sábado, 3 de septiembre de 2016

Walt Whitman, el otro Estados Unidos

Casi siempre, los medios construyen una realidad ajena, porque siguen su esencia de creación: el amarillismo (hay que mirar el filme Ciudadano Kane). Absortos vemos a Donald Trump -que cierto que representa a una minoría blanca y racista- vapulear a los migrantes o a Hillary Clinton, con mucho que decir sobre el Medio Oriente. Pero Estados Unidos, como todos los países, no es solo su política.

Esa ‘atlética democracia’ fue en sus inicios adalid de cambios profundos en el orbe. ¿Qué país, si no, iba a entrar en una profunda guerra civil por defender la igualdad de los seres humanos, frente a los esclavistas sureños? Está el mensaje vigoroso de Martin Luther King, el jazz, la novela policial inventada por Edgar Allan Poe o el maravilloso Tom Sawyer, la generación Beat, el vértigo de Andy Warhol o el mismísimo hip hop y la salsa nacida en Nueva York. Y del siglo XIX está Walt Whitman y sus Hojas de hierba.

Jorge Luis Borges reseña el momento. “Whitman se impuso la escritura de una epopeya de ese acontecimiento histórico: la democracia americana. No olvidemos que la primera de las revoluciones de nuestro tiempo, la que inspiró a la Revolución Francesa y a las nuestras, fue la de América y que la democracia fue su doctrina”. Eligió, dice Borges, un nuevo método. Como uno de los experimentos singulares de la literatura, Whitman se convirtió en su propio protagonista. “Necesitaba, como Byron, un héroe, pero el suyo, símbolo de la populosa democracia, tenía que ser innumerable y ubicuo, como el disperso dios de los panteístas”. Así, lo encontramos, aunque nunca estuvo, en Texas o en la ejecución del abolicionista John Brown. Whitman, entonces, fue el modesto periodista y el hombre universal.

“Whitman ya era plural; el autor resolvió que fuera infinito. Hizo de su héroe una trinidad; le sumó un tercer personaje, el lector, el cambiante y sucesivo lector”. Borges reconoce que, para su traducción, consultó con provecho la de Francisco Alexander (Quito, 1956) “que sigue pareciéndome la mejor, aunque suele incurrir en excesos de literalidad, que podemos atribuir a las reverencias o tal vez a un abuso del diccionario inglés-español”.

Para entender esto, un ejemplo del canto 32. Whitman dice: “And a mouse is miracle enough to stagger sextillions of infidels”; Alexander traduce: “Y que una miosota es milagro suficiente para hacer vacilar a sixtillones de incrédulos”; Borges lo hace así: “Y que un ratón es un milagro capaz de confundir a millones de incrédulos”. Más allá de eso, y recordando a Paul Valéry, quien dijo que nadie como el ejecutor de una obra conoce a fondo sus deficiencias, está la voz poderosa de Whitman.

Lin Yutang, en 1939, se lamentaba que el norteamericano común estuviera más preocupado en tener un coche mejor que del vecino o un departamento en Manhattan precisamente habiendo tenido un poeta como Whitman. “Creo que una vaca paciendo con la cabeza baja supera a todas las estatuas”, diría el viejo poeta, tan poco leído en estos tiempos de pokémones. (O)


Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/walt-whitman-el-otro-estados-unidos

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