domingo, 14 de febrero de 2021

El dilema de San Valentín, 2021/02/14

 


“Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados”, se lee al inicio de El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez. Gibran Khalil Gibran hablaba de seguir al ave del amor aunque guarde la espada que luego nos herirá. 

 

Valentín de Roma, antes de ser santo, casaba a los soldados con sus damas en la época de Claudio II. Al ser apresado y antes de su decapitación, entregó a una mujer joven y ciega un papelito. La zagala al abrirlo recobró milagrosamente la visión para leer “Tu Valentín”, como una despedida. Ya que nos encontramos en este día no hay que olvidar la mitología de Eros y Psique, quien en secreto descubrió el rostro del niño travieso, pero juntos sortearon los celos de Afrodita para vivir en el Panteón de los dioses.

Del mundo clásico nos llega el diálogo de Aristófanes en El Banquete, escrito por Platón, cuando habla de los tiempos antiguos cuando existían los humanos nacidos dobles hasta que Zeus decidió cortarlos en dos mitades. Así que el amor sería el deseo de encontrar esa mitad que nos falta (no hay que olvidar que también cita a los andróginos).

Acaso, el poema judeocristiano más hermoso sea el Cantar de los Cantares, de Salomón. Así dice la amante: “Ah, si me besaras con los besos de tu boca… / ¡Grato en verdad es tu amor, más que el vino! / Grata es también, de tus perfumes, la fragancia; / tú mismo eres bálsamo fragante”.

Siguiendo la línea, encontramos en Borges: “Loado sea el amor en el que no hay poseedor ni poseída, / pero los dos se entregan”, pero también en Los evangelios apócrifos escribe: “Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor”.

Octavio Paz exclamó: “El amor dura, lo que dura un suspiro: una eternidad”. Uno de los pocos amores verdaderos era el que sentía Don Quijote por la idealizada Dulcinea, y eso que leía libros de caballería y no de poesía. “En las tinieblas / lo que ronda mis ojos / es su sonrisa”, escribió Kobayashi Issa. Huidobro sentenció: “Sin embargo te advierto que estamos cosidos / a la misma estrella”. (O)

 

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Quito: ciudad imaginada, 2021/02/11

 


Quito es la ciudad del volcán Pichincha, se sitúa a 2.830 m.s.n.m., con 80 km de largo por 5 de ancho. Es también la urbe de las campanas, donde habitan varios quitos: la ciudad milenaria que se volvió cenizas, las fronteras que anuncian populosas calles, una virgen alada que mira a las bandas de pueblo, los miradores y los zaguanes en medio de iglesias y altos edificios, pero también una dinámica que bulle en los barrios nuevos, lejos de la edad del hierro.

 

Al trazar una cartografía imaginaria de Quito de 4.183 km² se puede mirar esa fragmentación que es también rasgo distintivo de su identidad, como su clima que puede ir de los 25 grados centígrados de día a 10 durante la noche, que burlan a sus coordenadas: -0.1865943,-78.4305382 y sus 2.2 millones de habitantes en sus 422.802 hectáreas, de las cuales 320 son parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad, con 40 iglesias, 16 conventos y 5.000 inmuebles patrimoniales.

Además, Quito como capital y ciudad metropolitana acoge diversidad de geografías y culturas, pero éstas no siempre están visibles en el imaginario con que se construye una urbe. En este contexto, se inscribe uno de sus mitos fundacionales como es Cantuña, además del milenario Quitumbe, desde las diversas versiones que inician con el relato de Juan de Velasco, que lo vincula en el siglo XVI, hasta Federico González Suárez, quien lo sitúa como constructor del atrio a mediados del XVIII.

Basándonos en el hecho de que el tiempo mítico originario es un enclave de comprensión temporal, distinto a la historia linealmente concebida, existe el concepto de  “illo tempore”, es decir, “un tiempo pasado siempre presente”, como sugiere Mircea Eliade, que calza perfectamente en el mito de Cantuña.

¿Por qué es importante la mitología? Porque responde las preguntas básicas de una comunidad: origen, existencia y destino. Malinowski señala que los mitos permiten expresar y realzar las creencias, y salvaguardar los preceptos de orden moral; gracias a ello la tradición adquiere mayor valor y prestigio, hasta lograr su fortaleza.

El Telégrafo - Quito: ciudad imaginada (eltelegrafo.com.ec)