En
los antiguos tiempos, los dioses andinos andaban libremente por las
lagunas. Eran los montes tutelares que se entregaban a las nieves de sus
cumbres. Ese es el caso del Taita Imbabura y
la Mama Cotacachi, las dos montañas que representan a la “Provincia
Azul”, como se conoce a esta región al norte de Ecuador, con más de una
veintena de lagos y lagunas.
Esto
a propósito de que la provincia de Imbabura, en septiembre, tiene sus
mayores fiestas fundacionales, en Otavalo (con la chicha del Yamor), en
Cotacachi (con la chicha de jora) y en Ibarra, lugar de los centenarios
helados de paila. Sin embargo, muchos olvidan que este territorio estuvo
habitado por los caranquis, del 500 al 1500 de nuestra era y que el
maíz -como ahora- está presente en la cotidianidad, aunque sus más de
5.000 tolas estén en peligro o, simplemente, han desaparecido ante la
indolencia.
En la cascada de Peguche, un sitio mágico a escasos cinco minutos de Otavalo, aún es posible contemplar los antiguos ritualesLa
provincia de Imbabura es privilegiada:
en una superficie de 4.559.3 km2 se asientan culturas diversas en un
paisaje espléndido que incluye una diversidad de climas, debido a su
geografía que va desde las nieves hasta el intenso trópico.
Sus
antiguos dioses -en la época de los señoríos étnicos- eran precisamente
las lagunas, cascadas, árboles sagrados y el mayor protector: el cerro
Imbabura (4.560 m), el Taita o Padre protector. En la actualidad se
conservan los centros ceremoniales, construidos como tolas, que nos
hablan de un pasado donde la comunión con sus deidades y el comercio
entre hermanos era una de las claves de su cosmovisión, antes de la
expansión del imperio inca y la conquista española.
Sin
embargo, el viajero aún puede encontrar esta milenaria sabiduría, como
los rituales en las cascadas, durante las celebradas fiestas de los
sanjuanes, en el solsticio de junio, que es un agradecimiento a las
cosechas, anterior a la llegada de los incas, quienes trajeron la deidad
del Sol. Por eso, en la cascada de Peguche, un sitio mágico a escasos
cinco minutos de Otavalo, aún es posible contemplar los antiguos
rituales o asistir a una “limpia”, de los yachacs, o shamanes indígenas,
quienes purifican el alma. No hay que descartar tampoco la amplia gama
de complejos en el Valle del Chota, que han incluido acercamientos a
esta realidad andina, en una provincia que se precia de tener una de las
mejores infraestructuras hoteleras de Ecuador. Además de las termas de
Chachimbiro o los textiles de Atuntaqui. Por eso es posible hospedarse
en las cabañas comunitarias de San Clemente, a
cinco minutos de Ibarra, un turismo que tiene su razón en esta región
multicultural.
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