La
deuda con el libro viene desde la colonia, con un Benalcázar analfabeto. En la
época de la hacienda estaban más orgullosos de tener un hato de ganado que una
buena biblioteca. Los Gran Cacao, en muchos casos, se gastaron la plata en los
cabarets de París (no trajeron ni un cuadro de Renoir), los bananeros -primeros
exportadores mundiales también- no cuentan ni con un museo; los nuevos ricos
viven de las apariencias. A nuestras pobres élites, muchas antinacionalistas,
les da roncha cuando agarraban un libro, por lo demás peligroso. A un pueblo
ignorante, cualquiera lo engaña, decía Simón Rodríguez.
El
país es altamente exportador de materia prima y extractivista (ni un banano de
exportación conocemos). Alvin Toffler señala que hay tres tipos de sociedades:
agrarias, industriales y del conocimiento. ¿Cómo dar el salto? En la reciente
Maratón del Cuento, en Ibarra, encuentro a Édgar Allan García, director del
Plan Nacional de Promoción del Libro y la Lectura José de la Cuadra. Le
pregunto a bocajarro: ¿Por qué Ecuador pasó -con el boom petrolero de los 70-
literal del azadón a la tele, saltándose el libro? Los protestantes leían la
Biblia y eso permitió afianzar el sistema educativo; acá los católicos tuvieron
una Biblia casi oral, a punta de rosario. Es una de las causas. “A las élites
les convenía tener una masa de peones que no sabían cuáles eran sus derechos y
el catolicismo imperante contribuía con la enseñanza del catecismo”, dice casi
iracundo.
¿Qué
hacer? Cuenta que el Plan trabaja en la promoción -palabra que debe anclar en
las industrias culturales- de los escritores ecuatorianos, pero enfrenta a una
burocracia tipo kafkiana (los críticos también pueden ser escarabajos, como
decía Nabokov). Obvio, la tarea es ardua e incomprendida. Es buena noticia, por
eso, los denominados tambos de lectura en sitios clave y los mediadores con
teatrinos, además de los progenitores que lean a sus hijos, desde el vientre.
Hay aún una tarea pendiente: el gran catálogo en línea de los escritores e
ilustradores contemporáneos. Eso sí sería pasar a la historia de este país
volcánico.
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