lunes, 16 de noviembre de 2015

Carla Badillo Coronado, poeta

Son curiosas las maneras poscoloniales con que nos movemos aún en nuestra América: hay que esperar un premio internacional para que reconozcamos a nuestros poetas. Peor si aún son jóvenes, y más aún si son mujeres. Llenos de colecciones -que está bien que las haya- de nuestros escritores consagrados, tendemos a olvidar a la poesía contemporánea que precisamente nos cuenta en el lenguaje de nuestro tiempo las seis o siete metáforas que han regido al mundo.

Y este es el tema sustancial, porque no podemos únicamente leer el mundo desde el admirable cuento del Guaraguao de Joaquín Gallegos Lara, sino que también son importantes los signos del ahora. No podemos esperar aniversarios ni ofrendas florales.

Esto a propósito del galardón Creación Joven del Premio de Poesía Loewe que acaba de obtener Carla Badillo Coronado por su obra El color de la granada, donde el jurado destaca: “Es un libro de una gran madurez y concisión, que decanta temas eternos, pero con una gran frescura expresiva y originalidad para la edad de la autora”. Además, en estos días, acaba de recibir una mención en el Premio Nacional de Novela Breve La Linares con su texto Abierta sigue la noche, donde la triunfadora también fue la editora reciente de Cartón Piedra, Sandra Araya, por lo que habla muy bien de un espacio ganado por un medio público para despecho de quienes creen lo contrario.

Badillo, Quito, 1985, triunfadora del Premio Nacional de Poesía César Dávila Andrade en 2011, tiene un espíritu cosmopolita que no le ha impedido tender un puente con sus raíces, como su pertenencia a grupos de danza tradicionales. Viajera en búsqueda de su propia voz también fue parte del suplemento cultural de este diario Cartón Piedra, con un escrito memorable sobre el poeta vivo más importante del país como es Efraín Jara Idrovo, que levantó un canto de alabastro con ‘Sollozos por Pedro Jara’.

Una de las deudas pendientes que tiene el país con sus poetas es la falta de difusión de sus obras porque no basta imprimir los libros. Un ejemplo. La Universidad de Chile, hace ya muchos años, ha colocado en su sitio web la poesía de Vicente Huidobro. En este sentido, es hora de que, al menos, la Universidad de Cuenca difunda la portentosa obra de César Dávila Andrade o del mismo citado Idrovo y más aún de las nuevas voces.

Entonces, es imperativo que las nuevas voces de escritores ecuatorianos tengan un espacio más decidido desde las instancias correspondientes. Y, claro, no hay que tener temor al marketing ni que los jóvenes ecuatorianos -a través de una reestructuración curricular- puedan acceder a estos lenguajes que precisamente cuentan lo que somos, a inicios del siglo XXI.

Aquí la voz de esta escritora irreverente y lúcida en ‘Poema a un muerto sin tumba’: “Hubiese sido más romántico / que mueras atorado con mi lengua / o asfixiado, sofocado al interior de mi boca. / Así sabría dónde están tus restos. / Así me hubiese convertido al fin / en tu última morada”. Quienes aún no la conocen pueden visitar su blog:www.mujerentierrafirme.blogspot.com



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