El
pasillo se inició con la búsqueda -como la Independencia misma y el
pensamiento criollo- de otras maneras de entender nuestra América
profunda. Aunque se parecía a los bailes europeos cada vez se alejó más
de las cortes, de sus corsés y boato decadente.
La
denominación pasillo obedecería a que su baile se practicaba con pasos
cortos y rápidos, aunque también se lo asume como baile de pareja
entrelazada, a diferencia de los bailes populares, que eran de pareja
suelta (paseíllo, sería su primer nombre). Se sabe que Simón Bolívar, el
Libertador, bailaba estos ritmos que se alejaban más de Europa y sus
cortes.
Con
la construcción y el nacimiento de los nuevos países se necesitaban
otras voces que acompañaran el proceso republicano. Su recorrido es,
curiosamente, lo que somos: una hibridación cultural donde todos los
aportes son válidos. Si para finales del XIX había ingresado a la
academia, para la época alfarista -también por la movilidad- fue una
música que ancló en las ciudades, en esas urbes, a veces,
adversas.
Se
coló en las rocolas, en los bajos fondos (...). Y, ahora, el pasillo
anda vestido de jazz, de música contemporánea, o sale en una canción
pop.Un día se volvió canción, para varios frentes: el desarraigo,
la copla certera, los amores náufragos, los amores idealizados, el amor
filial y hasta la preocupación metafísica y, por
qué no, la réplica. Con las fracturas del país, con los cambios entre
lo agrario y la aparente modernidad, también el pasillo buscó su puesto.
Se coló en las rocolas, en los bajos fondos, y de allí irrumpió en los
lugares donde antes lo tenían prohibido. Tomó la palabra y el escenario,
aunque aún es cantado entre amigos y familia. Y, ahora, el pasillo anda
vestido de jazz, de música contemporánea, o sale en una canción pop.
Hay un hecho ineludible: el pasillo sigue vivo.
Del
pasillo se ha dicho de todo: que es una música triste, que en una época
tuvo influencia del yaraví, que no es triste sino un sentimiento, que
los mejores pasillos son los académicos, que las mejores letras son las
que los músicos pusieron a los textos de la Generación Decapitada, que
un día el
pasillo se aliará con el jazz -ya lo está haciendo-, que no hay pasillo
como el lojano o el cotacacheño, que ha servido como una catarsis para
un país que ha derramado abundantes lágrimas, aunque los migrantes se
alegran cantándolo. Esa es la maravilla del pasillo ecuatoriano: es
inasible.
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