El mundo occidental recuerda los 50 años de
la Revolución de las Flores. “La imaginación al poder” ha dado paso a la
hiperconexión, a los telediarios que banalizan la cultura, a creer que la
tecnología puede reemplazar a la conversación. Razón tenía Michel de Certeau de
clamar por vivir “desconectados”, cuando ni siquiera había WhatsApp, que ha
logrado lo imposible: reunir a amigos de carne y hueso en torno a un café para
chatear con los “conocidos” virtuales y donde creemos que el hipertrabajo nos
da libertad.
Sin caer en la nostalgia, parece que fue
ayer cuando los jóvenes escribían: “Por favor, paren al mundo que me quiero
bajar”. Hay una palabra clave para entender al Mayo del 68 en París: pavé.
Carlos Fuentes escribía: “El pavé, el bello y humilde adoquín de las calles de
París, ha adquirido hoy un rango casi fetichístico: fue la primera arma de
contraataque de los estudiantes brutalizados por la Policía…
Contra la abundancia de comunicaciones
inútiles, hemos enviado el mensaje imprescindible de nuestras piedras y
nuestras palabras. Y quizás hay otra razón: Debajo de los adoquines están las
playas. Y las palabras. Los muros de París hablan: sueños, consignas, cóleras,
deseos, programas, bromas, desafíos”.
Cuenta que en el mismo lugar donde comienza
Rayuela, en el pasaje que conduce hasta la calle donde Oliveira buscaba a la
Maga, hay ahora un cartel azul y un texto de Julio Cortázar: “Ustedes son las
guerrillas / contra la muerte climatizada / que quieren vendernos / con el
nombre de porvenir”.
Aquí, algunos de los grafitis: “No puede
volver a dormir tranquilo aquel que una vez abrió los ojos”, “Un pensamiento
que se estanca es un pensamiento que se pudre”, “Todo el poder corrompe. El
poder absoluto corrompe absolutamente”, “Es necesario explorar sistemáticamente
el azar”. Además, una frase del punzante Nietzsche que se estampó en el Odeón:
“Es necesario llevar en sí mismo un caos para poner en el mundo una estrella
danzante”. Y, claro, Nietzsche sigue tan campante…
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