Mientras
 escribo estas líneas, el olor del refrito de cebolla, que viene de 
Chimborazo, inunda el ambiente. El sambo, cultivado a 2.500 m.s.n.m. más
 arriba de Zuleta, está cortado. Pronto se añadirá el maní, de la tierra
 de la salprieta, en Manabí, así como el plátano
 maduro, llegado desde El Oro. No hay que olvidar el ají, que 
antiguamente venía del lugar de los yumbos, a 650 m.s.n.m., y, por 
cierto, el bacalao llegado directamente desde Galápagos. Esa es la 
fanesca: el compendio de Ecuador.
Si
 prestamos más atención a nuestra gastronomía, a su génesis, no 
tendríamos tanto problema en definir lo que es la Soberanía Alimentaria,
 justo en este momento que algunas universidades han desplegado sus 
talentos para devolvernos parte de nuestra identidad como pueblo, a 
través de hermosos libros de recetas de cocina y luminosas fotografías. 
Pero aún falta la historia para entender quiénes somos.
John
 Murra refiere que en los antiguos pueblos peruanos-bolivianos se 
practicó el sistema de “archipiélago vertical”, mientras que los pueblos
 del actual Ecuador, “debido a las características de los Andes en esta 
región, el acceso de los recursos de los diferentes nichos ecológicos se
 dio mediante el sistema llamado por Udo Oberem como 
‘microverticalidad’”. Esta microverticalidad no es otra cosa que usar 
los campos de cultivo en diversos pisos ecológicos, de tal manera que se
 pueda volver el mismo día, como dice el estudio en la Nueva Historia 
del Ecuador.
Aquí
 el meollo para entender la fanesca: “se practicó el trueque de 
productos de diversos pisos ecológicos”. En otras palabras, mientras en 
el área
 peruano-boliviana sembraban casi monocultivos, como tubérculos, los 
anteriores pueblos de los señoríos étnicos (caranquis, quitus, pastos, 
manteños o pueblos amazónicos) intercambiaban productos de manera 
recíproca. Es un homenaje, además, a las primicias, es decir los 
primeros granos que antes alimentaban al cura.
Pero
 tampoco, a estas alturas, podemos desconocer lo que somos: parte del 
legado ibérico, más allá de los cristos sangrantes y los cucuruchos. 
Precisamente el nombre fanesca parece provenir del País Vasco, porque 
hay un plato que se llama “faneca”, que es una sopa de cabeza de 
pescado. Su nombre científico es Trisopterus luscus, conocido como 
faneca que es un pez perteneciente al grupo del bacalao familia 
(Gadidae). El diccionario informa que el
 origen etimológico viene del euskera bakailao. ¡Eureka! El bacalao, que
 es el que da el sabor de este potaje de 12 granos, que nos recuerda a 
los doce apóstoles, incluido el agrio chocho, que podría ser Judas.
 









