Parecería
–como nos dicen los filósofos- que vivimos épocas de incertidumbre. Resulta muy
difícil rebelarse cuando la víctima y el verdugo, explotador y explotado, son
la misma cosa, nos sugiere el libro La
sociedad del cansancio, de Byung-Chul Han. “El exceso de positividad está
conduciendo a una sociedad del cansancio. Así como la sociedad disciplinaria
foucaultiana producía criminales y locos, la sociedad que ha acuñado Yes we can produce individuos agotados,
fracasados y depresivos”, se lee en la reseña para recordarnos que todos,
incluido el ejecutivo mejor pagado, trabajamos como esclavos aplazando
indefinidamente el ocio.
¿Será
esto verdad? Tal vez para parte del mundo Occidental que mira al Becerro de oro
como su ídolo (600 ricos tienen el mismo dinero que la mitad de los humanos del
planeta). Nos perdemos demasiados atardeceres, escribía Lin Yutang en 1939, en
su obra La importancia de vivir, para
argumentar que otra es la conciencia que viene de Oriente, tan poco conocido.
Occidente
de la máquina de vapor, de la industrialización, de la hiperconectividad
debería regresar a mirar lo que los antiguos advertían. “No es que tengamos
poco tiempo, es que perdemos mucho”, dijo Séneca nacido en el año cuatro antes
de Nuestra Era, pero es como si nos hablara de esta época de Facebook y de
mensajes inútiles en WhatsApp
mientras observamos en una película sin editar cómo nuestros congéneres se
ufanan de una pizza o simplemente hacen el ridículo.
Michel
de Certeau que nos aconsejó desconectarnos, en esa época de la televisión, tal
vez nos diría ahora que apaguemos el celular, de vez en cuando claro está.
Acaso entonces podamos volver a los clásicos, que nos hablaron hace más de dos
milenios como el taoísmo: “Asociarse con mercaderes no es tan bueno como
hacerse amigo de los ermitaños. Escuchar las habladurías de las calles no es
tan bueno como los trinos de las aves y las canciones de los pastores. Hablar
de las faltas de los contemporáneos no es tan bueno como ponderar las virtudes
de los antiguos”.
Quizá
así podamos detener el vértigo en que vivimos que, a la postre, es una mera
ilusión. Hay que volver a mirar la luna el próximo año.
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