domingo, 10 de septiembre de 2017

Trotsky desembarca en Guayaquil

En un epígrafe de El hombre que amaba los perros, de Leonardo Padura, se puede leer: “La vida (…) es más ancha que la historia”, de Gregorio Marañón. El libro trata sobre la desafortunada vida de León Trotsky y de su asesino Ramón Mercader (no contaré cómo lo mata). Es un texto vertiginoso, de estructura de rompecabezas, que se arma y devela la miserable condición humana mostrando ese espejo que todos somos: héroes y villanos, tras una utopía. ¿Qué habría pasado si el legendario revolucionario, desplazado por el gregoriano Joseph Stalin, se alzaba con el poder en esa Rusia que fusiló a los Romanov?

Ahora, merced a la Feria del Libro Guayaquil 2017 -impulsada por su Cabildo y bajo las directrices de Cecilia Ansaldo Briones- el escritor cubano llega a estas tierras, bajo la mirada del detective Mario Conde, pero sin Molotov.

Además, estará presente Álex Grijelmo, proveniente de España, con su defensa apasionada del idioma que liberó Antonio de Nebrija y que por las andaduras del Caballero de la Triste Figura sabemos de la belleza sin par de Dulcinea y de un escudero, Sancho Panza, que escuchaba refranes que aún usamos después de siglos: “Quien busca peligro perece en él”, “Cuando a Roma fueres, haz como vieres” o “Más vale al que Dios ayuda que al que mucho madruga”.

La feria, obviamente, tiene la presencia de la nueva narrativa ecuatoriana donde se destaca Mónica Ojeda, como parte de los casi 40 autores. Es un espacio donde no se ha descuidado al cómic, la crónica latinoamericana, concursos de novela corta, obras de teatro, pero de manera especial está dedicada a los niños y jóvenes para incentivar la lectura. Esto último es la buena noticia, porque a los asiduos lectores no hay que convencerlos. “De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”, escribía Jorge Luis Borges.

Como es época de lecturas, comparto este texto de Eduardo Galeano, publicado en El libro de los abrazos: “¿Quiénes son mis contemporáneos? -se pregunta Juan Gelman. Juan dice que a veces se cruza con hombres que huelen a miedo, en Buenos Aires, París o donde sea, y siente que esos hombres no son sus contemporáneos. Pero hay un chino que hace miles de años escribió un poema acerca de un pastor de cabras que está lejísimos de la mujer amada y, sin embargo, puede escuchar, en medio de la noche, en medio de la nieve, el rumor del peine en su pelo; y leyendo ese remoto poema, Juan comprueba que sí, que ellos sí; que ese poeta, ese pastor y esa mujer son sus contemporáneos”.

Ojalá, cada ciudad, cada parroquia -además de la pólvora y las verbenas- tuvieran sus modestas ferias del libro. Porque un pueblo que no lee es como un humano con el mal de Alzheimer, no sabe quién es y peor a dónde va. Así en la ignorancia a cualquiera lo engañan, decía Simón Rodríguez, maestro de Bolívar.

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Noticias secretas de Galápagos

Los acontecimientos recientes de la flota china con 300 barcos frente al santuario de Galápagos nos traen el mensaje de su fragilidad. Los 6.000 tiburones sacrificados, por una sola embarcación capturada, muestran la avidez por las exóticas aletas, aunque sean de especies en peligro. Más allá del repudio es importante conocer su historia, para defenderlas en el futuro.

Los ecuatorianos debemos al primer presidente Juan José Flores que las islas sean nuestras. Fue José de Villamil, aunque nacido en Nueva Orleans, quien sospechó de oscuras intenciones del ávido Norte y motivó la declaratoria de soberanía.

Galápagos fue el laboratorio donde se gestó la teoría de las especies de Charles Darwin, en su viaje en el Beagle. “Ha sido el acontecimiento más importante de mi existencia. A este viaje le debo la primera educación de mi carácter”, escribió.

Pero hay muchos hechos memorables que desconocemos de este lugar único, sin olvidarnos de que también fue una colonia penal con su propio muro de los lamentos. Esto último, porque los presos tenían que ganarse sus raciones apilando piedras, irónicamente en un lugar paradisíaco.

