domingo, 20 de mayo de 2018

La Revolución de las Flores, 2018/05/10


El mundo occidental recuerda los 50 años de la Revolución de las Flores. “La imaginación al poder” ha dado paso a la hiperconexión, a los telediarios que banalizan la cultura, a creer que la tecnología puede reemplazar a la conversación. Razón tenía Michel de Certeau de clamar por vivir “desconectados”, cuando ni siquiera había WhatsApp, que ha logrado lo imposible: reunir a amigos de carne y hueso en torno a un café para chatear con los “conocidos” virtuales y donde creemos que el hipertrabajo nos da libertad.

Sin caer en la nostalgia, parece que fue ayer cuando los jóvenes escribían: “Por favor, paren al mundo que me quiero bajar”. Hay una palabra clave para entender al Mayo del 68 en París: pavé. Carlos Fuentes escribía: “El pavé, el bello y humilde adoquín de las calles de París, ha adquirido hoy un rango casi fetichístico: fue la primera arma de contraataque de los estudiantes brutalizados por la Policía…

Contra la abundancia de comunicaciones inútiles, hemos enviado el mensaje imprescindible de nuestras piedras y nuestras palabras. Y quizás hay otra razón: Debajo de los adoquines están las playas. Y las palabras. Los muros de París hablan: sueños, consignas, cóleras, deseos, programas, bromas, desafíos”.

Cuenta que en el mismo lugar donde comienza Rayuela, en el pasaje que conduce hasta la calle donde Oliveira buscaba a la Maga, hay ahora un cartel azul y un texto de Julio Cortázar: “Ustedes son las guerrillas / contra la muerte climatizada / que quieren vendernos / con el nombre de porvenir”.

Aquí, algunos de los grafitis: “No puede volver a dormir tranquilo aquel que una vez abrió los ojos”, “Un pensamiento que se estanca es un pensamiento que se pudre”, “Todo el poder corrompe. El poder absoluto corrompe absolutamente”, “Es necesario explorar sistemáticamente el azar”. Además, una frase del punzante Nietzsche que se estampó en el Odeón: “Es necesario llevar en sí mismo un caos para poner en el mundo una estrella danzante”. Y, claro, Nietzsche sigue tan campante…


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