lunes, 9 de septiembre de 2013

Imbabura de fiesta

En los antiguos tiempos, los dioses andinos andaban libremente por las lagunas. Eran los montes tutelares que se entregaban a las nieves de sus cumbres. Ese es el caso del Taita Imbabura y la Mama Cotacachi, las dos montañas que representan a la “Provincia Azul”, como se conoce a esta región al norte de Ecuador, con más de una veintena de lagos y lagunas.
Esto a propósito de que la provincia de Imbabura, en septiembre, tiene sus mayores fiestas fundacionales, en Otavalo (con la chicha del Yamor), en Cotacachi (con la chicha de jora) y en Ibarra, lugar de los centenarios helados de paila. Sin embargo, muchos olvidan que este territorio estuvo habitado por los caranquis, del 500 al 1500 de nuestra era y que el maíz -como ahora- está presente en la cotidianidad, aunque sus más de 5.000 tolas estén en peligro o, simplemente, han desaparecido ante la indolencia.
En la cascada de Peguche, un sitio mágico a escasos cinco minutos de Otavalo, aún es posible contemplar los antiguos ritualesLa provincia de Imbabura es privilegiada: en una superficie de 4.559.3 km2 se asientan culturas diversas en un paisaje espléndido que incluye una diversidad de climas, debido a su geografía que va desde las nieves hasta el intenso trópico.
Sus antiguos dioses -en la época de los señoríos étnicos- eran precisamente las lagunas, cascadas, árboles sagrados y el mayor protector: el cerro Imbabura (4.560 m), el Taita o Padre protector. En la actualidad se conservan los centros ceremoniales, construidos como tolas, que nos hablan de un pasado donde la comunión con sus deidades y el comercio entre hermanos era una de las claves de su cosmovisión, antes de la expansión del imperio inca y la conquista española.
Sin embargo, el viajero aún puede encontrar esta milenaria sabiduría, como los rituales en las cascadas, durante las celebradas fiestas de los sanjuanes, en el solsticio de junio, que es un agradecimiento a las cosechas, anterior a la llegada de los incas, quienes trajeron la deidad del Sol. Por eso, en la cascada de Peguche, un sitio mágico a escasos cinco minutos de Otavalo, aún es posible contemplar los antiguos rituales o asistir a una “limpia”, de los yachacs, o shamanes indígenas, quienes purifican el alma. No hay que descartar tampoco la amplia gama de complejos en el Valle del Chota, que han incluido acercamientos a esta realidad andina, en una provincia que se precia de tener una de las mejores infraestructuras hoteleras de Ecuador. Además de las termas de Chachimbiro o los textiles de Atuntaqui. Por eso es posible hospedarse en las cabañas comunitarias de San Clemente, a cinco minutos de Ibarra, un turismo que tiene su razón en esta región multicultural.

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