El
16 de agosto de 1868 aconteció el denominado terremoto de Ibarra,
aunque afectó a toda la provincia de Imbabura, con un saldo de 20.000
muertos, aproximadamente. En la urbe, de unos 7.200 habitantes,
perecieron cerca de 5.000. A la una y cuarto de la madrugada de ese
domingo se escucha el tremor de la tierra. En tres segundos, según
refieren los cronistas, la bellísima Villa, como la conocían en la
Colonia, es arrasada por uno de los terremotos más violentos que se
tenga noticia, en un territorio donde las fuerzas telúricas no pactan
con los dioses y se enfurecen cuando quieren.
Precisamente
en abril se celebran las Fiestas de El Retorno, que conmemora el
regreso de los ibarreños. Esto porque, tras el sismo, cuatro largos años
vivieron los 550 sobrevivientes en Santa María de La Esperanza. De
cuando en cuando, volvían a su amada tierra y, aunque los ánimos estaban
divididos, resolvieron el reasentamiento en el mismo lugar. El ímpetu
de Gabriel García Moreno, entonces presidente de Ecuador, fue decisivo.
Tras
el sismo, cuatro largos años vivieron los 550 sobrevivientes en Santa
María de La Esperanza. De cuando en cuando, volvían a su amada tierra.Así,
desde el 13 de abril de 1872 comienza el retorno de los ibarreños desde
La Esperanza. “Entusiastas caravanas van cumpliendo la orden de
retornar; unas, la mayoría, a pie; otras, a caballo; los enseres a lomo
de mula, y en carretas haladas por yuntas de bueyes, las cargas más
pesadas, que van lentas pero más seguras. El 28 de abril, un nuevo
domingo y fiesta de la Virgen de las Mercedes, “se bendice a la ciudad y
a nuestra cara patria”, según informa el gobernador Juan Manuel España.
El canónigo Mariano Acosta proclama un emotivo discurso:
“¡Ibarra!
Patria mía, levántate del seno de las ruinas, y la diestra del Altísimo
te embellecerá. Tus calles serán espaciosas y pobladas. Tus plazas
hermosas y afluidas de gentes de los mares. Un ángel de Dios velará en
las alturas de tus Andes, para contener los desenfrenos de la
naturaleza; y dejará el horizonte al amanecer de los felices días que te
esperan”.
Por
su parte, José Nicolás Vaca, que estuvo durante los cuatro años en La
Esperanza, dice que esta
fecha de 1872 tiene un significado similar a la fundación realizada en
1606, auspiciada por Miguel de Ibarra, cuando pensaba “por dicho paraje
abrir el camino más breve para Panamá”. Ibarra, nuevamente, da la
espalda al mar, pero no por largo tiempo. No falta mucho para que el
sueño de la llegada del tren alborote a los ibarreños de inicios del
siglo XX y terminen, en 1957, el tren a San Lorenzo.
Un
magnífico mural de José Villarreal Miranda, en la Casa de la Cultura,
Núcleo de Imbabura, evoca esos momentos decisivos para Ibarra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario