La obra de teatro de la Dama tapada deberá
esperar. Los actores, ahora repasan en sus casas. Pienso en las puestas en
escena precarias que se mantenían en Sarajevo, en medio del asedio. Juan
Villoro escribe: “Los gobiernos del mundo anuncian recortes a la Cultura en
nombre de la economía (ser supremo de la teodicea contemporánea).
La paradoja es que la gente sobrevive al
encierro gracias a la cultura. Desde hace siglos, el esfuerzo de lavar la ropa
se supera cantando. Churchill aseguraba que Gran Bretaña ganó la guerra por no
haber cerrado los teatros. Un pueblo que representa Hamlet durante los
bombardeos no puede ser vencido”. Así parece, porque al volver a las páginas de
Shakespeare es como si nos hablara un contemporáneo. En un diálogo el príncipe
Hamlet exclama airado: Dinamarca es una prisión, a lo que Rosencrantz responde:
Entonces es el mundo.
Una de las frases atribuidas a los jerarcas
nazis, unas veces a Goebbles otras a Goering, es: “Cuando oigo la palabra
Cultura, echo mano a la pistola”. Curiosamente, pertenece a una representación
inspirada en Albert Leo Schlageter, un mártir para la causa de ese
totalitarismo que se ufanaba en quemar libros y destruir una pintura que
consideraba “degenerada” (ahora cuestan millones de dólares).
Fue el guionista Hanns Johst, activo
propagandista del odio, quien puso la frase en boca del personaje Friedrich
Thiemann, quien rechazaba toda idea cultural o intelectual porque debían ser
sustituidas con la sangre, la raza y el sacrificio. Es allí, conversando con su
héroe juvenil, el mentado Schlageter, que pronuncia: “Wenn ich Kultur höre ...
entsichere ich meinen Browning” que no es otra cosa que: “En cuanto oigo hablar
de Cultura le quito el seguro a mi Browning”, refiriéndose a la clásica pistola
de 13 cartuchos de uso militar. Hace 75 años, Hitler se quitó la vida en su
bunker dejando atrás un régimen que produjo 60 millones de muertos; el príncipe
Hamlet sigue caminando campante desde su estreno en 1609. (O)
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