En 1977,
Laura Carlotto estaba en una confitería en Buenos Aires, junto a su pareja
Óscar Montoya. Era un país peligroso para ser jóvenes, y peor jóvenes
cuestionadores del sistema. Los militares que los secuestraron los llevaron, al
poco tiempo, al centro de detención clandestino de La Chaca, en La Plata. A él
lo torturaron y lo asesinaron frente a Laura, que estaba embarazada. Tuvo a su
niño, que lo llamó Guido, pero a los dos meses la mataron. Cinco horas tuvo a
su hijo en sus brazos. Después, los militares entregaron al niño a una pareja
de campesinos, en Olavarría. Lo bautizaron como Ignacio Hurban.
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El chico
nunca supo que su padre era ‘montonero’, peor que era músico del peligroso rock
en la banda Nosotros. Sus restos fueron hallados en mayo de 2009, gracias a un
trabajo de la Iniciativa Latinoamericana de Identificación de Personas
Desaparecidas. Lo habían enterrado como NN en el Cementerio de Berazategui el
27 de diciembre de 1977. El cuerpo, de 23 años, tenía 16 balazos, lo que
demuestra que fue fusilado.
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La
dictadura argentina no solo robaba niños, también mataba: se calcula más de
30.000 asesinados. Sin conocer esto, el hijo, amante del jazz, escribió una
canción titulada ‘Para la memoria’: “Si lapidando al poeta, se cree matar la
memoria, que más le queda a esta tierra, que va perdiendo su historia”.
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Lo que
nunca pudieron, ni en sueños, imaginarse los milicos argentinos de esos años
era que una abuela tenaz buscara a su nieto durante 36 años. Es Estela de
Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo, quien a sus 84 años, en estos
días, merced a las pruebas de ADN, pudo abrazar a su nieto.
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Hace
cuatro años, la abuela, candidata al Premio Nobel de la Paz, escribió: “¿Cómo
se puede querer tanto a alguien sin conocerlo, sin saber qué siente, cuándo
ríe, por qué sufre? Trato de imaginarme tu cara. Le pruebo bocas, ojos, gestos.
Naciste un 26 de junio de 1978... Hace 32 años que te llamás Guido y yo te
extraño”. Guido es el nieto 114 encontrado.
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El poeta
Juan Gelman, a quien también le mataron a su hijo Marcelo, encontró a su nieta
Andrea en 2000, y antes escribió: “Estas visitas que nos hacemos, / vos desde
la muerte, yo / cerca de ahí, es la infancia que / pone un dedo sobre / el
tiempo. ¿Por qué / al doblar una esquina encuentro / tu candor sorprendido?...
¿Tu soledad obediente / a leyes de fierro? La memoria / te trae a lo que nunca
fuiste. / La muerte no comercia. / Tu saliva está fría y pesás / menos que mi
deseo”.
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Mario
Benedetti dice ‘Desaparecidos’: “Están en algún sitio / concertados desconcertados
/ sordos / buscándose / buscándonos / bloqueados por los signos y las dudas /
contemplando las verjas de las plazas…”.
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¿Qué pensarán de esta historia los milicos viejos que
aún viven? ¿Al igual que los conquistadores, cuando llegaron a viejos, se
arrepentirán del exterminio? ¿Crearán capellanías para pagar misas a
perpetuidad? ¿Aún habrá, en otros lares, quien diga que era por el bien de la
patria? Hay que mirar la película Nostalgia de luz, del chileno Patricio
Guzmán, porque demuestra que, a pesar de los pesares, a los desaparecidos
tercamente nunca se olvida.
leerte solo me hace pensar en tu viejo, un genio que pateó la televisión y construyó tu librero
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