Al
caer la tarde, los abuelos del pueblo, tras dejar el arado, cuentan sus
antiguas historias. Son leyendas de épocas de brujas voladoras, de procesiones
del averno, de duendes traviesos que suelen esconderse en las quebradas para
espiar a muchachas de ojos grandes y de cabelleras lustrosas.
San
Blas de Urcuquí tiene un parque apacible y, con paciencia, se puede encontrar
estos mitos que pueden perderse cualquier día. Es el Ecuador profundo que pocos
conocen, porque creen que las luces de oropel de los centros comerciales son
los únicos referentes.
En
las pequeñas comarcas, el ritual de la palabra aún sobrevive. Esta es una
mitología recogida durante varios meses de convivencia. Seré sincero, nunca la
había escuchado y está relacionada con el fuego:
El
ruido de la acequia parecía perderse en la noche cerrada. Apoyado en un cayado
imprevisto, un vecino se abría paso por los surcos. A lo lejos, el viento
parecía estrellarse entre las montañas y volverse hacia los pastizales. La
neblina caía ocultando las torres de la iglesia.
Al
frente, la oscuridad como un presagio. Sin aviso, una ráfaga de luces mínimas
pasó por sus ojos. Destellos como grandes luciérnagas. Más de una docena de
centellas que se movían vertiginosas, pero que también se detenían para
reanudar un vuelo que ora era a ras de suelo, ora por la cabeza del aturdido
campesino. Los fuegos, del tamaño de un puño cerrado, ascendieron por el aire.
El hombre estaba hipnotizado por esas llamas circulares. Recordó vanamente una
historia, pero sus ojos seguían al torbellino de resplandores. Otra vez, el
concierto de luces golpeaba al viento. Iban en una hilera magnífica, como si
siguieran una ruta. Antes de esfumarse, pasaron tan cerca del espectador que si
alargaba su mano habría atrapado una esfera. Al otro día, mientras relataba su
experiencia en el poyo de la casa, cerca de la iglesia, un hombre viejo le
dijo: eran mechayas. Son como fuegos fatuos. Mecheros de las noches funestas.
Al atraparlos -aunque sea a uno- se convierten en saquitos de oro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario