viernes, 25 de septiembre de 2015

Ibarra, los festejos en 1906



El 28 de este mes Ibarra celebra su fundación. ¿Pero cómo eran los festejos hace más de un siglo? Al analizar las actas del Cabildo se puede desentrañar esa época. Para 1906 la urbe estaba alborotada. Se cumplían 300 años de su fundación, en 1606, y aún continuaban los trabajos de reconstrucción tras el terremoto de 1868. Lo primero era la colocación del monumento a Pedro Moncayo y Esparza en recordatorio por la donación de sus bienes para la educación de las niñas, además de su presencia en la política del país, con su visión liberal y polemista, en la primera mitad del siglo XIX (La estatua prometida tardó 70 años en ser elaborada).

Los actos debían -así lo pensaban- ser pomposos, por eso -como consta en actas- se sugirió la idea de invitar al mismísimo presidente Eloy Alfaro para la inauguración. En la sesión de 22 de abril la mayoría aplaudió la iniciativa hasta que habló el encargado de las rentas.

La debacle económica había comenzado el año anterior, en 1905, por un malhadado crédito de 5.000 sucres que había realizado el Cabildo, con el agravante que hasta había hipotecado los bienes del emérito patricio Pedro Moncayo y Esparza, quien incluso donó su preciosa biblioteca y murió en 1887, ciego y exiliado en Valparaíso, Chile. De hecho, la escuela en 1890, con el legado de Moncayo, tenía a su haber 10.752,44 sucres, y sus intereses alcanzaban para su mantenimiento. Al inicio, regentada adecuadamente por las madres bethlemitas, la escuela terminó en cárcel municipal y estaba tan deteriorada que para 1907 se solicitó un rubro para su reparación.

Pero a inicios del siglo XX los hechos eran distintos. Era tal la situación que había dejado el antiguo jefe político, Manuel María Larenas, y los concejales de entonces, que los acreedores eran variopintos. Desde el arquitecto Francisco Schmidt, famoso por haber construido el Teatro Sucre, de Quito, quien reclamaba el pago de 300 sucres por los planos elaborados de la casa municipal, el torreón y la cárcel; hasta Josefina Carrión, a quien le adeudaban 3,60 sucres de las velas solicitadas para alumbrar las sesiones de diciembre del año pasado.

Para la sesión del 24 de abril dos hechos dieron algo de alivio al tema monetario. En primer término, el entonces jefe político Alejandro Yépez anunciaba que había encontrado el acta original de la fundación de Ibarra, perdida por el sismo del siglo pasado. Además, Rafael Troya, el emblemático paisajista, fue contratado para pintar tres lienzos en gran formato y se imprimieron ocho postales para la posteridad (una aún anda perdida).

Se golpearon puertas y se consiguió del Gobierno 2.000 sucres para la celebración. Los ibarreños residentes en Quito también aportaron. Se imprimieron 200 folletos históricos escritos por el presbítero Amable Agustín Herrera y se ofreció un plano de Ibarra, pero esto nunca se concretó. Por su parte, el general Flavio Alfaro, hermano del Presidente, informó al encargado del despacho de guerra que debía enviar un quintal de pólvora para los juegos artificiales que se quemaron el 27, 28 y 29 de septiembre de 1906.

El artífice del Cuartel de Ibarra



Ibarra, por sus 409 años de fundación, en este mes reinaugura su emblemático cuartel, que -debido a su inspiración medieval en plena época de la arquitectura ecléctica- es una suerte de castillo, pero sin fosas. Concebido inicialmente como una plaza militar se convertirá en un centro cultural, con énfasis en arte y cultura popular, pero sin perder lo contemporáneo. Aquí la historia de su artífice.

A inicios del siglo XX la ciudad se encontraba en pleno proceso de reconstrucción. Existieron, en verdad, patriotas como el caso de Mariano Acosta, uno de los pilares de la reconstrucción tras el terremoto de 1868. En la siguiente generación se destacó José Domingo Albuja, que nació, vivió y murió pobre en Ibarra, según refiere en su pequeña biografía Luis Martínez de la Vega.

