domingo, 17 de junio de 2012

La fiesta del solsticio



El solsticio es cuando el Sol alcanza su mayor o menor altura aparente en el cielo (en sur (-23º 27’) con respecto al ecuador terrestre). La palabra viene del latín solstitium (sol sistere o sol quieto) y la existencia de los solsticios está provocada por la inclinación del eje de la Tierra sobre el plano de su órbita. El solsticio, en nuestro hemisferio, se produce entre el 21 y 22 de junio de cada año y entonces la longitud del día y la latitud del Sol son mínimas, dependiendo si son solsticios de invierno o de verano, que también ocurren el 21 o 22 de diciembre.
Los equinoccios, en cambio, suceden el 20 o 21 de marzo y el 22 o 23 de septiembre de cada año, épocas en que los dos polos de la Tierra se encuentran a igual distancia del Sol, cayendo la luz solar por igual en ambos hemisferios. Se sabe que muchas culturas encendías fogatas bajo la creencia de que así calentaban al Sol. De hecho, en muchos lugares continúan con los ritos del fuego, que es parte de la quema de los rastrojos para volver a sembrar, como en nuestro caso el maíz.
En el mundo precolombino, los cultos solares y lunares fueron parte importante de los ciclos agrarios, pero en nuestra región también se incluyó a los montes tutelares, como el Taita Imbabura, dador de agua, y por eso las lagunas, cascadas, vertientes y árboles pasaron a ser consideradas deidades. Ese culto aún sobrevive pero, obviamente, ha sido enriquecido por otras culturas que en su momento fueron adversas.
“La fiesta del solsticio de junio tiene orígenes antiquísimos, antes de la breve presencia incásica y la posterior colonización española. El culto al Sol no fue exclusivo de los cuzqueños, que se demuestra en la cultura de la Tolita y sus máscaras solares. El otro elemento es que el agua se configura en sagrado, como las vertientes conocidas como pugyu cuna, a las que se ofrenda con frutas y claveles rojos; las cascadas o pacchas son poseedoras de poderes sobrenaturales, a la que acuden los líderes conocidos como aya huma cunas”, dice en su investigación Carlos Coba Andrade.
Por su parte, Luis Enrique Cachiguango refiere: “La tarde del 28 de junio (vísperas de San Pedro), aproximadamente desde las 16:00, en todas las casas quemamos y hacemos humo para que el San Juan Aya (la fuerza espiritual de la fiesta de San Juan) retorne a la normalidad y vuelva el equilibrio sobre la Tierra. Con el fuego y el humo purificamos la casa. Tenemos que alejar a todas las cosas malas que nos haya ocurrido en el año y disponernos para otro año más de crianza de la chacra”.

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