Desde
el centro ceremonial de las tolas, los caranquis agradecen a los montes
tutelares, al Taita Imbabura y la Mama Cotacachi, por el prodigio de las
cosechas de maíz. Hay fiesta en el aire y los danzantes llegan al sonido de los
pututus (strombus), ocarinas y
rondadores. Estamos bajo los designios de la luna. Este señorío étnico
milenario, constructor de 5.000 tolas, nunca creó un imperio porque –debido a
los diversos pisos ecológicos– comerciaban con los pastos, quitus y cayambis.
En
el siglo XVI llegaron los incas con su sol y los “humbracunas”, sobrevivientes
de la masacre de Yahuarcocha, no se habían repuesto cuando arribaron las
cabalgaduras de fuego desembarcadas hace poco de las carabelas, junto a los
cristos agónicos. Después, cinco siglos pasaron sobre los ríos de la memoria.
En la antigua heredad de los caranquis se fundó Ibarra en 1606. A inicios del
XX, desde la comunidad de Quinchuquí, llegaron a la Villa los ancestros de
Enrique Males Morales, de 75 años. Este músico acaba de ser galardonado con el
Premio Nacional Eugenio Espejo, categoría creaciones, que recuerda al “Chusig”,
que tuvo que ocultar su nombre.
En
este caso, esta distinción –creada en el régimen del general Guillermo
Rodríguez Lara, a quien se agradece– no se puede entender sin nombrar el legado
caranqui porque Males es uno de sus representantes más genuinos porque ha
revalorizado los instrumentos precolombinos, además de la ritualidad andina
(sus puestas en escena tienen esa conexión con las cosmogonías que requieren
ser documentadas en formato cine, para que se muevan por el mundo).
Males
aporta su propia visión de lo norandino que antes, desde el indigenismo, fue
construida por el entorno blanco-mestizo, para usar una categoría que también
es racista. Más, su propuesta de estos años –como Biografías, el homenaje a
Dolores Cacuango o la siguiente en torno al maíz- tiene otra figura: Patricia
Gutiérrez, su compañera y danzarina. Males ha logrado un prodigio: devolvernos
la voz de los amautas caranquis frente a las tolas milenarias, burlando al
olvido. Y como todo cantor, es voz de voces rebeldes.
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