Hace una
semana escribí el artículo ‘Los becarios de Alfaro’ con un propósito: saber qué
pasó con aquellos jóvenes que, como ahora, viajaron al exterior para prepararse
y retornar al país. El más visible fue Isidro Ayora, con una beca de cuatro
años a Alemania bajo el impulso de la época liberal. Cuando retornó, cambió al
país al institucionalizarlo, porque dependíamos del dinero que emitían algunos
bancos privados, en una época donde declinaba la influencia de los Gran Cacao,
quienes -como señalaba Manuel Chiriboga- dilapidaron algunas de sus fortunas en
los cabarets de París.
Ahora que
hay más de 8.000 jóvenes ecuatorianos en las mejores universidades del mundo,
también debemos recordar a aquellos espíritus de antaño que se enfrentaron a la
desidia de unas élites que se contentaron con exportar cacao, pero nunca
crearon una fábrica de chocolates (cambio de la matriz productiva). Lo propio,
años más tarde, hicieron los poderosos grupos bananeros: jamás hicieron un
patacón de exportación y a los gobiernos de turno poco les importó apostar por
el conocimiento.
Pero
quiénes eran esos becarios, me preguntaron varios lectores. Plutarco Naranjo,
desde su área médica, mencionó los nombres de quienes fueron a los mejores
centros de Francia, Alemania y Suiza: “Manuel M. Cañizares, Mario de la Torre,
Isidro Ayora, Francisco Cousin, Ricardo Villavicencio, Luis G. Dávila,
Francisco Corral, Ángel R. Sáenz, Alfredo J. Valenzuela y Pablo Arturo Suárez.
El regreso de estos becarios marca una de las más florecientes épocas de la
medicina científica, la docencia universitaria, las investigaciones y publicaciones
especializadas”.
En la
revista ecuatoriana Medicina y Ciencias Biológicas, editada por la Casa de la
Cultura Ecuatoriana, en 1989, Fernando Jurado Noboa señala, pág. 82:
“Justamente en marzo de 1906, el Gral. Alfaro concedió por decreto 42 becas a jóvenes
ecuatorianos, 23 a Estados Unidos y 19 a Europa”. Y más, nos informa que los
becarios recibieron 500 francos mensuales, que equivalían a 65 dólares al mes.
¿Pero qué
innovaciones aportaron al país? Por ejemplo, Pablo Arturo Suárez, a su regreso
de Alemania, además de traer una máquina de rayos X, puso en práctica varias de
sus especializaciones: electrocardiología, higiene, fisioterapia y fisiología,
materias consideradas totalmente novedosas en Ecuador.
Esto
permitió tratar rehabilitaciones de fracturas, hemiplejías y parálisis. Además
de importantes libros e investigaciones sobre la tuberculosis, un diputado por
Tungurahua, Suárez -desde una visión social- creó junto con otras personas el
laboratorio Life, para producir medicinas para consumo popular a bajo costo.
Eso hizo un becario de Alfaro.
Debemos conocer más de esos 42 jóvenes de inicios del
XX, quienes fueron amigos y realizaron proyectos juntos. De igual manera es
necesario seguir el rastro de los 8.000 estudiantes que, en pocos años, regresarán.
Junto con las nuevas universidades ecuatorianas -al fin- se entenderá que
únicamente el conocimiento transforma a un pueblo.
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