Ibarra,
en estos días, vive la fiesta de El Retorno, que conmemora el regreso de sus
habitantes en 1872, para refundar la ciudad tras el terremoto de 1868. Si bien
lo más importante de la historia radica en los 550 sobrevivientes que esperaron
bajo la lluvia, también actuaron personajes clave.
Por
ejemplo, Gabriel García Moreno, el presidente de ese entonces, no solamente
descolló en los primeros momentos del desastre, sino que fue fundamental para
hacer realidad la reconstrucción de la nueva ciudad. Fue proclamado como el
“salvador de Ibarra”. Mariano Acosta fue, sin lugar a dudas, el personaje
emblemático de la segunda refundación de la capital de Imbabura.
El
papel de las mujeres durante el evento, así como en el refugio en La Esperanza
fue fundamental. Si bien desde las clases adineradas se entregaban joyas para
la ayuda a los damnificados, existió la Congregación de las Señoras Piadosas,
dirigidas por Josefa Páez, viuda de Oviedo. Fueron matronas ibarreñas que, más
allá de sus evidentes posiciones económicas, dejaron a un lado sus lugares en
la sociedad y, como bien lo señalan los textos, “sin retribución alguna han
desempeñado admirablemente el oficio de Hermanas de la Caridad”.
José
Manuel España era el Gobernador. Él informó de los acontecimientos de la
refundación: “Entusiastas caravanas van cumpliendo la orden de retornar; unas,
la mayoría, a pie; otras, a caballo; los enseres a lomo de mula, y en carretas
haladas por yuntas de bueyes, las cargas más pesadas, que van lentas, pero más
seguras. El 28 de abril, un nuevo domingo y fiesta de la Virgen de las Mercedes,
se bendice a la ciudad y a nuestra cara patria”.
Asimismo,
José Nicolás Vaca, quien estuvo durante cuatro años en La Esperanza, señaló en
su discurso de ese día, hace 146 años, que no hay que olvidar los motivos de
fundación de Ibarra de 1606: la salida al mar. Una mención especial es para los
jóvenes ibarreños que fueron a Quito para aprender el oficio de topógrafos.
Bajo la dirección de Arturo Rodgers trazaron la urbe desde la mítica palmera de
la Esquina del Coco. Así, Ibarra renació de las cenizas.
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