lunes, 3 de noviembre de 2014

¿Big Bang o Dios?



Hace tres años, reseñan las noticias, el papa Benedicto XVI advirtió que, al contrario de lo que sostenía el físico Stephen Hawking en su último libro, El gran diseño, Dios sigue siendo necesario para explicar el origen del universo. “No debemos dejar que nos limiten la mente”, dijo entonces Joseph Ratzinger. Y ahora ha sido su sucesor, el papa Francisco, quien el pasado lunes ha vuelto a insistir sobre aquella tesis: “El Big Bang -la teoría científica que explica el origen del universo- no se contradice con la intervención creadora divina, al contrario, la exige”.

Entonces, hay que volver al libro Stephen Hawking: una vida para la ciencia, de Michael White y John Gribbin. Así, el Santo Grial de la física moderna es una Teoría del Todo (TdT) que combine la relatividad y la teoría cuántica (que dice que el universo, en su nivel más profundo, opera en forma indeterminada) en un solo paquete; un conjunto de ecuaciones que explique la totalidad de los fenómenos que ocurren en el universo, desde la Gran Explosión hasta los átomos de los que estamos hechos.

Albert Einstein procuró encontrar la TdT, pero fracasó, pues era incapaz de aceptar el carácter aleatorio de la teoría cuántica. “No puedo creer que Dios juegue a los dados con el cosmos”, había señalado en una ocasión.
Hawking fue más lejos, al rebatir la famosa frase de Einstein, dijo: “Dios no solamente que juega a los dados con el universo, si no que a veces los arroja a donde nadie puede verlos”.

En los primeros años de la década de los ochenta empezó a preguntarse si en realidad hubo un principio del tiempo. Al comienzo supuso que tras la Gran Explosión el universo se expandiera hasta alcanzar cierto tamaño y luego, al cabo de millones de años, la gravedad lo haría derrumbarse sobre sí mismo, en lo que podría llamarse la Gran Contracción. El tiempo tendría, pues, un principio y un fin.

Pero Hawking propuso una teoría más radical. Tomando en consideración la teoría cuántica, desarrolló su concepto de ‘ausencia de fronteras’, según el cual no existe ningún punto absoluto en el que el universo haya comenzado.
El espacio y el tiempo, la energía y la materia se convierten así en un paquete autocontenido. Esta idea parece eliminar la necesidad de un dios.

Sin embargo, Hawking, al igual que muchos científicos, no siente que exista un verdadero conflicto entre la religión y la ciencia. El doctor Jonh Polkinghorne, miembro de la Sociedad Real y presidente del Queen’s College de Cambridge, dijo: “Uno puede creer en la cosmología de la Gran Explosión, y creer también que esta ocurrió por la voluntad de Dios, el Creador”.

Hawking explicó: “Mi trabajo sobre el origen del universo se halla en la frontera entre la ciencia y la religión, pero yo procuro mantenerme al lado de la ciencia. Vivimos en un planeta pequeño que gira en torno a una estrella como muchas otras, situada en el extremo de una entre 100.000 millones de galaxias. Es difícil creer en un dios que se ocupe de nosotros”.

No obstante, añadió: “Es posible que Dios actúe en formas que no pueden explicarse por medio de leyes científicas”. Seremos un sueño que Dios está soñando, diría Borges.






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