jueves, 3 de enero de 2019

Promesa utópica para 2019, 2018/12/27


Parecería –como nos dicen los filósofos- que vivimos épocas de incertidumbre. Resulta muy difícil rebelarse cuando la víctima y el verdugo, explotador y explotado, son la misma cosa, nos sugiere el libro La sociedad del cansancio, de Byung-Chul Han. “El exceso de positividad está conduciendo a una sociedad del cansancio. Así como la sociedad disciplinaria foucaultiana producía criminales y locos, la sociedad que ha acuñado Yes we can produce individuos agotados, fracasados y depresivos”, se lee en la reseña para recordarnos que todos, incluido el ejecutivo mejor pagado, trabajamos como esclavos aplazando indefinidamente el ocio.

¿Será esto verdad? Tal vez para parte del mundo Occidental que mira al Becerro de oro como su ídolo (600 ricos tienen el mismo dinero que la mitad de los humanos del planeta). Nos perdemos demasiados atardeceres, escribía Lin Yutang en 1939, en su obra La importancia de vivir, para argumentar que otra es la conciencia que viene de Oriente, tan poco conocido.

Occidente de la máquina de vapor, de la industrialización, de la hiperconectividad debería regresar a mirar lo que los antiguos advertían. “No es que tengamos poco tiempo, es que perdemos mucho”, dijo Séneca nacido en el año cuatro antes de Nuestra Era, pero es como si nos hablara de esta época de Facebook y de mensajes inútiles en WhatsApp mientras observamos en una película sin editar cómo nuestros congéneres se ufanan de una pizza o simplemente hacen el ridículo.

Michel de Certeau que nos aconsejó desconectarnos, en esa época de la televisión, tal vez nos diría ahora que apaguemos el celular, de vez en cuando claro está. Acaso entonces podamos volver a los clásicos, que nos hablaron hace más de dos milenios como el taoísmo: “Asociarse con mercaderes no es tan bueno como hacerse amigo de los ermitaños. Escuchar las habladurías de las calles no es tan bueno como los trinos de las aves y las canciones de los pastores. Hablar de las faltas de los contemporáneos no es tan bueno como ponderar las virtudes de los antiguos”.

Quizá así podamos detener el vértigo en que vivimos que, a la postre, es una mera ilusión. Hay que volver a mirar la luna el próximo año.


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