sábado, 19 de septiembre de 2020

El poeta Quevedo y los charlatanes, 2020/09/17

 

Francisco de Quevedo dedicó a su archienemigo el culterano Luis de Góngora un soneto: “Érase un hombre a una nariz pegado, / érase una nariz superlativa, / érase una nariz sayón y escriba, / érase un peje espada muy barbado…” No contento con eso, el vate se despachó en otros versos estas linduras: “Yo te untaré mis obras con tocino, / para que no me las muerdas, Gongorilla, / perro de los ingenios de Castilla, / docto en pullas, cual mozo de camino”.

Quevedo nos legó el poema inigualable a Don Pedro Girón, duque de Osuna: “Faltar pudo su patria al grande Osuna, / pero no a su defensa sus hazañas; /diéronle muerte y cárcel las Españas, / de quien él hizo esclava la fortuna…”

El poeta nacido en el siglo XVI, hace 440 años, cuyo cumpleaños se celebra el 14 de septiembre, escribió textos clarividentes como “Poderoso Caballero”: “Nace en las Indias honrado, / donde el mundo le acompaña; / viene a morir en España, / y es en Génova enterrado. / y pues quien le trae al lado / es hermoso, aunque sea fiero, / Poderoso caballero / es don Dinero”. La misma temática del arribismo ya la sospechó dos siglos antes Juan Ruiz, arcipreste de Hita: “Hace mucho el dinero, mucho se le ha de amar; / al torpe hace discreto y hombre de respetar; / hace correr al cojo y al mudo le hace hablar; / el que no tiene manos bien lo quiere tomar”.

Quevedo vino al mundo con los pies deformes y una severa miopía y desde sus agudezas interpretó el alma humana, a caballo entre la sátira y sus autoflagelaciones existenciales con tintes religiosos. Borges afirmaba que el poeta desterrado en la Torre escribía para literatos.

Se lee en “Amor constante más allá de la muerte”: “…su cuerpo dejará, no su cuidado; / serán ceniza mas tendrá sentido; / polvo serán, mas polvo enamorado”. En este mundo de charlatanes merluzos hay que volver a los clásicos, con los “quevedos” –sus famosos anteojos- bien puestos, aunque ya no exista el ilustre Góngora de por medio.


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Video El gigante y las lagunas

"El gigante y las lagunas es una mitología del señorío étnico de los Caranquis, quienes florecieron del 1250 al 1550 de Nuestra Era, al norte de Ecuador, en la provincia lacustre de Imbabura, declarada como Geoparque por la UNESCO."

 




sábado, 12 de septiembre de 2020

Narrativas Orales: Retos y propuestas para su edición y difusión, sábado 12 de septiembre, 10:00

 


El Taller de Historia Oral y El Capítulo Amazónico de la Academia Nacional de Historia del Ecuador, tiene el agrado de invitarla/o a nuestra última sesión del curso taller Introducción a la Historia Oral, esté sábado 12 de septiembre a las 10:00 am, nos acompañará el maestro Juan Carlos Morales, escritor, periodista y miembro de número de la Academia Nacional de Historia del Ecuador, disertando sobre Narrativas Orales: Retos y propuestas para su edición y difusión. 


Los esperamos a través del siguiente enlace
Unirse a la reunión Zoom
https://cedia.zoom.us/j/5435471541

ID de reunión: 543 547 1541

 


jueves, 10 de septiembre de 2020

¿La culpa es de Cantuña?, 2020/009/10

 


Según se observa en el dibujo sobre Quito, de Guamán Poma de Ayala del siglo XVI, aparecen los conquistadores, con sus penachos y lanzas, encaramados de las cúpulas de las iglesias, en medio de tejados que los imaginamos de un verde aceituna, como si fuera un mosaico mudéjar. El originalísimo libro de la historiografía mundial, con sus 1180 páginas y 397 grabados, Nueva Crónica y Buen Gobierno estuvo perdido por más de tres siglos hasta que el erudito alemán Richard Pietschmann lo descubrió en 1907 y –cuando no- aún reposa en la Biblioteca Real de Dinamarca.

Es, por así decirlo, la historia de los vencidos, que tanto insistía Albert Camus o lo proclamaba en esos inquietante textos de Tesis sobre la historia de Walter Benjamin, que los escribió como un boquete de luz ante la crueldad nazi del holocausto. Así, con ese clamor profético de quien ha vivido dentro del monstruo clamó: “No hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie”.

De allí que los textos sobre Quito hay que mirarlos también como eso, con el sesgo propio de quien ora adoctrinaba indianos ora defendía a una despistada clase que compraba títulos nobiliarios a los astutos, desde hace siglos, Borbones (parientes del rey emérito que ahora anda en tierra de moros).

