domingo, 28 de octubre de 2012

Cambalache politiquero


Al mirar en estos días la feria de los politiqueros de siempre recordé, qué descubrimiento, al viejo tango Cambalache, de Enrique Santos Discépolo, de 1934: “El mundo fue y será una porquería  / ya lo sé  / en el quinientos seis  / y en el dos mil también”. Peor aún, al conocer que tuvo que improvisarse una segunda fila para que entraran todos en la foto: “Que siempre ha habido chorros  / maquiavelos y estafaos  / contentos y amargaos  / valores y dublé”. Porque la letra del tango es un escenario de azar insolente, de confusión de valores, según refiere Pierre Vidal-Naquet.
Volviendo a los mentados políticos, si por acá se encontraba el que huyó en helicóptero por no morir en el intento haciéndole un guiño a la esposa del enviado de Dios, por acullá levantaba la cabeza el agrio de la tierra del guaytambo: “Vivimos revolcaos  / en un merengue  / y en un mismo lodo  / todos manoseaos”. Por el otro costado aparecía el antiguo banquero, el que visita todas las tiendas del barrio, y levantaba la mano otro con ropaje camuflaje. Ahí nomás siguió la canción: “Hoy resulta que es lo mismo  / ser derecho que traidor  / ignorante sabio o chorro  / generoso o estafador”.
Y claro, nuevamente la insistencia desde afuera: “Todo es igual  / nada es mejor  / lo mismo un burro  / que un gran profesor”. Como si el país tuviera que, por enésima vez, soportar a quienes ya se creía enterrados: “Si uno vive en la impostura  / y otro roba en su ambición  / da lo mismo que sea cura  / colchonero rey de bastos  / caradura o polizón”.
Porque en eso de los cambalaches, como dice el filósofo del tango, se mezcla la vida: “Qué falta de respeto / qué atropello a la razón  / cualquiera es un señor  / cualquiera es un ladrón”. Como si no recordáramos la historia de los grandes productores que, tras largos años, tuvieron sus propios bancos y después devinieron  empresarios de la comunicación. Los mismos -y sus cómplices- quienes se llevaron al país en andas hasta sus propias bodegas, “porque el que no llora no mama y el que no roba es un gil”, parecería decirnos para quienes no pagan los impuestos.
El final del tema es de antología: “Es lo mismo el que trabaja  / noche y día como un buey  / que el que vive de los otros  / que el que mata que el que cura  / o está fuera de la ley”. Como si el país tuviera más tiempo para perder el tiempo. En Quito, en sus calles que hablan, hay un grafiti: “Lasso: Alvarito tuneado”.






sábado, 20 de octubre de 2012

Un Nobel que pidió buñuelos


Cuando Mo Yan, seudónimo que quiere decir “No hables”, se enteró de que la Academia Sueca le había otorgado el Premio Nobel de Literatura comentó de manera austera que solo quería estar en el campo con su familia comiendo “baozis”, humildes buñuelos rellenos de carne, típicos de China. Se sabe que rechazó un Ferrari, anunciado por un apurado filántropo, y que el dinero del premio lo utilizará para comprarse una casa, que probablemente construirá en su actual hogar de apenas cien metros cuadrados, morada de tres generaciones.
Admirador de Faulkner y de García Márquez -con su realismo alucinatorio- su literatura y su vida tienen un sentido filosófico de vida. Su obra más famosa es “Sorgo rojo”, llevada al cine. Más allá de las críticas injustas recibidas y hasta envidias, Mo Yan nos recuerda a esos sabios taoístas despreocupados, que por medio de alegorías, de relatos orales, logra una intrincada y laberíntica obra como si se tratara de los pergaminos de Melquíades.
Su literatura no es condescendiente con la realidad de su país, aunque muchos -como en todos lados- lo han acusado de oficialista. Su obra es parte de esa gran tradición china que Occidente aún tiene que descubrir, en una tierra donde alguna ocasión levantaron una inmensa muralla y un emperador destruyó todos los libros para anular el pasado.
Creo que para entender a Mo Yan hay que volver a las antiguas fuentes, no precisamente del confucianismo, una de las estrategias del poder, sino del taoísmo, de la mano de Lao Tsé. Allí está una sabiduría de lo insensato, las ventajas del disfraz, la fuerza de la debilidad y la sencillez de los verdaderamente complicados, como nos recuerda Lin Yutang.

No se podría entender de otra manera que el laureado escritor siga aferrado al campo, en una provincia de China, al parecer, bajo el influjo del Tao: “La mayor sabiduría parece estupidez / la mayor elocuencia semeja tartamudez”.
Eso nos recuerda al poeta Tao Yuanming, 372 al 427 de N.E., quien en su juventud aceptó un cargo oficial de poca importancia. Cuando un delegado del gobierno llegó, su secretario le dijo que debía recibirlo con una túnica y debidamente arreglado. El poeta suspiró y exclamó: “No puedo doblegarme y hacer reverencias por cinco fanegas de arroz”, e inmediatamente renunció para escribir su famoso poema “¡Ah, a casa vuelvo!”, cuyos versos dicen: “¡Ah, a casa vuelvo! ¿Por qué no volver, si veo que mi campo y mi huerto de cizañas está lleno? Yo que he hecho de mi alma un esclavo de mi cuerpo: ¿por qué tener pesares y dolerme a solas?… hoy sé que estoy en lo justo, si ayer el error fue completo”.


