El
17 de julio de 1823, las tropas patriotas, lideradas por Simón Bolívar
-en la única batalla que dirigió en el futuro Ecuador-,
enfrentaron a las huestes realistas, dirigidas por Agustín Agualongo,
quien defendía el último enclave monárquico de Pasto. La gesta se
inscribe en una disputa entre la idea republicana frente al antiguo
régimen. Con aproximadamente un ejército de 1.500 efectivos, enfrentó a
las tropas pastusas, también de algo más de 1.500 pastusos, “más
realistas que el rey”.
Los
partes de guerra nos revelan los hechos. Bolívar decide -como buen
estratega- confiar en dos elementos: el factor sorpresa y la formidable
fuerza de su caballería, por lo que días antes había pedido expresamente
que los caballos para este fin no sean utilizados, bajo pena de
castigo.
Con
la toma de Lima, el 18 de julio, y la batalla de Maracaibo, apenas el
24 de julio, la batalla de Ibarra fue decisiva porque de allí siguió la
liberación de PerúLa estrategia consistió en que el
ejército de Bolívar no llegaría por el Camino Real sino por las faldas
del tutelar Imbabura, flanqueando por el lado sur, hacia la quebrada del
Abra, en el flanco oriental, por la tarde del 16 de
julio. Al amanecer, el ejército comenzó a descender hasta Ibarra, en
medio de la protección de los árboles de nogal, guabo y sauces, que se
encontraban en el sector.
Y
aquí la posición de las diversas divisiones: “A la derecha e izquierda
del camino de Ibarra se movería la infantería; la caballería al centro,
en orden cerrado, con la consigna de avanzar sobre la Villa y tomarla,
simultáneamente”.
A
las dos de la tarde, una patrulla de los realistas que cuidaba los
caballos en el sector oriental de Yacucalle, donde había abrevaderos,
fue alcanzada, habiéndose escapado dos hombres heridos que fueron a
dar aviso.
El
saldo: 800 realistas pastusos muertos, frente a 13 patriotas, en una
estrategia donde la poderosa caballería triunfó contra una infantería
que conocía más un escenario de montañas que un valle, como Ibarra.
Con
la toma de Lima, el 18 de julio, por parte del monárquico Canterac, y
la batalla de Maracaibo, apenas el 24 de julio, la batalla de Ibarra fue
decisiva porque de allí siguió la liberación de Perú.
“Yo
pienso
defender este país con las uñas”, dijo el Libertador en carta a
Santander, recalcando que si perdía esta contienda la guerra de la
Independencia se prolongaría hasta el infinito. Un punto decisivo de la
gesta fue la colaboración patriótica de los actuales imbabureños,
quienes informaron los avances de las tropas enemigas y después los
persiguieron en su huida hasta el Chota. Ibarra, por este motivo, cada
año escenifica la batalla en el sector de el Tahuando, punto clave de
este hecho histórico para la Patria Grande, América Latina.
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