Las ciudades, además de sus sitios emblemáticos del poder
como las plazas o monumentos, tienen sus no lugares, sitios de la bohemia, de
los bajos fondos -después convertidos en atractivos turísticos como La Ronda- o
de historias truncadas, como el Puente Roto, de Cuenca, o Las Peñas, en
Guayaquil.
Aunque en sus momento fueron olvidados después, merced a
los imaginarios desde sus orígenes, se convierten en lugares para el turismo.
Tal es el caso de San Juan Calle, en Ibarra, donde hasta hace poco aún existían
las últimas casas que resistieron al terremoto de 1868. Aquí su historia.
En quichua se escribe: Yacu calle, que significa Calle
del agua; así, San Juan Calle es una designación del español, pero desde la
cosmovisión indígena. Esto sucede porque en el lugar existía una antigua
pacarina, es decir un lugar sagrado vinculado con el agua. Este sitio de
adoración, que era una vertiente, fue sustituido rápidamente en la época
colonial por emblemas católicos, una estrategia de los curas doctrineros para
afianzar a los nuevos dioses. En la actualidad, con el cambio de nombres, esta
tradicional calle se llama Juan Montalvo, que recuerda al escritor polemista de
finales del XIX, autor de obras esenciales como Siete tratados o El
Cosmopolita, precursor del ensayo modernista en Hispanoamérica.
Martha Leonor de la Torre refiere que el antiguo nombre
se debe a que, desde El Tejar, bajaban bailando los sanjuanes, en las fiestas
del solsticio, pero también porque los devotos de San Juan llevaban al santo
hasta la iglesia de Santo Domingo, en medio de cantos y rezos. Eran los
extramuros de la urbe.
En la esquina de esta emblemática calle está la Cruz
Verde. Hay varias versiones de estos símbolos cristianos, durante la época
colonial. En Canarias le atribuyen a la presencia divina en un pino, mientras
hay registros de Lima durante el siglo XVIII, recogidos por René Millar
Carvacho, donde una Cruz Verde antecedía los oficios de la Inquisición contra
la expiación de culpas de los herejes.
Para el caso de Ibarra, se cuenta que en el antiguo
barrio de San Roque habitaban dos beatas, Micaela y Luz Morán. Al regresar,
casi al anochecer, de rezar el rosario se les aparecieron animales infernales.
Fueron ellas quienes confeccionaron una rústica cruz. Cuando los ibarreños
sobrevivientes del terremoto de 1868 retornaron a reconstruir la ciudad alzaron
una cruz de piedra, trabajada por Manuel Carlosama, de las canteras de
Cutzintzi. Pero en la época liberal, se destruyó. La actual está hecha de
cemento.
Amílcar Tapia Tamayo, citando al corregidor de Ibarra
Lucas de la Fuente, en 1767, comenta que de las tres cruces, una en el sector
de Los Molinos otra en Ajaví, la que más veneración tenía era la llamada Cruz
Verde de la vera del camino. Así, los devotos durante la Semana Santa hacían
una fiesta solemne en la ermita con quema de chamarasca y música de pífanos.
Pero San Juan Calle también es el lugar donde aún se
cuentan las mitologías, como la procesión de ultratumba y su diablo que pasó a
llamarse la Caja Ronca, que asustaba a los ibarreños del ayer. (O)
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/los-diablos-de-san-juan-calle
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