El artículo original esta publicado en:
 

sábado, 13 de octubre de 2012

Los legítimos de Salcedo


Los pueblos crean mapas mentales de lo que son. Tratan de configurar una cartografía, unos imaginarios que los identifican, aunque a veces sean falsos.  Ecuador tiene muchos símbolos de su identidad, algunos curiosos como los famosos letreros desperdigados por todo el territorio: “Los legítimos de Salcedo”, en homenaje a los helados de tres sabores inventados, según dicen, por unas religiosas de claustro.
Al visitar esa población, en la provincia de Cotopaxi, tres cosas llaman la atención. Uno, hay un monumento de tres metros de un helado (que podría ingresar en la lista de estatuas memorables que tiene el país), un local patriota cuyo título es: Heladería Tiwinza: el helado héroe, y por último que todos se disputan la supuesta autenticidad de la elaboración, lo que lleva a pensar: cuál mismo será el “legítimo”.
Otros imaginarios están en torno a las ciudades. Así tenemos la “Sultana de los Andes”, Riobamba, que siempre se precia de ser primera en todo, desde la primera Constitución hasta “Cuna de la Nacionalidad” y estirpe Duchicela.
Pero eso de sultanato bien se sabe que viene del mundo árabe donde se ejercía un poder de facto gobernado por un califa. Así que no se sabe si alguna dinastía de los gaznauíes plantó sus reales en los páramos frente al Chimborazo.
Cuenca es la “Atenas del Ecuador”, aunque su mayor poeta, César Dávila Andrade, siempre quedaba más allá del tercer lugar en los concursos de juegos florales y fue Quito la que publicó sus libros. A propósito de esta última, está la denominación de “Carita de Dios”, vaya a saber por qué. Otro tanto le corresponde a la “Perla del Pacífico”, Guayaquil, que en estos días anda de parranda. Hay las “Centinelas del Norte y Sur”, como Tulcán y Loja, rezagos de las disputas con nuestros ávidos vecinos.
Otra designación es la “Provincia Verde”, Esmeraldas, aunque las madereras están haciendo su tanto para dejarla pelada como Santa Elena, donde -ahora sí- ha regresado San Biritute, el símbolo fálico precolombino que traerá la lluvia desde Sacachún.
Tenemos Ibarra, “Ciudad Blanca”, donde algunos despistados aseguran que, desde la época colonial, fue hecha para los “blancos”, aunque su fundación fue realizada en los terrenos comprados a la nieta de Atahualpa, Juana Atabalipa, y su fundador, Cristóbal de Troya, era criollo y encima encomendero. Pero no hay como Macas, en Morona Santiago, donde algunos de sus habitantes se dicen macabeos y se creen descendientes de las tribus perdidas de Israel, aunque los verdaderos se liberaron de Antíoco IV, en el 164 a.C. Mejor ir a Pueblo Arrecho, en Manabí.




Tomada de la edición impresa del Sábado 13 de Octubre del 2012


sábado, 6 de octubre de 2012

¿Flash memory o chupa-chupa?


Todos los cholos / comemos con cuchara / arroz con huevo frito / y viendo televisión, canta Hugo Idrovo, mientras un internauta añade: viendo el Chavo del 8 en una laptop. Aunque el tema es una ironía, lo cholo no es otra forma que restregarnos nuestro pasado prehispánico, pero como una forma de complejo al revés desde lo “blanco” y civilizado.
De hecho, la herencia indígena vive el cotidiano. “Darás pasando”, es un gerundio común en el habla popular de los ecuatorianos, que sorprende gratamente en el extranjero. Tiene su explicación: los ecuatorianismos son, en su mayoría, préstamos léxicos del quichua (que en la nueva forma se escribe también kichwa). Palabras como cancha, huaca, ñaño, arrarray, atatay, achachay, guagua, humita, pupo, tambo, carishina, ñusta, sara y hasta longo (joven, en quichua) son el legado de nuestros ancestros que se vierte en el habla común de nuestra llacta o tierra.
Claro, nosotros no prestamos atención a estos asuntos. Un día, en un taller de periodismo, alguien se acercó con una preocupación. Estaba traduciendo ecuatorianismos al inglés y tenía una dificultad, cómo quedaría en el lenguaje de Shakespeare: ¿Y vos, en qué bus te vas, ve? O el simpático: Vecina, no será malita, dará cuidando a la guagua.
Ni qué hablar de los morlaquismos: chendo, por mentira o gara por chévere. Además del lenguaje de los montubios, como bien anota Fanny Carrión de Fierro al analizar la obra de José de la Cuadra, donde encuentran varias formas de nombrar al diablo: el Patica, el Colorado o simplemente el Malo (el Maligno, dicen aún en el convento de claustro de Riobamba).
En la zona norte, en el Carchi, hay una palabra: bámbaro, que es utilizado como cobarde. Viene de la época colonial, cuando los esclavistas de las haciendas de caña cercenaban los testículos a los esclavos, traídos de África, que trataban de huir. Las palabras configuran mundos. Por ejemplo, la memoria externa o flash memory ya tiene su par en quichua: chupa-chupa, porque extrae información y después la deposita. En Tungurahua, al inicio de la dolarización, una vendedora indígena, al preguntarle cuánto valía una fruta, contestó: shuk gringo cushqui, es decir un dólar, sin olvidar a USA.
Música chicha o música chola es lo más suave que dicen de Delfín Quishpe y el fenómeno es peor en el Perú, una sociedad que aún no olvida su pasado Virreinal, como las empleadas domésticas con uniforme bien planchado en Bogotá, alistándose para preparar el ajiaco. Cosas de mi tierra, diría el indio Mariano, otro estereotipo.





Tomada de la edición impresa del Sábado 06 de Octubre del 2012