El
almuerzo -locro de papas y mote con mapahuira, además de queso amasado y
aguacate- trae la memoria de varios hechos históricos que interrogan al
presente. La papa, cultivada por los pastos sobre los 3.000 msnm; el maíz y
aguacate, de los caranquis (en el rango de los 2.500 msnm) y la definición de
la manteca de cerdo, traída por los descendientes de Benalcázar.
Para
explicar por qué, en específico, el pueblo pasto -después de realizar un aporte
valiosísimo presente en su cerámica- tendría un declive ya para el siglo XVI,
es necesario acudir al libro de Galo Ramón Valarezo El poder y los norandinos, la historia en las sociedades norandinas del
siglo XVI, 2006.
Citando
a María Uribe -quien menciona una crisis en la economía protopasto, que produjo
un debilitamiento en el intercambio intrarregional- el autor señala dos
elementos claves entrelazados que mermaron ese poderío: conservación de los
alimentos e intercambios permanentes, crecientes y ventajosos, además de un
territorio muy frío que favorecía una buena producción de papa, pero de muy
poco maíz. Siguiendo a Ramón, pág. 67:
“Sabemos
las dificultades de los señoríos norandinos para conservar la papa, difícil de
convertirla en chuñu por la enorme nubosidad que dificulta la variación diurna
sol-helada. Los protopastos, si bien manejaron los ciclos productivos, tampoco
contaron con los enormes campos de camellones que tuvieron los cayambes o
caranquis”.
Con
apenas dos camellones, en los valles ondulados, este pueblo no logró acceder al
maíz, “este precioso cereal que permite un fácil y conocido almacenamiento”,
según refiere Cristóbal Landázuri, en Los
cacicazgos pastos prehispánicos: agricultura y comercio, siglo XVI, citado
en la obra.
Hay
un tema crucial. ¿Por qué los descendientes de los pastos -en la actual
provincia de Carchi- siguen a merced de los intermediarios, sin lograr una
línea de industrialización, con valor agregado? No hay que olvidar que los
mindalaes –los astutos comerciantes- esclavizaron a sus ancestros. Su
universidad debería darnos una respuesta, en una provincia donde únicamente el
7% es planicie, mientras en Imbabura es el 45%.
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