lunes, 30 de abril de 2018

La pereza nos acerca a la contemplación, 2018/04/29




Ivonne Guzmán para EL COMERCIO


"La pereza, ese pecado capital inevitable. Que lance la primera piedra quien no haya sido presa de ella alguna vez (o varias). Estamos diseñados para sentirla y disfrutarla (por ejemplo, hay pocas sensaciones físicas  más agradables que la de desperezarse); y hemos sido educados para reprimirla. Vilipendiada de tantas formas, hoy -48 horas antes de rendir homenaje al trabajo, como cada 1 de mayo- es un buen día para tratar de entenderla. Con el investigador, periodista y escritor Juan Carlos Morales Mejía hacemos el intento.

Algo inquieto por la entrevista que está por comenzar, Juan Carlos, que está acostumbrado a hacer las preguntas y no a responderlas, se atrinchera detrás de los libros que trae consigo y las cuatro hojas sueltas en las que ha esbozado algunas ideas alrededor de la pereza, el ocio, la holganza... que durante toda la conversación él trata como sinónimos. Pero mientras avanzan las preguntas y las repuestas, se va soltando y empieza a ser nuevamente él y a hacer bromas del tipo: “Es que cada vez me estoy haciendo más vago, por eso ahora escribo haikus”.

Cámbiale el final a la fábula de la hormiga y la cigarra.

Estoy pensando en un cuento que hice acerca de cómo las cigarras aprendieron a tocar violines. Hay una antigua pelea de lo que significan las cigarras y la música; esta pelea se remonta a Caín y a Abel. Caín es el sedentario, mientras Abel es el nómada, el pastor; no te olvides de que uno de los hijos de Caín es músico. Y siempre hay esta mirada a cierto tipo de artes como algo vinculado a la holganza, al ocio, a la pereza, al no hacer nada

Cierto, mucha gente tiene la idea de que los artistas no hacen nada

Claro. Entonces, volviendo a esta antigua fábula de Esopo, siempre el mérito se ve en el hacer. Pero pienso en las hormigas soldado que tal vez no saben ni quién es el rey, mientras tanto la cigarra siempre sabe para quién toca su música.

¿Dices que ya reescribiste ese final con tu cuento?

Sí, mi cuento habla de cómo las cigarras aprendieron a tocar música, por medio de las patas, al frotarlas.

¿La música salió cuando estaban ‘vagueando’ frotándose las patas?

Sí. Pero siempre tenemos este culto impuesto al hacer cosas; bueno, nosotros somos occidentales en la periferia. Tenemos esta visión judeocristiana del trabajo; y la pereza, de hecho, es un pecado.

Y capital.

Yo estaba pensando antes de venir, que como el Papa ya eliminó el purgatorio, quizá un día elimine la pereza (como pecado).

 Nuestros cuerpos sienten naturalmente pereza, ¿por qué reprimimos tanto esta sensación?

 Creo que estamos viviendo un mundo, como dice (Ernesto) Sábato, demasiado cosificado. Un mundo que vive el vértigo y el vértigo te produce amnesia, mientras la lentitud te lleva a la memoria y a  la trascendencia. Estamos viviendo un mundo de corbatas, y como dice el filósofo coreano-alemán (Byung-Chul) Han, ya nosotros somos a la vez víctimas y verdugos de nosotros mismos. Estamos viviendo una manera autoimpuesta de esclavitud, en una sociedad que en definitiva lo único que está haciendo es llevando a la gente a estados de cansancio y depresión y de una vida que no merece vivirse.

¿Hay o habrá habido alguna cultura que no sancione la pereza?

Bueno, a mí me fascina el taoísmo y estaba leyendo el libro ‘La importancia de vivir’, de Lin Yutang (me señala el libro, porque lo ha traído a la entrevista), que reivindica la pereza. Tienes, por ejemplo, un texto maravilloso que se llama El jardín del ocio, en el que se reivindica la vida que practica el desprendimiento de las cosas. La filosofía taoísta te lleva al desapego de las cosas materiales, porque en definitiva qué está pasando con el mundo capitalista de ahora: tienes cosas, sí, pero a costa de otras.

¿Puedes diferenciar el ocio de la pereza?