El libro Galápagos: islas del tiempo, con fotografías de Mauro Burzio y textos de Rómulo Moya Peralta, de Trama, relata los tiempos de incursiones prehispánicas y cuando Fray Tomás de Berlanga redescubre a esta “Insulae de los Galopego” (Islas de las Tortugas), después de extraviarse en un viaje hacia el sur desde Panamá. El mentado religioso, al final de sus días, volvió al lugar de su infancia en la Villa de Berlanga del Duero con una preciada compañía: un caimán, a quienes los vecinos lo llamaron ‘ardacho’.

La obra revela un hecho curioso, porque señala que -acaso en una conversación de marineros- Daniel Defoe escuchó el relato de un hombre que después encarnaría a ese famoso personaje de la literatura que fue Robinson Crusoe. El nombre del desdichado era Alexander Selkirk, abandonado a su suerte por el corsario Saint George, junto a las iguanas.

En el campo de la literatura, se sabe que Herman Melville, quien estuvo por estos lares, ya llevaba el germen de Moby Dick, la famosa ballena blanca que era buscada por el capitán Ahab, con una pata de palo. Galápagos ya estuvo presente en los mapas del famoso cartógrafo Abraham Orfelius, con mejoras que datan de 1612.

Siguiendo el libro, para 1709, huyendo del Golfo de Guayaquil, iban a la mar los famosos piratas Woodes Rogers (el pirata historiador) y William Dampier (el pirata literato) para refugiarse en la Ensenada de los Bucaneros en la isla Santiago.

Galápagos es infinita. En mi caso, antes de conocer las islas, quedé alucinado con el poema de Efraín Jara Idrovo, ‘Sollozo por Pedro Jara’, que precisamente realiza una comparación de las islas con la terrible situación que estaba viviendo. Alejado del mundo escribió: “1 el radiograma decía / 2 “tu hijo nació. Cómo hemos de llamarlo”  / 3 yo andaba entonces por las islas / 4 dispersa procesión del basalto / coágulos del estupor / 6 secos ganglios de la eternidad / 7 eslabones de piedra en la palma del océano  / 8 rostros esculpidos por el fuego sin edad  / 9 soledad…”. (O)

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Todos somos Barcelona

Ahora se sabe que el plan de los integristas islámicos era atentar contra la Sagrada Familia, en Barcelona, obra icónica del arquitecto Antoni Gaudí, inspirado en lo gótico y bizantino. El ataque ocurrió en Las Ramblas, en una ciudad abierta y cosmopolita, donde perecieron humanos de 35 distintas nacionalidades, aunque la masacre estaba pensada para los ‘cruzados’ e ‘infieles’, según la mala interpretación del Corán.

Antes de la llegada del eclipse, el planeta se conmocionó con otro atentado terrorista -doméstico, le dicen- en Charlottesville, Virginia, por parte de James Alex Fields, de 20 años, quien también embistió su auto contra una multitud antirracista y ultimó a Heather Heyer, de 32 años. Younes Abouyaaqoub, el fundamentalista y conductor abatido en Cataluña, tenía 22 años.

Si por este último atentado se sabe que el imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, les lavó el cerebro a los jóvenes de origen marroquí, poco se investiga a quienes inocularon veneno al joven neonazi. Los dos casos son lo mismo: odio al otro. ¿Sabía el imán la diferencia entre la autónoma Barcelona, de origen romano, o La Alhambra de Granada sitiada por los castellanos en el siglo XV? ¿Escuchó el otro, alguna vez, la riqueza del jazz?

El fundamentalismo no es otra cosa que ampararse en ideas del pasado, de muchos siglos, para tratar de entender al mundo de hoy. Umberto Eco, en su ensayo Guerras santas, pasión y razón, después de citar los aportes árabes del historiador del siglo XIV Ibn Jaldún, Saladino reconquistando Jerusalén o Hitler envuelto en sus delirios de la ‘raza pura’, llega a esta premisa: “No, el problema de los parámetros no hay que contemplarlo desde un punto de vista histórico, sino contemporáneo… La cultura occidental ha elaborado la capacidad de poner libremente al descubierto sus propias contradicciones. Tal vez no las resuelve, pero saben que existen, y lo dice”.

Cita el caso de la organización internacional Transcultura, que defiende una ‘antropología alternativa’, donde antropólogos africanos acudieron a estudiar la sociedad boloñesa y sus ‘costumbres’, bajo el signo de la alteridad.

