La
única fotografía de Ibarra, antes del terremoto de 1868, la tomó un viajero
italiano desde Alto de Reyes, un mirador de la urbe. En Vistas en el Ecuador,
Camillus Farrand devela a una urbe captada en 1862. Además de los 8 personajes,
4 de ellos afrodescendientes, se aprecia el esplendor de una población que
después fue devastada.
Mas,
un cronista que llegó en 1747, Mario Cicala, nos da más pistas de cómo era la
ciudad perdida. “No sé ciertamente por qué razón el Diccionario Geográfico y
los geógrafos no hacen la más mínima mención de una ciudad tan famosa y célebre
en la provincia de Quito, siendo una de las más antiguas, fundada por uno de
los primeros conquistadores de la Provincia y Reino, llamado Miguel de Ibarra,
de quien tomó su nombre”.
El
jesuita, que estudió en San Gregorio, relata la vida cotidiana: “Los ciudadanos
de Ibarra son de robusta y fuerte corpulencia, por lo común de bellos rasgos y
de vivos colores. Son de carácter dócil e índole afable y amable; asimismo
están dotados de generosa liberalidad, buenos ingenios, agudos y rápidos, muy
aplicados al estudio de las letras.
Ordinariamente
destaca casi en todos un temperamento pacífico, inclinado a la seriedad y
gravedad; es gente de gran honor y de palabra. Con los forasteros y pasajeros
son benévolos y obsequiosos. Las personas nobles y civiles son muy urbanas,
educadas y atentas; pero la plebe es basta, rústica y de poca urbanidad; de
algunos oí decir que era igualmente audaz, imprudente y malcriada. Al presente
no hay mucha nobleza, pues muchas familias nobles se trasladaron a Quito”. El
jesuita cuenta que desde que apareció el Monopolio Regio del aguardiente de
caña comenzó a aniquilarse la ciudad.
Lo
que no dice es que fueron los jesuitas quienes desde parte de sus 8 haciendas
en el norte -de las 132 que tenían por todo el país- traficaban el aguardiente,
producido en sus propias plantaciones, donde tenían esclavos arrancados de
África. Justo, los parientes de la fotografía revelada en el XIX, ahora con
poncho de los nuevos amos.
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