Creo que lo importante es entender que hay una construcción que dicta que no seamos perezosos ni ociosos. Mira, por ejemplo, lo que dice Bertrand Russell (lee): “El sabio uso del ocio es producto de la civilización y de la educación”. Y tienes otra idea de Séneca de hace dos mil años (vuelve a leer): “Estar en ocio muy prolongado no es reposo, es pereza”. A lo largo de los tiempos, las terminologías cambian.

Pero la pereza, desde que se tiene noticia, siempre ha sido mal vista, ¿no?

Pero también es un estereotipo. Mira cómo en una época anterior se hablaba de los  “sociólogos vagos”. Y el latino, ¿qué es?: vago; ¿el afro?: vago. Porque siempre el poder construye un sentido de dominación.

Si un oso perezoso pudiera hablar, ¿qué diría?

Me topas un tema muy lindo, porque yo escribí un libro que se llama ‘Animalanzas’ en el que se reúnen todos los animales para decidir cuál será el nuevo rey de la selva. Bueno, el lobo es una especie de Maquiavelo y al final el búho es el nuevo rey, por su sabiduría y desprendimiento de la corona. Y creo que el oso perezoso es un buen taoísta porque a él no le importaría la corona.

¿Por qué?

Por desprendimiento. Cuando tú no quieres tener cosas, ya te libras de un montón.

¿Pero qué diría el oso perezoso si estuviera en tu ‘Animalanzas’?

No le importaría nada y diría: “Sigan en su mundo”. Porque el desprendimiento es bien importante para entender el sentido de las cosas.

Si te serían dadas solamente estas dos opciones, ¿cuál escogerías: ser perezoso o ser ‘workaholic’?

Lo mío sería la pereza creativa (se ríe); no te olvides que tengo como 25 libros, así es que no he sido tan perezoso.

Dame un argumento más a favor de la pereza.

Creo que la pereza está asociada con el ocio y la holganza, y otra vez voy a citar a Lin Yutang: “Nos hemos perdido demasiados atardeceres”. O sea, vivimos una vida loca, no tenemos tiempo de nada y eso nos lleva a no encontrarnos a nosotros mismos.

¿Una persona perezosa busca esos espacios de reflexión, de contemplación, o le dará pereza hasta eso?

(sonríe) Es que el rato que está en el estado de la pereza ya está en la contemplación.

¿Ah, sí?

Claro, ya está en el nirvana (se carcajea).

Si pudieras cambiar el dicho: “La pereza es la madre de todos los vicios”, ¿cómo lo harías?

Yo diría: Si la pereza es la madre de todos los vicios, como madre hay que respetarla. "


Artículo publicado en El Diario El Comercio, de 2018/04/29 disponible en el link


Ibarra, 146 años desde las cenizas, 2018/04/26


Ibarra, en estos días, vive la fiesta de El Retorno, que conmemora el regreso de sus habitantes en 1872, para refundar la ciudad tras el terremoto de 1868. Si bien lo más importante de la historia radica en los 550 sobrevivientes que esperaron bajo la lluvia, también actuaron personajes clave.

Por ejemplo, Gabriel García Moreno, el presidente de ese entonces, no solamente descolló en los primeros momentos del desastre, sino que fue fundamental para hacer realidad la reconstrucción de la nueva ciudad. Fue proclamado como el “salvador de Ibarra”. Mariano Acosta fue, sin lugar a dudas, el personaje emblemático de la segunda refundación de la capital de Imbabura.

El papel de las mujeres durante el evento, así como en el refugio en La Esperanza fue fundamental. Si bien desde las clases adineradas se entregaban joyas para la ayuda a los damnificados, existió la Congregación de las Señoras Piadosas, dirigidas por Josefa Páez, viuda de Oviedo. Fueron matronas ibarreñas que, más allá de sus evidentes posiciones económicas, dejaron a un lado sus lugares en la sociedad y, como bien lo señalan los textos, “sin retribución alguna han desempeñado admirablemente el oficio de Hermanas de la Caridad”.

