Cada
pueblo tiene sus personajes. En Ibarra, aún camina por sus calles
Fausto Yépez Almeida. Cuando nació, en 1928, la urbe continuaba
levantando imponentes edificios públicos, casas de paredes anchas por
temor a un
nuevo terremoto, en medio de buganvillas y palmeras, y contaba con
varios periódicos, hechos con plata y persona, que tenían una idea fija:
la salida al mar por San Lorenzo.
Cuando
las beatas cerraban sus rendijas, se reunían en la casa de Fausto Yépez
Almeida los mejores cantantes para grabar en su reluciente equipo de
cinta.Años más tarde, el joven Yépez,
de bigote, amplia sonrisa y zapatos lustrosos, acaba de sorprender a
sus paisanos con una bicicleta a motor, que lo lleva por las empedradas
calles, hasta los pacientes que esperan por una inyección. Durante
décadas estará al frente de la botica Ibarra, en el parque Pedro Moncayo
y la evocación de su ceibo, preparando, al inicio, pócimas con láudano,
hasta ser conocido como el “Señor de los Remedios”, apelativo que le
agrada, en medio de su colección de
llaveros, estampillas, réplicas de cuadros famosos e imágenes
religiosas, artilugios médicos y, en cierto momento, hasta un cóndor
disecado. El otro amor es inclaudicable: Ibarra. Por eso, junto con la
Asociación Cultural Amigos de Ibarra, fue el artífice de la publicación
de ocho tomos sobre la historia de esta ciudad.
Por
las noches, cuando las beatas cerraban sus rendijas, se reunían en la
casa de Fausto Yépez Almeida los mejores cantantes de música nacional
para grabar en su reluciente equipo de cinta, adquirido ex profeso, en
un tiempo en que las melodías del violín de Armando Hidrobo parecían
deslizarse más allá de las callejas. Las grabaciones de esa época de oro
de la música ecuatoriana son, sin duda, su mejor legado. La otra
actividad que ocupaba el tiempo de
este personaje de traje pulcro y leontina al bolsillo fue su labor por
la patria chica, desde concejal ad honórem, pasando por gobernador
encargado.
Se reconoce socialista, de los hechos a la antigua y críticos al sistema de hacienda, tal como se lee enHuasipungo,
de Jorge Icaza, y sus lecturas preferidas son los textos en torno a
Ibarra. Estuvo casado con Teresa Collantes y tiene tres hijos, además de
nietos, y es, acaso, el ibarreño quien a más eventos ha asistido,
siempre puntual y por su labor ha recibido condecoraciones, como la
impuesta por el presidente Gustavo Noboa Bejarano. Fausto Yépez Almeida
podría ser la inspiración del vals de Chabuca Granda: Fina estampa,
caballero / caballero de fina estampa / un lucero que sonriera / bajo
un sombrero... Al mirarlo cruzar el parque, es como si el abuelo de
todos caminara con dirección a una ciudad evocada en medio de la bruma.
FOTOS:
Fausto Yépez Almeida, en la exposición del libro Imbabura, auspicio del
Gobierno Provincial de Imbababura, Diego García Pozo, prefecto.
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