""Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, el cual engaña a todo el mundo. Fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados junto con él". Apocalipsis 12:9
Cuando el diablo, con barba de chivo viejo y patas de cabra, retiró su mano izquierda, Francisco Cantuña tuvo una corazonada porque el Maligno se parecía más a los demonios medievales amigos de las gárgolas que al temible Samael, parte de los ángeles caídos. Ya era tarde, porque el apretón de manos había sellado un pacto firmado con sangre.
Mas, el sagaz Cantuña notó en este ser algo muy diferente a los temibles espíritus del famoso cuadro del Infierno que existía en la cercana Compañía de Jesús, pintado en 1626, por Hernando de la Cruz, donde los condenados de ojos desorbitados –entre llantos y crujir de dientes- eran devorados por lenguas de fuego más allá de la eternidad.
Claro que Cantuña estaba preocupado, al fin y al cabo era su alma la que estaba en juego, además de su prestigio como constructor, porque en breve debían llegar tres legiones de diablillos a terminar el atrio de la iglesia de San Francisco aquella noche sombría en la ciudad de las campanas, Quito, en esos aciagos días de 1667. (Fragmento del prólogo).
Cantuña y los mil diablillos, Juan Carlos Morales Mejía; Roger Ycaza (ilustraciones), Editorial Pegasus, Quito, 2024"
https://www.instagram.com/p/C9xO3LaJZbF/?igsh=MWNvN2FsdnB2OTZuMQ==Cuando el diablo, con barba de chivo viejo y patas de cabra, retiró su mano izquierda, Francisco Cantuña tuvo una corazonada porque el Maligno se parecía más a los demonios medievales amigos de las gárgolas que al temible Samael, parte de los ángeles caídos. Ya era tarde, porque el apretón de manos había sellado un pacto firmado con sangre.
Mas, el sagaz Cantuña notó en este ser algo muy diferente a los temibles espíritus del famoso cuadro del Infierno que existía en la cercana Compañía de Jesús, pintado en 1626, por Hernando de la Cruz, donde los condenados de ojos desorbitados –entre llantos y crujir de dientes- eran devorados por lenguas de fuego más allá de la eternidad.
Claro que Cantuña estaba preocupado, al fin y al cabo era su alma la que estaba en juego, además de su prestigio como constructor, porque en breve debían llegar tres legiones de diablillos a terminar el atrio de la iglesia de San Francisco aquella noche sombría en la ciudad de las campanas, Quito, en esos aciagos días de 1667. (Fragmento del prólogo).
Cantuña y los mil diablillos, Juan Carlos Morales Mejía; Roger Ycaza (ilustraciones), Editorial Pegasus, Quito, 2024"


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