Dos
libros fundamentales están atribuidos al divino Homero -algunos dicen
que era un rapsoda ciego-, La Ilíada y La Odisea. El primero inicia así:
“Diosa, canta del pelida Aquiles la cólera desastrosa que asoló con
infinitos males a los griegos y sumió a
la mansión de Hades a tantas fuertes almas de héroes que sirvieron de
pasto a los perros y a todas las aves de rapiña”.
El
segundo, que prefiero, relata las asombrosas aventuras de Ulises, quien
no podía volver a la amada Ítaca, bajo la maldición de Poseidón: “Musa,
dime del hábil varón que en su largo extravío, tras haber arrasado el
alcázar sagrado de Troya, conoció las ciudades y el genio de innúmeras
gentes”. La Ilíada es un libro de guerras, de traiciones, de embustes de
un prodigioso caballo; el otro, en cambio, nos muestra a los cíclopes y
a las sirenas. El uno muestra las historias de las batallas y su épica,
el otro de la mitología y sus seres fantásticos.
Son
diferentes miradas desde la época de los griegos, con un Platón que
defendía el mito ante un Aristóteles que profesaba la razón. Y esta
razón pura -a lo Kant- ha sido declarada como valor absoluto de la
cultura de Occidente. Por eso los relatos de los abuelos y abuelas
pasaron a ser una superchería porque el mito dejó de ser considerado
como una revelación de los dioses.
Habría
que esperar que llegaran otras ciencias -como la etnología- para que
estas sabidurías guardadas de manera oral salieran a mostrar sus
encantos. Para Lévy-Strauss los mitos son una expresión de una lógica
impecable, propia de una forma de pensar distinta al racionalismo
moderno, presente en culturas que tienen una
lógica distinta a la lógica formal.
Esto
a propósito de la IX edición del festival ‘Ecuador: tierra de
leyendas’, que acaba de realizarse por iniciativa del Pensionado
Universitario y el aval del Municipio de Quito, que ha declarado a
noviembre como el mes de los mitos. De hecho, los colegios
participantes: María Auxiliadora, Academia Militar del Valle, Ángel
Polibio Chávez, Ludoteca, Franz Schubert y los anfitriones -quienes
realizaron versiones en video y en inglés- recibieron una estatuilla del
famoso gallito de la Catedral.
Se
presentaron ‘El Uñaguille’, ‘Los shuar y la yuca’, ‘El castillo
del gringo loco’, ‘Zhiro’, ‘El árbol de guayaba de Galápagos’ y ‘Las
brujas de Urcuquí’. Ojalá, algún día, la historia de nuestro país tenga
más de mitología que de trajes de generales. Eso solo será posible si la
mitología de Ecuador entra como materia indispensable, tan válida como
el período liberal.
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