José Manuel España era el Gobernador. Él informó de los acontecimientos de la refundación: “Entusiastas caravanas van cumpliendo la orden de retornar; unas, la mayoría, a pie; otras, a caballo; los enseres a lomo de mula, y en carretas haladas por yuntas de bueyes, las cargas más pesadas, que van lentas, pero más seguras. El 28 de abril, un nuevo domingo y fiesta de la Virgen de las Mercedes, se bendice a la ciudad y a nuestra cara patria”.

Asimismo, José Nicolás Vaca, quien estuvo durante cuatro años en La Esperanza, señaló en su discurso de ese día, hace 146 años, que no hay que olvidar los motivos de fundación de Ibarra de 1606: la salida al mar. Una mención especial es para los jóvenes ibarreños que fueron a Quito para aprender el oficio de topógrafos. Bajo la dirección de Arturo Rodgers trazaron la urbe desde la mítica palmera de la Esquina del Coco. Así, Ibarra renació de las cenizas.



Troya y Villarreal develan a Ibarra, 2018/04/19


Ibarra, en 1868, sufrió un terrible terremoto que destruyó la ciudad totalmente. Tras casi cuatro largos años, en 1872, los ibarreños -por iniciativa del presidente Gabriel García Moreno- retornaron a sus heredades. Tras 150 años del sismo, la urbe conmemora en estos días a los 550 sobrevivientes que levantaron la ciudad desde las cenizas.

Un cuadro y un mural se acercan a esos dos momentos: tragedia y esperanza. La pintura al óleo del terremoto de Ibarra, de Rafael Troya, representa una expresión del paisaje histórico propio del neoclasicismo y su “gran estilo sublime”.

Xavier Puig Peñalosa, en Rafael Troya: estética y pintura de paisaje, analiza este cuadro que se encuentra en el Centro Cultural El Cuartel: “Grises, ocres y marrones acrecientan con su cromatismo ese paisaje de muerte y desolación. El blanco marfil resalta a los cadáveres y el timbre de blanco casi inmaculado de las vestimentas de los socorristas nos obligan a fijar nuestra atención en ellos y, por consiguiente, la macabra ‘carga’ que acarrean. Al fondo, la verde hilera de la arboleda que permanece incólume, parece una cruel ironía de/en la propia naturaleza: solo la naturaleza se salva de la devastación de la propia naturaleza, ajena al sufrimiento humano. Al tiempo, la gradación en la escala de los personajes y las ruinas de los edificios (de mayor a menor, según nos alejamos del primer plano) dota de profundidad a la obra”.

En cambio, el mural “El retorno” que se encuentra en la Casa de la Cultura, núcleo de Imbabura, realizado por José Villarreal Miranda (Ibarra, 1957), hace una recapitulación del muralismo mexicano como lenguaje plástico. Al frente, precisamente, se encuentra otra obra en gran formato que trae al presente al señorío étnico de los caranquis y los rituales del maíz.

El niño es una evocación de la tradición etrusca porque llega en la pequeña hornacina a los dioses tutelares, porque donde ellos van está la ciudad. Se sabe que los romanos tenían un puñado de tierra de sus antiguos lares. En este caso el culto sería a San Miguel Arcángel, patrón de la urbe.


Jara Idrovo, fulgurante en Galápagos, 2018/04/12


Y vi toda la tierra de Tomebamba, florecida! / ¡Sibambe, con sus hoces de azufre, cortando antorchas en la altura!...”. Así inicia el poema Catedral salvaje, de César Dávila Andrade. “Mi talismán de barro y el fluvial / progenitor de donde vengo, / me circundan ahora, entre / dulces cilindros y entre herrumbres”, comienza Cuadernos de la tierra, de Jorge Enrique Adoum. Son poemas de los orígenes, de interrogantes sobre lo que somos, como Los amantes de Sumpa, de Iván Carvajal, o El habitante amenazado, de Hugo Salazar Tamariz.

Para María Augusta Vintimilla, la obra de Efraín Jara Idrovo, cuyas cenizas volverán a Galápagos, deja a un lado el mito fundador para afirmar una subjetividad individual que, simultáneamente, se quiere universal.

“No le seducen las singularidades del paisaje americano sino el cosmos, la naturaleza contemplada como un escenario de cierto modo abstracto en el que contienden fuerzas cósmicas; tampoco se remonta al pasado en busca de raíces ancestrales o de los grandes temas de la historia, sino que su tiempo es el presente, los dones frugales de la existencia, la cotidianidad más inmediata”.

