Julio Cortázar decía que los cuentos se ganan por knock-out, al
contrario de las novelas, que se triunfa por asaltos, para explicarnos
que en el primer caso debe ser una suerte de orfebrería, casi una
máquina perfecta. De allí que para los escritores de cuentos –muchas
veces ninguneados como la literatura infantil- el Premio Nobel de
Literatura a la canadiense Alice Munro es un aliciente en un mundo de
vértigo y de 140 caracteres. Hay que esperar que, en pocos años, reciba
un premio un creador de microcuentos o haikus. En el siglo XVIII el
nipón Kobayashi Issa escribió: De no estar tú, / demasiado enorme /
sería el bosque.
Munro es el
genio indiscutible de las novelas, capaz de hacernos ver a través de una
banal circunstancia toda la gama de nuestras pasiones...Es
curioso, porque los personajes de Munro, como Nita en el cuento Los
radicales libres (que nos recuerda a las teorías de Isaac Asimov), leen
reiteradamente novela, como Los hermanos Karamazov. A propósito de su
escritura sobre el mundo femenino, el escritor y traductor
estadounidense Davil Homel afirma: “ella escribe sobre mujeres y para
mujeres, pero no está demonizada por los hombres”. En la sección
cultural de El País se lee al crítico argentino Alberto Manguel: “Las
grandes obras de la literatura universal son vastos panoramas globales o
minúsculos retratos de la vida cotidiana.
Munro es el genio indiscutible de estas últimas, capaz de hacernos
ver a través de una banal circunstancia toda la gama de nuestras
pasiones y de nuestras pequeñas derrotas y victorias”. Comparada con
Chejov, Maupussant y Borges, lo que sorprende de su literatura es, en
primer término, un lenguaje pulcro y cotidiano que esconde –como bien lo
saben los grandes cuentistas- eventos que pueden desencadenar rupturas
impredecibles. De un “realismo psicológico”, dice el veredicto de la
Academia. No hay que olvidar a ese precursor que fue el atormentado
Edgar Allan Poe.
Su padre, Robert Laidlaw, que trató infructuosamente de sacar
adelante un criadero de zorros, era un hombre humilde pero amante de la
literatura, pero –aunque no fanático- inculcó a su familia una estricta
ética, bajo el influjo de los presbiterianos escoceses. Y un dato
interesante que se lee en el artículo La vida secreta de Alice Munro,
quien vivió pobremente en una granja: “Mientras que en Estados Unidos,
el elefante dormido al otro lado de la frontera, la religión siempre
estuvo aliada con la ambición económica, en estas familias de pioneros
escoceses el trabajo era un fin en sí mismo y mostrar un excesivo
interés por el dinero o hacer evidente cualquier tipo de veleidad ajena a
la vida común era considerado un pecado de vanidad”. El mundo del
cuento está de vestido de minifalda.
http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnistas/item/premio-nobel-al-cuento.html
http://es.scribd.com/doc/ 175032542/Radicales-libres- cuento-de-Alice-Munro
CUENTO: Radicales libres, Alice Munro
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