El
nacimiento del término oveja negra es simple: cuando los pastores de rebaños
miraban el alumbramiento de una de este tipo, sabían que no podían utilizar
nunca su lana porque carecía de valor en el mercado.
De
plano eran despreciadas a tal punto que en Inglaterra, durante los siglos XVIII
y XIX, el color negro de las ovejas era visto como una marca del diablo. Lo
propio les pasó a los gatos de ese color y al resto de herejes bigotudos porque
en el medioevo al exterminarlos se propagaron las ratas que a la postre
generaron la peste negra o bubónica (ni el flautista de Hamelín habría podido
con tantas).
Después,
el apelativo de oveja negra pasó a considerarse a una persona supuestamente
desadaptada de un férreo núcleo familiar, porque en lugar de estar con el
rebaño acaso se iba con el lobo. Ahora, siguiendo a la psicología, en ocasiones
estos incomprendidos seres triunfan lejos del ámbito que acaso los oprime.
Incluso
el psicólogo social Henri Tajfel llamó el “efecto oveja negra”. Hay una película mexicana con este título,
estrenada en 1949, con la actuación de Pedro Infante; existe un grupo de rock,
hay un hermoso centro cultural con ese nombre en Ibarra, pero también un cuento
de Augusto Monterroso:
“En
un lejano país existió hace muchos años una oveja negra. Fue fusilada. Un siglo
después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy
bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras
eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de
ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura”.
Sin
embargo, un cuento más elocuente, con ese mismo título, pertenece a Ítalo
Calvino (disponible en la red). El inicio es fabuloso: Había un pueblo donde
todos eran ladrones… Después continúa: “El gobierno era una asociación para
delinquir para perjuicio de sus súbditos, y los súbditos por su parte se
ocupaban solo en engañar al gobierno. Así la vida se deslizaba sin dificultades
y no había ni ricos ni pobres”.
Pero
en el pueblo había un hombre honesto. Tal vez aquel era la oveja negra, pero no
quisiera adelantar conclusiones.
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