¡Los caballos eran ágiles! /
Sus pescuezos eran finos y sus ancas /
relucientes y sus cascos musicales…
Así inicia el poema Los caballos de los conquistadores de José Santos Chocano, una loa a los tiempos de los señores de la Espada.
Ahora, en la comunidad de La Rinconada, asiento vital de los Caranquis –constructores de tolas y señores del maíz-, los descendientes de los pueblos originarios también tributan sus loas a San Juan, en la fiesta del Solsticio o Jatun Punlla (el día grande), que algunos confunden con el cuzqueño Inti Raymi.
En la provincia norteña ecuatoriana de Imbabura, los montes tutelares como el Taita Imbabura y la Mama Cotacachi son aún deidades y se confunden con los santos que trajeron los señores de la Cruz y los caballos llevan a gráciles muchachas en lugar de hombres con corazas oscuras.
Y, claro, los cascos de los caballos –con mantas de agradecimiento por las cosechas- aún son musicales, llevados por las Señoras del Maíz y de la chicha de siete granos, con sus trajes bordados de flores silvestres y sombreros con pluma de pavorreal.