Una obra de microteatro “naif”: “El santo prepucio”.
Localidad: San Borondón (en el mito canario es una isla perdida), cerca de
Guayaquil de fraguas de Vulcano. Aquí la censura aupada por un comisario que no
alcanza para un relato kafkiano o teatro del absurdo, de Beckett: “Cuando los
nazis vinieron a llevarse a los comunistas, / guardé silencio, / porque yo no
era comunista…”
A lo sumo da para picaresca, porque el género es comedia.
El cartel tiene un salchichón y en la versión anterior un chorizo y sus
respectivas monjas. Toda una lectura fálica, un desmonte del sistema
patriarcal. Una guerra de imágenes para citar a Serge Gruzinski. La obra
regresará pero se obliga a pedir disculpas. “Con la Iglesia hemos topado,
Sancho”, diría don Quijote.
Hay también tragedia, porque todo fundamentalismo es eso:
la lectura de la bula Summis desiderantes
afecctibus, de Inocencio VIII, que desató la persecución de las brujas en
el siglo XV, como si fuera algo normal en el XXI. De allí la palabra blasfemia
contra las mujeres actrices. Antes los “herejes” iban a la hoguera. Eso lo supo
Giordano Bruno y aquellos que sintieron en carne propia la bula Ad extirpanda, promovida por otro Inocencio IV, para usar la
tortura y sacarles a sus víctimas la confesión de herejía. Del celo religioso
nace el Anticristo, decía Umberto Eco
Por acá, iniciaron con la extirpación de idolatrías en la
época colonial mientras llevaban en andas al apóstol Santiago “mata indios”. En
el libro De la estupidez a la locura,
Eco señala que el tema de las reliquias iba con el factor económico porque eran
un recurso turístico para atraer feligreses. “El prepucio de Jesús estaba
expuesto en Calcata (Viterbo) hasta que en 1970 el párroco comunicó su
sustracción. Ahora bien, han reivindicado la posesión de esa misma reliquia
Roma, Santiago de Compostela, Chartes, Besanzón, Metz, Hildesheim, Charroux,
Conques, Langres, Amberes, Fécamp, Puy-en-Velay, Auvergne”.
Modestamente, culmina Eco, esta historia la he contado en
mi novela Baudolino pero no pretendo hacer creer a quienes no creen. Igual, el
culto al santo prepucio fue prohibido por la Iglesia en 1900, con la amenaza de
excomunión a quienes lo siguieran ante la presencia de 14 “originales
pellejillos divinos”.
Queda la frase de Stanislavski “Toda lesión, toda
violación de la vida creadora del teatro es un crimen.” ¡Todos al teatro! La
intolerancia no se combate solo en las redes.
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