Quitando
las telarañas de las narrativas de los medios, incluidas las redes, hay un
hecho: la cadena nacional donde negociaron los pueblos originarios y el
Gobierno sobre el Decreto 883 (solo un detonante).
Antes
la institucionalidad presentó en un enlace a la milicia, el domingo los
representantes amazónicos hicieron lo propio, usando sus penachos y pinturas en
la cara, hombres y mujeres, en una muestra también de una posición hostil. El
resto estaba con sus ponchos rojos y una memoria de levantamientos de siglos y
sus muertos.
Fue
más que una disputa entre campo-ciudad, mundos indígena-blanco-mestizo,
centro-periferia, civilización-barbarie (qué mismo es el desarrollo, cabe
preguntarse), clases sociales, élites representadas, pueblo llano o
poscolonialidad…
Se
trató del enfrentamiento de dos cosmovisiones: comunitaria andina frente a la
individual occidental, que al no ser resueltas han producido a lo largo de
nuestra historia racismo, exclusión, pobreza, regionalismo, a tal punto que
Ecuador, y hay que decirlo fuerte y claro, vive una suerte de apartheid disimulado a lo largo de
siglos, que se hizo más evidente en el cierre del puente, curiosamente llamado
de la Unidad Nacional, en Guayaquil.
Basta
leer los libros del sudafricano y Premio Nobel de Literatura John Maxwell
Coetzee, como Esperando a los bárbaros,
para advertir esa realidad, aquí en el país de los cuatro mundos, y comprobar
que los indígenas (nativos significa y proviene del latín) -como
eufemísticamente los llamamos para no decirles indios- no solo deberían
quedarse en el páramo, donde irónicamente protegen el agua que toman los
mishos.
A
diferencia de Paraguay donde todos saben guaraní, acá ni siquiera hablamos
quichua. Desconocemos sus principios: Ama
killa, Ama llulla, Ama shuwa (No ser ocioso, no ser mentiroso, no ser
ladrón). Peor Urkumantami kani (Soy
del páramo).
Juan
Montalvo dijo que un día contaría la historia del “indio” y haría llorar al
mundo. Nunca lo hizo. Murió en París escribiendo Los capítulos que se le olvidaron a Cervantes, Shuk shunkulla, que
seamos como un solo corazón, nos dicen. Nunca los hemos escuchado.
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