“Imagínense que unos fundamentalistas musulmanes sean invitados a realizar un estudio sobre el fundamentalismo cristiano (en esta ocasión no se incluye a los católicos, se trata de protestantes estadounidenses más fanáticos que un ayatolá, que pretenden eliminar de las escuelas toda referencia de Darwin)”, escribe Eco con la esperanza de que se conozca al ‘otro’ y sea un espejo para cambiar.

¿Lo estamos haciendo suficientemente, por ejemplo en el caso de Marruecos, de los barrios marginales de afrodescendientes o lo que ocurre con la migración latina? Mas, hay algo que no se puede dar tregua: que se asesine a nombre de los dioses o cualquier pretexto, en cualquier lugar del mundo, a inocentes. Los señores del miedo igual se preparan en un desierto, en la esquina de un pueblo o en una metrópoli. Hay que recordar a Walt Whitman: “Cuando conozco a alguien no me importa si es blanco, negro, judío o musulmán. Me basta con saber que es un ser humano”.


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La estatua del general Lee va a la guerra

Las estatuas de los confederados caen en la tierra del Tío Sam. Sucedió en Carolina del Norte y está en la mira la del general Robert E. Lee y su caballo, defensor aquel de la esclavitud, en Charlottesville, Virginia, la cuna del tercer presidente Thomas Jefferson, quien fundó la Universidad, pero que también tenía 600 esclavos arrancados de África.

Allí, el joven neonazi James Alex Fields estrelló su auto contra una multitud de manifestantes antirracista hiriendo a muchos y matando a Heather Heyer, de 32 años, defensora de las diversidades. En Maryland, le han puesto el ojo a la figura del juez presidente Roger B. Taney, quien legalizó la esclavitud tras el caso del afrodescendiente Dred Scott, en 1857, preámbulo de la Guerra Civil.

Desde el Canon de Policleto, las estatuas son mudas, pero aún quieren cabalgar desde una visión épica. Van de la mano de los neonazis, supremacistas blancos, miembros del Ku Klux Klan. Dan un mensaje: América es para los blancos, afuera todo el que sea diferente, aunque el primer barco llegó a Jamestown, Virginia, en 1607.

El contenido de Facebook de Fields muestra un perfil común de los seguidores de las ‘razas puras’. Desde las insolencias al islam, su traje de militar prestado, sus chistes machistas y orfandad, me detengo en un comentario sobre diez mexicanos que se ahogaron en un río. Textual: “Los tontos se merecen morir. Me alegra que toda la familia esté muerta, así su estupidez no puede extenderse más”.

Barack Obama compartió una frase escrita en la cárcel de Nelson Mandela, el líder sudafricano: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”.

Así, la joven de 17 años Kayla Wilson, en Texas, solicitó en 2015 renombrar su preparatoria para que las señas del general Lee quedaran en el pasado, tras la masacre de nueve feligreses en una iglesia de Carolina del Sur.

¿Qué pensará de todo esto el joven Peter Cvjetanovic, con apellido croata, estudiante de historia y ciencias políticas de la Universidad de Nevada? Las redes, en una demostración de activismo, lo han marcado como neonazi, tras participar en la marcha de antorchas. Una frase de Dante Alighieri resuena: “Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral”.

Julius Goat escribe: “Imaginad si estas personas se hubieran enfrentado a opresión real. Nadie intenta legislar para retirarles su derecho a casarse, nunca han esclavizado a sus abuelos, nadie ha encarcelado a sus padres, no se les prohíbe viajar por su religión, sus iglesias nunca han sido quemadas....”. “Mi hermano no entregó su vida luchando contra Hitler para que las ideas nazis no vayan a ser desafiadas aquí en casa”, dice el senador Orrin Hatch. Los confederados del sur perdieron la guerra, pero escribieron una historia paralela e inundaron de estatuas. Hay que derribarlas en el sistema educativo leyendo a Walt Whitman.



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sábado, 9 de septiembre de 2017

Antología de cuentos

Juan Carlos Morales Mejía, prepara la antología de sus cuentos, con ilustraciones de José Villarreal. Enviamos el micro cuento:
EL DILEMA DEL ARQUERO
El arquero atrapó a una mujer de su carcaj. Acomodó sus cabellos. La sujetó de los pies desnudos y la colocó en la cuerda. Tensó el arco y disparó al cielo. El impulso fue tan descomunal que la zagala murió de hambre antes de caer a tierra. El arquero, entonces, tomó otra flecha y disparó con dirección al mar...