domingo, 4 de agosto de 2013

Chucho: cátala catún balé

En el prólogo de Doce cuentos peregrinos, Gabriel García Márquez relata que la primera idea para esta obra se le ocurrió después de un sueño esclarecedor que tuvo, tras vivir cinco años en Barcelona. Soñé, nos dice, que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con ánimo de fiesta. Todos parecían dichosos de estar juntos, pero de manera especial él, por esa oportunidad que le daba la muerte por encontrarse con sus amigos queridos de América Latina. Cuando, poco a poco, comenzaron a irse, el Gabo relata que él también quiso acompañarlos, pero uno de ellos le advirtió severamente que para él todo se había terminado: “Eres el único que no puede irse”, me dijo. Sólo entonces comprendí, dice el escritor, que morir es no estar nunca más con los amigos.
Como notará el lector, el artículo tiene dos ejes: la alegría y la muerte, porque una treta de la memoria es insistir en las cosas tristes...Esto a propósito de la partida de Chucho Benítez que nos recuerda la frase de Jorge Valdano: “La alegría es indispensable. Si no se ríe con la cara, no se ríe con los pies”, porque este deportista también representaba el otro país que se construye cada día sin diferencias por el color de piel. No hay que olvidar que era hijo de Ermen Benítez goleador histórico con 191 goles y nacido en Esmeraldas.
Como sabemos que los dioses -a quienes siempre les gusta la sangre joven- lo llamaron para gambetear en el partido del domingo, hay que citar un texto de Jorge Aníbal Niño, titulado Franciscana: “Dicen que cuando san Francisco –en su humildad y en su sabiduría- inventó la pelota de trapo, la chutó con toda la fuerza de su pie, y la bola entonces fue una paloma negra y gorda que pasó de manera inatajable por el extremo izquierdo del arco iris. Dios, conmovido por la exaltada alegría de su siervo, decidió que un día crearía el fútbol”.
Como notará el lector, el artículo tiene dos ejes: la alegría y la muerte, porque una treta de la memoria es insistir en las cosas tristes. Bien sabemos que la mejor elegía es la que escribió Jorge Manrique, allá en el siglo XV, cuando murió su padre: “Recuerde el alma dormida, / avive el seso y despierte / contemplando / cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte / tan callando”...
Mejor recordar al siempre alegre futbolista con un verso de Antonio Preciado, sobre un hombre bueno: “… Los ángeles se han perdido / de las vías más andadas. / Cátala catún balé, / catún balé caté cátala. / ¡Aquí tengo, para un grito, / polvo de trece gargantas! / Un hueso de cada muerto, / el largo de tu pisada, / y aquí yo te resucito / las vidas que te hacen falta. / ¡Cátala catún balé, / catún balé caté cátala!”


No hay comentarios:

Publicar un comentario