Arhur Young, viajero del siglo XIX, cuenta
sin una pizca de complejos que vendió su caballo en 600 libras tornesas (cuatro
años de salario anual para un “sirviente ordinario”), refiere Thomas Piketty,
en “El capital en el siglo XXI”. Los novelistas del XIX, dice, describen un
mundo donde la desigualdad era en cierta manera necesaria: si no existiera una
minoría suficientemente rica, todo el mundo debería preocuparse por sobrevivir.
“Esta visión de la desigualdad tenía por lo menos el mérito de no describirse
como meritocrática”, acota.
Parásitos, del director surcoreano Bong Joon
Ho, está construida de anti-héroes y con un aire kafkiano de cucarachas.
Roberto R. Aramayo increpa: “Quien vea esta película queda bien motivado para
leer a Piketty. E igualmente para releer el “Discurso sobre el origen de la
desigualdad” de Rousseau. Bajo los malos gobiernos -advierte Rousseau- la igualdad
proclamada por las leyes no pasa de ser aparente e ilusoria. No debería
consentirse -dice- que un puñado de gentes rebose de superfluidades mientras la
multitud hambrienta carece de lo necesario”.
En las primeras escenas, la familia Kim del
subsuelo busca desesperadamente conexión wifi y la halla en el retrete, entre
el “olor de pobres”. Afuera la realidad vergonzante: ocho hombres, sin
ruborizarse, tienen la misma cantidad de dinero que 3.600 millones de seres
humanos.
Corea del Sur está entre las 10 economías más
importante del mundo, pero un Kim requiere –con salario promedio de allá- 564
años de trabajo para tener una tétrica casa como la de los Park (el glamuroso
tacho de basura cuesta $ 2.000 y fue prestado para el film). ¿Necesitamos todos
una casa como la de los Park con su horrendo secreto? Le Corbusier tenía una
casa de 3x3. Hay que leer “El intestino del Leviatán”, de Santiago Zarria, en
Plan V, donde dice que hay que domar a la bestia –el sistema capitalista-
porque terminará por hundirse.
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