miércoles, 29 de mayo de 2013

Afiche Imbabura



Tierra mía
la de los días claros de la infancia.

Les dio tu cielo la lección primera
de azul a mis pupilas asombradas,
los primeros anhelos a mis labios
y los primeros sueños a mi alma.

Carlos Suárez Veintimilla

AFICHE IMBABURA (ECUADOR)/ 189 años de creación de la provincia

El Gobierno Provincial de Imbabura, presidido por Diego García Pozo, Prefecto, -como parte de los 189 años de creación de la provincia (25 de junio de 1824)- realiza la mega-exposición de cajas luminosas en gran formato  Imbabura: viaje a la semilla, además de un libro-catálogo, postales y el afiche promocional, como parte de esta celebración con un propósito: que los imbabureños se sientan orgullosos de su terruño y, de esta manera, promover su sentido de identidad.

CONCEPTO AFICHE
CONCEPTO: Juan Carlos Morales Mejía
DISEÑO: Renato Clerque
TÍTULO: Imbabura / Ecuador
PATROCINADOR: Gobierno Provincial de Imbabura
TAMAÑO: 98x68 cm
IMPRESIÓN: Imprenta Mariscal
TIRAJE: 2000 ejemplares

El afiche sigue la línea de la exposición de cajas luminosas Imbabura: viaje a la semilla que busca abrir un abanico para mostrar a la provincia desde su diversidad geográfica y cultural con un énfasis: una mirada contemporánea, alejada de los estereotipos que también construyen un discurso neocolonial.
La fotografía principal es de la cascada de Peguche, en el cantón Otavalo, por un motivo: las antiguas deidades de los caranquis –quienes habitaron en la región del 500 al 1500 de N.E., desde Guayllabamba al Valle del Chota- reverenciaban al agua, con sus dioses protectores como el Taita Imbabura y la mama Cotacachi, y todos los elementos relacionados a este elemento: vertientes, ríos, cascadas y lagunas, de las cuales la provincia cuenta con 27. Además, la cascada aún es parte de la cosmovisión andina presente en las fiestas del Solsticio, conocidas también como sanjuanes, intiraymis o jatunpuncha, que coincide con junio conmemoración cívica de creación de la provincia en la primera mitad del siglo XIX.
De allí que, siguiendo a la exposición, se abre con una fotografía de la mama Cotacachi y continúa con el emblemático tres de la ruta Ibarra-Salinas, además del lago Imbacocha o San Pablo y la deidad mayor de la provincia, el Taita Imbabura; sitios emblemáticos como la Feria de Ponchos, un detalle de la Fábrica Imbabura, en Atuntaqui, o la espléndida vista del centro histórico republicano de Ibarra, desde el aire, son parte de esta visión de la provincia. En una combinación donde aparecen las orquídeas de Santa Rita, en Cachaco, junto con el complejo Santa Agua, el espectador podrá apreciar a los imagineros de San Antonio de Ibarra, como Alcídes Montesdeoca, o al pintor José Villarreal, en su taller de Chorlaví, además de personajes ilustres como Fausto Yépez, junto a los helados de paila, sin olvidarse de las fritadas gourmet, parte de la nueva historia de la gastronomía.
Todos los cantones de Imbabura –Ibarra, Otavalo, Cotacachi, Urcuquí, Antonio Ante y Pimampiro- están representados en este afiche, cuya producción es un largo recorrido para mostrar en imágenes lo que Imbabura es a inicios del siglo XXI.
Los antiguos caranquis, los señores del maíz, son parte sustancial de este homenaje y de allí que se encuentra una fotografía de la mítica laguna de Yahuarcocha, y las tolas de El Tablón, parte de las 5000 tolas que construyeron estos hombres y mujeres, el origen ancestral de Imbabura. Eso es precisamente el viaje a la semilla.

FOTO PRINCIPAL
Cascada de Peguche, Imbaura
Juan Carlos Morales Mejía
Fecha: Domingo 17 marzo de 2013, 18h09.
Canon EOS DIGITAL REBEL XT
8 segundos
f/22
Manual (trípode)
ISO. 100
Lente focal: 18 mm.
Formato: RAW
11,3 megas ((11.272.372 bytes)





