Los países -también construcciones, al fin- crean
imaginarios. Algunos están anclados en una realidad que se diluye, otros son
falsos, como una manera de inventar una tradición ante el desamparo del origen.
Los hay nacionales (la palabra está en debate) y locales, dependiendo, además,
de intereses varios que van desde lo étnico, de clase e incluso popular, este
último casi siempre despreciado en sus inicios. Un ejemplo de esto es la música
rocolera que, por su denominación, está vinculada a los bajos fondos, en otras
palabras a los borrachos, pero también a otros tres estigmas presentes en la
manera despectiva de nombrarla como música del populacho (el tema de clase),
música chicha (lo étnico vinculado a lo racista) y, como si no fuera
suficiente, música de chagras o montuvios (presente la contradicción entre
centro-periferia, donde lo de la capital dicta el grado ‘civilizatorio’ ante la
‘barbarie’).
Hay, sin duda, imaginarios construidos en un
escritorio: la idea de que el país se podría salvar por medio de la cultura,
tras la invasión peruana de 1941, promovida por Benjamín Carrión, quien a su
vez lo tomó prestado de Vasconcelos. Y, claro, ante el desgarramiento surgió
una canción emblemática como es ‘Vasija de barro’, escrita en una noche a
cuatro manos y, curiosamente, borroneada en la contrasolapa del libro En busca
del tiempo perdido, de Marcel Proust.
Hay imaginarios que unen a los ecuatorianos: ceviche,
selección de fútbol, Galápagos, años viejos, procesiones de fe, Rumiñahui o
Julio Jaramillo… Los hay que los separan: regionalismo, estereotipos étnicos,
disputas chauvinistas, temas políticos coyunturales y, ahora, hasta las redes
sociales (las voces de los idiotas, a juicio de Umberto Eco, apocalíptico al
final de sus días).
Curiosamente Ecuador aún es un país agrario y como tal
dependiente de los designios de los dioses, a la espera de las lluvias y
cargando vírgenes coloniales del siglo XVIII. Las dos imágenes más
representativas, del Quinche y del Cisne, fueron esculpidas por Diego de
Robles, quien también hizo la de Guápulo, que era sacada en procesiones para
desalentar la Revolución de las Alcabalas.
Basta ver sus exportaciones de materias primas: cacao,
banano, flores, camarón o petróleo, con escaso valor agregado (por eso se
agradece a quienes en los últimos años han logrado lo impensable: crear marcas
reconocibles). Como se sabe la mentalidad agraria es altamente conservadora y
patriarcal, además de machista.
Preocupada en hacer crecer cosas en lugar de
fabricarlas, aún desconfía de quienes proponen servir, pensar, saber y
experimentar, siguiendo la descripción de las tres olas de Alvin Toffler. Esto
último, la ola del conocimiento, es lo que produce quiebres en el sistema.
¿Dónde están esos imaginarios? Y esto porque, como el caso de la música, las
nuevas voces -quienes muestran la sensibilidad de esta época- aún no aparecen
en todo su esplendor. Obviamente hay salvedades, Ecuador TV, a través de La
Caja de Pandora, muestra esas visiones contemporáneas, como es el caso de Álex
Alvear: la academia que no ha olvidado sus raíces. (O)
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/imaginarios-de-un-pais-posible
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