martes, 28 de julio de 2015

Filosofía del Chapo Guzmán


Curiosamente, las últimas declaraciones de Donald Trump –después de largarse contra los inmigrantes mexicanos, a quienes acusó injustamente- fue nada menos que contra el Chapo Guzmán, el capo que acaba de escaparse por un túnel, como en una película que tanto le gusta a Hollywood. El despeinado Trump dijo: “El mayor traficante de México se escapa de la cárcel. Increíble la corrupción y Estados Unidos está pagando el precio. ¡Se los dije!”

A lo que el Chapo le envió un mensaje en twiter: “Sigue chingando y voy hacer que te tragues todas tus putas palabras pinche guero cagaleche”. Ahí nomás, el magnate se refugió en el FBI. Este altercado tiene varias aristas. Una que resulta intrigante es el morbo que encierra estos hombres fuera de la ley, desde Al Capone a Vito Corleone, que en la novela de Mario Puzo se revela literalmente un antisistema, porque decide cruzar el umbral ante la falta de asistencia de la policía anglosajona. Por eso, en los consejos que le da a su hijo Sony manifiesta: “Un abogado con su maleta puede robar más que cien hombres armados”.

El otro tema es que parecería que en el mundo latino, a diferencia del anglosajón, la noción del Estado es una entelequia, algo irreal. ¿Para qué pagar impuestos al Estado si este, al final, nos va a robar? Parece ser una premisa. De allí podría decirse que nuestros “héroes” son los malos. Los que están fuera de ese orden, los que viven en el caos. ¿No sigue Pablo Escobar haciendo millonarios a los productores de sus series? Si seguimos esa línea hay que recordad que en Polvo y Ceniza, de Eliécer Cárdenas, aparece Naún Briones, el bandolero. Pervive aún en tierras manabas las hazañas de Moreira y el fantasma del Águila Quiteña anda suelto husmeando por las Flores del Califa.

Borges, en un artículo de 1946 señala que el argentino no se identifica con el Estado porque es “una inconcebible abstracción, porque lo cierto que el argentino es un individuo no un ciudadano”. Por eso asegura: “Aforismos como el de Hegel “El Estado es la realidad de la idea moral” le parecen bromas siniestras”. No hay que olvidar que el “héroe” de la literatura gaucha es Martín Fierro. De niño, recuerdo, escuchaba las aventuras de Chucho El Roto, una suerte de Robin Hood pero mexicano. Borges, siempre polémico, no refirió al asaltante de los bosques medievales de Nottingham, ni mentó a Fantômas, de Marcel Allain.


¿Pero qué dice el Chapo?. Basta algunas perlas encontradas en su cuenta de las redes: “Con dinero baila el perro y eso ya lo tengo comprobado”, “Cuando somos buenos nadie nos recuerda, cuando somos malos nadie nos olvida”, “No presuman delante del pobre, no son buenas las humillaciones”, “Uno no sufre por amor, uno sufre por pendejo”. Está colgada, además, esta máxima: “Si haces un favor nunca lo recuerdes… si lo recibes nunca lo olvides”. Indagando, pertenece a Quilón que decía: “Si confieres un beneficio, nunca lo recuerdes; si lo recibes, nunca lo olvides”. Bueno, Quilón de Esparta era uno de los siete sabios de Grecia, de hace 2400 años. Y ahora, qué dirá Mr. Trump que se olvidó de la fuga de Alcatraz. Seguro, hay villanos de lado y lado.

domingo, 26 de julio de 2015

Las 30 familias, a finales del XIX

Cuando los temas son candentes –como el de las herencias y plusvalía- el país no puede padecer de Alzheimer. Veamos solo un tema: el cacao. Y esto porque las masivas migraciones de finales del XIX, pero también la crisis bancaria de finales del XX que expulsó a más de 3 millones de compatriotas fuera del país, tuvieron como detonantes decisiones que vincularon a pocas familias, a lo largo de un siglo.

Durante el auge del cacao la familia Aspiazu era la más grande productora del mundo, desde 1895 hasta 1925; era dueña de 59 haciendas (unas 150.000 hectáreas) de donde se extraía 80.000 quintales anuales. La otra familia poderosa era la Seminario, originaria de Perú, con 35 propiedades y una extensión de 130.000 hectáreas. Los dos grupos, en conjunto, eran los mayores accionistas del Banco Comercial y Agrícola y Banco Central.

La lógica de los grupos dominantes creó las condiciones para que el auge cacaotero -de 300.000 quintales en 1880 a un millón de quintales hasta 1917- se formara de un violento proceso de acumulación, donde el acaparamiento de las propiedades por parte del reducido grupo produjo la expulsión de una gran masa de pequeños, medianos e incluso grandes propietarios. Manuel Chiriboga, en un estudio, señala que esto se produjo por efecto una estructura productiva altamente concentrada. Para lograr este propósito, los pequeños propietarios, sin título de sus tierras, fueron desalojados y también se remató las tierras con deudas a los usureros, por eso los pequeños propietarios terminaron de jornaleros y endeudados.  

