es parte de una
línea de dotar de nuevos símbolos de lo que somos. Está el caso de Nadín
Ospina, que utiliza iconografía pop para resemantizarla en lo precolombino.
Estas Valdivias, además del logo del Ministerio de Cultura, aún tienen mucho
que contarnos en este país de bruma que tiene miedo de mirarse desnudo. (O)
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/valdivias-en-bikini
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