jueves, 28 de junio de 2018

Relato "La Caja Ronca", 2018/06/30

Relato "La Caja Ronca", 2018/06/3
Fecha: 2018/06/30
Hora: 17:00 a 20:00

Lugar: Ibarra, Grijalva 5-70 y Bolívar



Unas referencias de información sobre el tema que ha publicado Juan Carlos Morales Mejía

La temible Caja Ronca

Los diablos de San Juan Calle

La caja de Pandora, entrevista a Juan Carlos Morales


domingo, 10 de junio de 2018

La bruja de la Torre de Oro, 2018/06/07




El tío-abuelo Néstor era el encargado de los cuentos. Era necesario para captar la atención de quienes, durante toda la noche, atizaban el fuego del horno para fabricar ladrillos. Allí, el cuentero del pueblo -mi pariente- relataba las asombrosas aventuras de las brujas voladoras del triángulo de Mira-Pimampiro-Urcuquí, quienes se elevaban por los aires y transformaban a sus amantes en gallos.

Había una fórmula infalible: 

“De viga en viga / 
de villa en villa / 
sin Dios ni Santa María”. 

Este mito, con igual magia, lo escuché del abuelo Juan José, que vivía ya en la ciudad y donde los duendes habían sido espantados por la luz eléctrica, según decía. Así escuché de las aventuras de Pedro Urdemales, que engaña al diablo, un relato oral que data del medioevo español y que llegó también en carabela.

El aquelarre (palabra vasca) de las brujas era mi leyenda favorita. ¿Hay relación entre las brujas ibéricas y las norandinas de Ecuador? En uno de los mitos se señala que un jorobado, al completar la canción de las magas, recibió como recompensa la eliminación de su promontorio y, además, una bolsa de oro. En la página 156 del libro Vida mágica e Inquisición, de Julio Caro Baroja, se informa: “En España han sido especialmente considerados como punto de asamblea de brujas los campos de Cernégula, donde iban las de la montaña de Santander, en la provincia de Soria o en Galicia. Fama incluso documentada por proceso inquisitorial de 1610 conocidísimo, es la del prado de Berroscoberro, contigua a la impresionante cueva de Zugarramurdi, en el extremo norte de Navarra”.

El hecho importante, recogido por Baroja, es la invocación para volar: “De villa en villa, sin Dios ni Santa María”. Curioso, es la misma invocación que usan las brujas de estos lares. Según la mitología ibérica, todos los sábados, las brujas de Cantabria, tras churrar en las cenizas del hogar y al grito de “¡Sin Dios y sin Santa María, por la chimenea arriba!” parten volando transformadas en cárabos. Hay una bruja también en Sevilla, al pie de la Torre de Oro, que aguarda bajo la luna.



¿Corbatas para los niños?, 2018/05/31


“La gente me ha enseñado a ser discreto,/
sereno, complaciente, equilibrado...  
A cambio de mis sueños me han dejado  
un sitio para el vicio y el pecado”, 

cantaba Roque Narvaja en el tema Yo quería ser mayor y concluía: “No quiero ser un hombre domesticado”. Meng Tse, en el siglo III, antes de nuestra era, exclamó: “Dejamos de ser un poco seres humanos el día en que perdemos el asombro de los niños”.

El poeta Carlos Suárez Veintimilla en Ser niño escribió: “Es sentir por la muerte de una flor o de un ave / y gozar la sonrisa de la cosas pequeñas; / y tener, ante el mundo diplomático y grave, / dos pupilas risueñas”. Por algo el profeta que caminaba por las aguas pedía que los niños vayan a su lado.

“Vigilancia, ejercicios, maniobras, calificaciones, rangos y lugares, clasificaciones, exámenes, registros, una manera de someter los cuerpos, de dominar las multiplicidades humanas y de manipular sus fuerzas, se ha desarrollado en el curso de los siglos clásicos, en los hospitales, en el ejército, las escuelas, los colegios o los talleres: la disciplina. El siglo XIX inventó, sin duda, las libertades; pero les dio un subsuelo profundo y sólido: la sociedad disciplinaria de la que seguimos dependiendo”, escribió Michael Foucault en su obra Vigilar y castigar. Debe ser por eso, que el emblemático tema Otro ladrillo en la pared, de Pink Floyd, señala:

“No necesitamos ‘la no educación’. / 
No necesitamos ‘la falta de control mental’. / 
No al sarcasmo oscuro en la clase… /
¡Hey! ¡Profesores! ¡Dejad a los niños en paz! / 
A fin de cuentas, es solo otro ladrillo en la pared”.

Ahora, con tantos deberes, los niños no tienen tiempo de jugar. Habría que mirar un poco más el sistema educativo de Finlandia, mientras perdemos al niño que fuimos, entretenidos en limar la herrumbre en nuestras corazas.

“Mientras seamos niños, podemos ser duendes / 
después, solo tipos con corbata”, 

tarareaba en una canción. Hay que tener en el velador a El Principito, de Saint-Exupéry: “Solo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos”.



Los gatos incautos de Elena Terán, 2018/05/24


Pablo Picasso dijo: “Pintar como los pintores del Renacimiento me llevó unos años, pintar como los niños me llevó toda la vida”. Esto, porque habrá una nueva exposición en la Fábrica Imbabura, en Atuntaqui. ¿Cuál es su clave?

Hay una plancha de carbón. Hay un gato desprevenido. Hay gallos como mascotas sin malicia. Hay una tetera azul. Hay una mujer de trenzas envuelta en una chalina atemporal en medio de cartuchos de fuego. Hay pigmentos. Hay un altillo de fotografías antiguas, de una niña con traje de domingo. Hay un sofá rojo. Hay guerreras silentes con armaduras floreadas. Hay colores de soles andinos en los óleos de Elena Terán, nacida en la campiña de San Roque, Antonio Ante.

Sus lienzos fúlgidos son la ensoñación de la casa de campo perdida y, a la vez, recuperada porque vive en Chorlaví donde aún camina por la sementera de maíz que ha labrado con sus manos. Donde, por las noches insomnes, interroga a Nietzsche y la metáfora del hombre lejos del pecado o descuelga los pescaditos de oro del coronel Aureliano Buendía, en medio de mariposas amarillas.

Su pintura es naif (ingenua, en francés): una aparente ingenuidad ante la técnica, sin perspectiva ni punto de fuga, lejos de las formas, temáticas que evocan a la infancia, compromiso con la pureza, gran imaginación y vivacidad en colores deslumbrantes. Por eso, no es casual que Elena Terán tenga entre sus precursores a la pintura de Henri Rousseau, y sus gigantes que deambulan por territorios liliputienses, aunque él nunca miró la jungla y sus tigres.

También autodidacta, sin el peso de la academia que expulsó a Gauguin, esta pintora no descuida la enseñanza de los maestros antiguos: su técnica del color, que va desde la veladura a preparar sus propios pigmentos, está en armonía con una propuesta sólida, merced a no haber traicionado su arte en aras de la sorpresa de este mundo de vértigo. Esa lentitud, esa búsqueda de sus orígenes en silencio, le permiten contarnos una auténtica geografía cromática. “Para pintar el mundo, pinta tu aldea”, dijo León Tolstói. “Pinto… como un pájaro canta”, exclamó Claude Monet.