Cuenta que, tras estudiar la secundaria en el colegio seminario San Diego, fue a Quito para seguir Jurisprudencia, pero su precaria situación económica le impidió continuar, por lo que regresó a su ciudad. Luis Fernando Villamar dijo de él: “Habiéndose criado en la pobreza, llegó a formarse por sí solo, guiado únicamente por los consejos y cuidados de su buena madre, a la que veneraba”.

En el lenguaje de la época se lo describe: “Su abnegación y desinterés fue reflejo de su meritoria conducta, noble, sencillo, humilde y bondadoso con todos, justo y santo lo llamarían sus coterráneos, y poeta, cuyos versos acariciaban la belleza de corte clásico. Fue un adorador de la verdad”.

Víctor Gómezjurado recuerda al hablar de él: “Un grupo de alumnos había acudido a una huerta solitaria y habían tomado unas tantas limas y naranjas. El propietario presentó la queja al director de la escuela. Este, con mucha solemnidad, pidió que los culpables confesaran espontáneamente su falta. Púsose de pie el niño Albuja y dijo: “Yo fui uno de ellos. Caiga sobre mí todo el peso de la sanción; pero, por favor, no se me obligue a delatar los nombres de los demás”. Emocionado, el director le dio un abrazo y lo puso como ejemplo de generosidad y franqueza.

“Fue tipógrafo honrado y fotógrafo muy hábil y prolijo”, dice Martínez, además que como profesor de dibujo se interesó también en la arquitectura, por lo que concibió el diseño del Cuartel de Ibarra. Por pedido de Mariano Acosta, quien apreciaba su inteligencia, llegó a ser rector del colegio San Alfonso, profesor del seminario San Diego, concejal y tesorero municipal. En su afición por la construcción también realizó los diseños de la Casa Municipal, así como de edificaciones particulares. Fue orador y literato; además, cuando iniciaron los trabajos del ferrocarril, el Cabildo lo condecoró como “Su mejor ciudadano”. Conocido como “Maestro Pepito”, con su mostacho de poeta romántico, fue calificado como “el más justo de los ibarreños” por el obispo Ordóñez. En diarios antiguos hay una fotografía de Albuja y varios de sus poemas insuflados aún por el romanticismo que le tocó vivir. Murió en 1926 y legó a su ciudad el espíritu del amor al terruño sin ninguna mezquindad. 


 

Animalanzas, en dibujos animados



Animalanzas, del escritor Juan Carlos Morales Mejía, está al aire en versión animada por Ecuador TV, en los horarios de 6h00 y 9h30 en el programa VEO VEO; en diferentes horarios por la tarde, a nivel nacional, en EDUCA TV.

El poeta Walt Whitman decía que una rana es una obra maestra digna de las más altas y que un ratón es capaz de confundir a millones de incrédulos. En esta obra, los animales del Planeta Azul se han reunido para elegir al nuevo rey de la selva. Como antes gobernaba el más fuerte ahora llevará el cetro quien diga la mejor adivinanza, perdón animalanza. El zorro toma la palabra. La versión en libro está ilustrado por Eulalia Cornejo y pronto estará en librerías.


Obra El Poeta y La Luna



El árbol, la montaña y tú, es la obra de danza contemporánea que prepara Camino Rojo, dirigida por Rodrigo Herrera, basada en el poemario El poeta y la luna, El poeta y el mar y El poeta y la amada, del escritor Juan Carlos Morales Mejía. Su estreno está previsto para mediados de octubre. Compartimos el libro, para su amplia difusión, y una fotografía del ensayo, frente a la laguna de Yahuarcocha, en Imbabura.


EL RESPLANDOR

Un poeta sueña 
en su amada bajo 
la luna nómada.
Ese instante 
es más eterno
que el resplandor 
de miles de espadas 
en el campo de batalla.


Publicación: El Poeta y La Luna