El imaginario de las calles no solamente está en su nomenclatura. A diferencia de otros países, donde se fijan por números, en el nuestro llevan el nombre de destacados personajes. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones, desconocemos de quiénes se tratan.
Refiero esto porque hace algunos años, con editorial Trama publiqué un libro Quito: las calles de su historia. Al conmemorarse en esta semana el día de los bibliotecarios por el nacimiento el 21 de febrero de 1747 del ilustre Eugenio Espejo, me sumo a su homenaje. Quisiera mencionar además el libro de Cartas y lecturas, editado por el Banco Central del Ecuador, 2008, que hace del personaje Carlos E. Freile, para conocer qué se leía en esa época, considerando precisamente que Espejo era bibliotecario y además en sus escritos se puede comprobar la cantidad de autores que citó, que según Freile son 795 (pag. 301), de los cuales 79 son filósofos. Aquí el micro relato anunciado:
Eugenio de Santa Cruz y Espejo caminaba por esta senda, meditando sobre las ideas independentistas, con influjo de la Ilustración. Venía visitando enfermos del Hospital de la Misericordia de Nuestro Señor Jesucristo, donde investigó la viruela para combatirla o los beneficios de la quinina, mientras algunos le increpaban su ascendencia indígena de Cajamarca o el recuerdo de su madre, una mulata quiteña. Su apodo era Chusig que en kichwa significa búho. Espejo iluminó a los próceres de la Real Audiencia con el periódico “Primicias de la Cultura de Quito”.
Cuando el doctor Espejo, de veinte años, pasaba por esta senda aún se llamaba calle del Chorro. Poco después de escribir su libro “La ciencia blancardina” se llamó calle del Cuartel. Fue una ironía porque allí fue encerrado el patriota más prominente del siglo XVIII. Murió a los 48 años poco después de ser liberado. El primer periodista del futuro Ecuador había encendido con sus palabras la antorcha de la Libertad.
El Telégrafo - Caminando con Eugenio Espejo (eltelegrafo.com.ec)
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