Está el texto de Cieza de León de 1548 que las generaciones no aprendieron en la escuela: “Es sitio sano más frío que caliente. Es tan pequeño sitio y llanada, refiriéndose a Quito, que se tiene el tiempo adelante han de edificar con trabajo si la ciudad se quisiese alargar, la cual podrían hacer muy fuerte si fuese necesario”, según se lee en Quito según los extranjeros, editado por Manuel Espinosa Apolo. Ahora, como si la desmemoria fuera una virtud, la ciudad que mira al volcán Pichincha tiene 80 kilómetros de largo por 5 de ancho. Hace 42 años fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, por la Unesco, pero la mayoría ni la conoce, ni sabe dónde queda la Mama Cuchara, uno de los lugares más hermosos. Y que conste: la culpa no es de Cantuña. (O)

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sábado, 5 de septiembre de 2020

Poema a Ibarra, Juan Carlos Morales Mejía

Del baúl de los recuerdos

El origen del pasillo, 2020/09/03

El origen del nombre “pasillo” ha sido objeto de muchas conjeturas, como aquellas que lo derivan de la tradición de los “pases del Niño” y el folklore de navidad, razón por la cual habría derivado en “pasillo”, refiere Manuel Espinosa Apolo, en la investigación de 2012 para la Validación del pasillo como Patrimonio Cultural del país, junto con el autor de este artículo y Franklin Cepeda Astudillo.

Hay investigadores que en cambio sostienen que el nombre viene de la palabra francesa “passepied” o “paspiés” ya que tal ritmo de origen francés invadió España y llegó a América dispersándose desde las Antillas rumbo al sur. Acertadamente Octavio Marulanda señala que el nombre de “pasillo” es una derivación de la palabra española “paseíllo” que designaba a un aire festivo popular . Si se tienen en cuenta la casi inexistencia en el español hablado en América del uso de la declinación “-illo” como diminutivización, es muy probable que el término “pasillo” sea una pronunciación abreviada de “paseíllo”. Esto significa que dicho término no puede ser un diminutivo de “paso”, es decir, equivalente a “pasito”, como se ha creído comúnmente, sino más bien de “paseo”.

El término “pasillo” está por tanto vinculado a las representaciones dancísticas relacionadas con la tauromaquia. En la colonia fueron frecuentes este tipo de danzas criollas tanto en los territorios que hoy corresponde a la actual Colombia como en Ecuador. Baste recordar que en los siglos XVIII y XIX, se volvieron frecuentes algunas danzas que rememoraban las corridas de toros. Este fue el caso del “toro rabón”, una especie de sátira del acto de torear, por la cual las parejas se colocaban en sentido diagonal, cada uno de los integrantes en una esquina del salón.

El pasillo originalmente fue un baile de “pareja agarrada” que incluía un paseo en el preludio de rigor y dando vueltas en compás de ¾” . Precisamente, aquel acto de pasear que rememoraba al paseíllo de los toreros en el ruedo, fue el que dio origen el término pasillo.

 

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Confesiones de un ilustre confesor, 2020/08/27


 

En 1895, Federico Gonzáles Suárez era Obispo de una Ibarra que aún mantenía a su palmera como recuerdo de la catástrofe del siglo XIX, cuando un terremoto destruyó la urbe. Su Ilustrísima había dedicado su vida a recordarle a un pueblo sin memoria los males que le aquejaban.

Por eso escribía Historia, acaso, pensando que únicamente quien sabe su pasado puede evitar los males del futuro. Era un Obispo que no le gustaban las medias tintas. González Suárez, desde su posición de religioso, había hablado de los abusos de los clérigos: “la sinceridad con que rendimos culto a la verdad histórica, nos obliga a confesar que, en varias ocasiones, los cobradores de réditos censuales abusaron del derecho de inmunidad eclesiástica”

Decía, por ejemplo, que los jesuitas eran los que concedían o negaban los grados económicos y los títulos universitarios; “los jesuitas eran los consejeros ordinarios de los Presidentes, los directores espirituales de los Obispos y los confidentes de los Oidores, Alcaldes, Fiscales; no se tomaba medida alguna de importancia, sin que interviniera en ello un jesuita y los jesuitas eran para nuestros mayores los árbitros y los dispensadores del buen nombre y la fama literaria”.

El historiador explicaba estas razones: “consistía en su riqueza verdaderamente asombrosa: ellos eran los dueños de las fincas más productivas, y con sus haciendas no podían competir ningunas otras ni en extensión ni en rendimiento”. “Los jesuitas poseían ochenta leguas cuadradas o cuatro grados geográficos”, en el actual Ecuador. González Suárez contabilizó 63 haciendas en poder de los jesuitas. Aquiles Pérez, gracias a las investigaciones en la Junta de Temporalidades, estableció que los jesuitas poseían 131 latifundios, desde el Carchi al Macará. Literalmente se pasaba de una propiedad a otra. No es difícil entender, entonces, uno de los motivos de su expulsión, decretado por el Rey de España, Carlos III, en 1767. Quevedo ya lo dijo hace cuatro siglos: Poderoso caballero es Don Dinero.

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