Para finales del siglo XIX un pequeño pero poderoso grupo de 30 familias tenía en su poder el 70 por ciento de las tierras donde se cultivaba el cacao. Cuando el auge del cacao se produjo, estas familias habían ya fundado sus propios bancos y emitían hasta sus propios billetes, y tenían representaciones en las principales líneas marítimas, aseguradoras, además de agentes comerciales en los principales mercados europeos. Para tener una idea de este monopolio es importante señalar que solamente los Guzmán, Seminario Hnos. y Aspiazu Hnos. exportaban juntos el 60% del cacao.

Las tasas de ganancias de este monopolio del cacao eran del 325 por ciento merced a la explotación y a la mala distribución de la acumulación, algo que ha sido una constante en la historia ecuatoriana en diversas épocas y con variados productos.

¿Pero qué hicieron con el dinero estas pocas familias? Chiriboga señala que las utilidades sirvieron al mantenimiento de un sofisticado y lujoso nivel de vida, que se evidenciaría en la residencia permanente de varios miembros de las familias agro-exportadoras en el exterior, particularmente en Francia, donde buena parte de la fortuna era dilapidada (Vinces, con una réplica de la Torre Eiffel era llamada París Chiquito). Obviamente, a los ‘Gran Cacao’ nunca se les ocurrió montar una fábrica de chocolates. 


Pero, ¿qué pasó con los herederos del cacao? Después, el negocio familiar iría a la banca y medios de comunicación. Pero esa es otra historia.

lunes, 6 de julio de 2015

Claves de la Batalla de Ibarra



Ibarra también tiene sus fiestas julianas. Se conmemora la gesta independentista del 17 de julio de 1823. Como siempre hay preguntas. A continuación algunas claves. ¿Por qué era importante la batalla de Ibarra? El Libertador Simón Bolívar en carta a Santander del 5 de julio escribe: “Estoy empleando hasta los muertos en la defensa de este Departamento. Yo pienso defender este país hasta con las uñas”.

En esas fechas el monarquista Canterac enfilaba sus tropas hacia Lima para recuperar el espacio perdido mientras en Maracaibo, Venezuela –como sucedió a los pocos días- también las tropas patriotas tuvieron que enfrentar a los realistas. Así que, al momento, existían dos frentes. Y por este motivo, Bolívar, en la única batalla que participó en Ecuador, dirigió personalmente a las tropas.

¿Qué pasaba si se perdía la batalla de Ibarra? Perder la plaza de Pasto –con el agravante de lo sucedido en Perú- significaba, como bien escribió Bolívar en una carta a Santander, que era preciso reconquistar el sur de Colombia, porque de lo contrario la guerra en América se iba a prolongar hasta el infinito, aun contra la voluntad de los españoles “porque ha de saber que los pastusos y Canterac son los demonios más demonios que han salido del infierno. Los primeros no tienen paz con nadie y son peores que los españoles y los españoles del Perú son peores que los pastusos”.

¿Por qué los habitantes de pasto defendían a la corona? La explicación posible es que más allá del tema político estaba el religioso. Los sacerdotes aliados a la Corona no querían perder sus privilegios y por este motivo desde el púlpito lanzaban sus proclamas.

¿Cómo era el sentir de las clases sociales de Pasto? ¿“Es que este pueblo pastuso era más realista que el Rey”?, se pregunta el historiador nariñense Sergio Elías Ortiz y aclara: “Creemos que la mente de la clase inferior estaba llena de prejuicios contra la que ella llamaba insurgentes, traidores, perjuros, entre otros, prejuicios sembrados en trece años de prédicas”. De allí que no es casual que levantaran el pendón de España, como refiere la Monografía de Ibarra, y proclamara: “La guerra santa contra los malvados usurpadores de los derechos del muy amado Fernando VII y enemigos jurados de la religión”. Acusan a los patriotas de enemigos de la Iglesia y de la humanidad.

¿Qué papel desempeñaron los ibarreños? Agustín Agualongo envió cartas a Otavalo porque, a su juicio, Ibarra había “claudicado totalmente su amor por la monarquía”, es decir se había plegado desde tiempo atrás a la causa de la Independencia y, entonces, el propósito de Agualongo era aislarla. De hecho, la mayoría de los imbabureños de ese entonces eran patriotas y, por este motivo, tenían bien informado a los ejércitos sobre los pasos que daba el enemigo.

El ejército de Agualongo no era regular, como sí lo era el de los patriotas, es decir con tácticas de guerra y disciplina. Además, el mismo Agualongo no tenía preparación militar adecuada, por eso la Batalla produjo 800 muertos pastusos frente a solo 13 patriotas.