Así se entiende esa elegía que es Sollozo por Pedro Jara: “el radiograma decía / ‘tu hijo nació. Cómo hemos de llamarlo’ / yo andaba entonces por las islas / dispersa procesión del basalto / coágulos del estupor…”.

Ese desgarramiento del poeta es también un cuidado experimento por convocar, de manera profunda, a la palabra. Es una estética, la promesa de sol que no termina de caer en la tarde, para citar a Borges. Es también la palabra que cae al vacío, sin paracaídas, para recordar a Vicente Huidobro y ese monumento de la lengua que es Altazor. 

Como bien señala Vintimilla, hay otros ejemplos de esta poesía que aspira a la palabra. Está el caso de Octavio Paz: “una palabra inmensa y sin revés”, o de César Vallejo que resume en el siguiente verso: “y si después de tantas palabras, no sobrevive la Palabra”.

Ecuador, en medio de tantas palabras huecas, no sabe aún al poeta que ha perdido con la partida de Jara Idrovo, hecho de roca fulgurante con “aquella sonrisa ya ganada por la melancolía”. Es como si ya no estuviera más el “Fakir”


sábado, 7 de abril de 2018

Presentación libro: Ciudad sobre las cenizas, 2018/04/12

El Jueves 12 de abril, se presenta la obra Ciudad sobre las cenizas (150 años del Terremoto de Ibarra), del historiador Juan Carlos Morales Mejía, con el auspicio del Cabildo de Ibarra, Ecuador. 

En la portada, el mural del pintor José Villarreal Miranda, que evoca el retorno de los ibarreños en 1872.

Lugar: Auditorio "Monseñor Leonidas Proaño", Municipio de Ibarra
Hora: 17:00




Descargue: Ciudad sobre las cenizas


En el Diario La Hora de 2018/04/15 está publicada la nota de prensa:





En el Diario El Norte de 2018/04/19 está publicada la nota de prensa:


¿Cómo se construye un país…?, 2018/04/05


Un dúo que cantó 70 años. 1.000 canciones grabadas. Giras por las entrañas del País de la Mitad. Era la época en que Radio Quito creaba famosos. Laura, nacida en la capital; su hermana Mercedes, en Guayaquil. De niñas, no tenían radio donde escuchar la música de esta tierra, pero empezaron a los 7 y 4 años, respectivamente. “De conchas y corales”, del compositor Luis Sánchez Peñaherrera, fue uno de sus temas.

El último día de marzo la voz de Laura -y con ella parte de la historia de Ecuador- se apagó para siempre, entre pasillos. Hay que decirlo: ahora música despreciada por un país que no se reconoce y que prefiere -sin caer en el chauvinismo- los reflectores de las centrales desde donde se dicta la moda.

Además de la película Mitad del Mundo, donde aparecieron estas cantantes de la época de oro, ¿dónde estuvieron los cineastas para grabar en gran formato a estas mujeres que entregaron toda su vida por un país que aún tiene vergüenza de lo que producen sus artistas? Además de la reseña de un minuto de los telediarios, ¿dónde están los documentales que nos muestren al dúo Mendoza Suasti? ¿Acaso alguna radio de “onda” pasó una de sus canciones?

En una lejana entrevista que realizaron a Carlota Jaramillo, ella contaba que cuando “gente bien” de Quito se enteró de que iba a cantar en el Teatro Sucre, no acudió porque consideraba que ese espacio, creado por Marieta de Veintemilla Marconi, inspirada en los salones parisinos, se había convertido en una “chichería”.

En esta misma columna he dicho que la falta de promoción es uno de los males endémicos de la música ecuatoriana, de todos los géneros. Busque el lector cualquier expresión, desde el yaraví a la música alternativa, y comprobará que nuestros músicos no aparecen en los canales tradicionales. Y lo digo con certeza. Allí vive el sueño de los justos, desde 2012, la consultoría “Validación del pasillo como patrimonio inmaterial de Ecuador”, donde constan las hermanas Mendoza Suasti, que son un espejo, aunque muchos no quieren mirarse. ¿Cómo se construye un país que no entiende sus raíces?



Como referencia, no es parte del artículo.