domingo, 26 de mayo de 2013

Borges


La biblioteca es un laberinto. En el inmenso espacio cuelgan los nombres antiguos: Sócrates, Platón, Cervantes o Shakespeare. Dicen que existían 900 mil títulos y que el bibliotecario estaba fatalmente ciego: “Nadie rebaje a lágrima o reproche / esta declaración de la maestría / de Dios, que con magnífica ironía / me dio a la vez los libros y la noche”.
Los libros no están, pero está su presencia. Antes, otros bibliotecarios quedaron ciegos, Groussac fue el penúltimo. Miro absorto, como si estuviera en las entrañas de un dragón o de un leviatán hermoso. Recorro en silencio esta entidad y llega una catarsis, lejos del ruido del neón de Buenos Aires, en la calle México.
Borges entendía que el Paraíso debía tener la forma de una biblioteca y en un texto que se refiere a Babel salva la biblioteca y mata al hombre (Umberto Eco -siguiendo esa trama- salva al hombre e incendia a la biblioteca en El nombre de la rosa, donde curiosamente Jorge de Burgos tiene algo de Borges).
El maestro ciego es un nuevo Homero, con una intrincada literatura que está construida de artificios y de seis metáforas que rigen al mundo desde lo antiguo, pero que el poeta habla desde nuestro tiempo. En su obra hay cuentos, ensayos y poemas memorables. “He cometido el peor pecado que un hombre puede cometer... no he sido feliz”, “El nombre de una mujer me delata, me duele una mujer en todo el cuerpo”; “Que yo recuerde, mis trabajos empezaron en un jardín de Tebas Hecatómpylos, cuando Diocleciano era emperador”, como se lee en El inmortal.
Sin duda un cuento memorable es Tlön, Uqbar, Orbis Tertius: “Otra escuela declara que ha transcurrido ya todo el tiempo y que nuestra vida es apenas el recuerdo o reflejo crepuscular, y sin duda falseado y mutilado, de un proceso irrecuperable. Otra, que la historia del universo -y en ella nuestras vidas y el más tenue detalle de nuestras vidas- es la escritura que produce un dios subalterno para entenderse con el demonio”.
Pero la biblioteca que trae los pasos, como la lluvia, es una certeza. Me acerco cauteloso tocando insistentemente los anaqueles vacíos, como cuencas de ojos visionarios. Hay lágrimas. Maestro, estoy aquí, la palabra Borges no es un artificio, pronuncio y esto lo entenderán mejor quienes han seguido sus inagotables páginas. En Fragmentos de un evangelio apócrifo Borges dice: “No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz”. En un tanka escribe: “Alto en la cumbre / todo el jardín es luna, / luna de oro. / Más precioso es el roce / de tu boca en la sombra”.
 

miércoles, 22 de mayo de 2013

Carta a un novel escritor


Un escritor es como un mago, en lugar de sacar conejos del sombrero de copa, saca palabras y crea dragones, les digo a los niños y niñas quienes, en un taller de cuentos, me preguntan por el oficio de la escritura. Les hablo de mi libro preferido, “Las mil y una noches”, que me leía mi abuelo.
Les cuento del divino Homero y del perro Argos, que esperó durante 20 largos años por el regreso de su amo Ulises.
¿Cuáles son los secretos para ser escritor, pienso más tarde? Los consejos del norteamericano Ernest Hemingway, que ha legado una importante obra narrativa, son válidos. El autor de “Por quién doblan las campanas” (1940) o “El viejo y el mar” (1952) nos dejó algunas pistas:
UNO. Escribe frases breves. Comienza siempre con una oración corta. Utiliza un inglés (vale leer “español”) vigoroso. Sé positivo, no negativo.
DOS. Evita el uso de adjetivos, especialmente los extravagantes como espléndido, grande, magnífico, suntuoso.
TRES. Nadie que tenga un cierto ingenio, que sienta y escriba con sinceridad acerca de las cosas que desea decir, puede escribir mal si se atiene a estas reglas.
CUATRO. Para escribir me retrotraigo a la antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea leer los diarios. Entonces come, juega tenis, nada, o realiza alguna labor que te atonte solo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente vuelve a escribir.
CINCO. Los escritores deberían trabajar solos. Deberían verse solo una vez terminadas sus obras, y aun entonces, no con demasiada frecuencia. Si no, se vuelven como los escritores de Nueva York. Como lombrices de tierra dentro de una botella, tratando de nutrirse a partir del contacto entre ellos y de la botella. A veces la botella tiene forma artística, a veces económica, a veces económico-religiosa. Pero una vez que están en la botella, se quedan allí. Se sienten solos afuera de la botella. No quieren sentirse solos. Les da miedo estar solos en sus creencias...
SEIS. A veces, cuando me resulta difícil escribir, leo mis propios libros para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible escribirlos.
SIETE. Un escritor, si sirve para algo, no describe. Inventa o construye a partir del conocimiento personal o impersonal. Hasta aquí Hemingway. Como el asunto es peliagudo, la próxima semana consultaré a Borges.