Acaso,
la escena más triste de Quito está fechada en 1553, bajo el título Esta ciudad
se suicida, en el primer tomo de Memorias
del Fuego, de Eduardo Galeano. Al ser un relato breve, lo comparto:
“Irrumpen, imparables, los hombres de Benalcázar. Espían y pelean para ellos
miles de aliados indígenas, enemigos de los incas.
Ya
se está yendo el general Rumiñahui cuando prende fuego a Quito por los cuatro
costados. Los invasores no podrán disfrutarla viva, ni encontrarán tesoros que
los puedan arrancar a las tumbas.
La
ciudad de Quito, cuna y trono de Atahualpa, es una fogata gigantesca entre los
volcanes. Rumiñahui, que jamás ha sido herido por la espalda, se aleja de las
altas llamas. Le lloran los ojos, por el humo”.
Hay
que volver a su génesis para entender a una urbe, mucho antes de cuando sus
primeros pobladores tuvieron que abandonar su tierra por la erupción del
Pululahua o, más tarde, los vestigios encontrados en el sector de La Florida
–donde existe un excelente museo que conserva las tumbas de pozos cilíndricos
de hasta 15 metros- y llegar a su mitología: Quitumbe quien, como sus
ancestros, entendió los pisos ecológicos y se desplazó desde el litoral a las
montañas.
Existieron
muchos pueblos que habitaron en lo que hoy es Quito. Una fuente de consulta es Las antiguas sociedades precolombinas de
Ecuador, de Santiago Ontaneda Luciano, para el catálogo de arqueología.
“Debido a su importancia geográfica, pues allí
confluían distintos caminos, es que la zona fue vista como un gran espacio en
donde se podían realizar actividades comerciales, por lo que los señoríos
vecinos enviaban colonias para que se asienten en ella”.
Quito,
por sus rastros arqueológicos, tuvo gran influencia Caranqui (el señorío de la
actual Imbabura) y del sur de Cotopaxi y Tungurahua. Lingüísticamente tuvo influencia
Caranqui y Panzaleo.
Obviamente,
Quito también son sus diablillos que ayudan a Cantuña o sus magníficas
iglesias, pero también las periferias desde donde llegaban los capariches. Como
todas, es una ciudad múltiple, pero nada se puede entender si no se miran sus
orígenes.
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