martes, 25 de febrero de 2014

Noticias secretas de Ambato


En estos próximos días Ambato vivirá el esplendor de sus fiestas que nacieron, curiosamente, del desastre. La urbe padeció en 1949 un terremoto donde perecieron, aproximadamente, 6.000 personas, se derrumbaron 20.122 casas, existieron más de 250.000 damnificados y se requerían -en aquella época- 80.000 dólares para la reconstrucción, según un informe de Naciones Unidas.
En esos momentos dolorosos, los habitantes de Ambato necesitaban asirse a algo que los mantuviera con esperanza. Nada mejor que la alegría para contrarrestar las penas, pensaron, al parecer, algunos de los representantes de esta ciudad que aún limpiaba los escombros. Por este motivo, el 17 de febrero de 1950, a un año del desastre, la Municipalidad de Ambato formuló el Acta de Fundación de la Fiesta de las Flores y las Frutas, “como la prueba de la más típica y legítima ambateñidad que anima a la ciudad y a la provincia”, según consta en un documento que llegaba en un momento clave porque insuflaba otra vez de vida a la ‘Tierra de los tres Juanes’.
Nada mejor que la alegría para contrarrestar las penas, pensaron, al parecer, algunos representantes de esta ciudad que aún limpiaba escombros.El 30 de octubre de ese mismo año se promulga la ordenanza que funda y pone estatutos en esta celebración que, con el tiempo, sería la más grande de Ecuador. En esa oportunidad se instituyeron también los Juegos Florales, para celebrar al arte.
Así, la Municipalidad de Ambato -y en la actualidad un Comité Permanente de Fiestas- inició estos encuentros pletóricos de alegría y que coinciden con el carnaval, la fiesta de la carne, según la tradición romana, donde el mundo se pone al revés.
El otro eje clave de Ambato es su feria que desde la época colonial se constituyó en un núcleo de la economía regional. A fines del siglo XVIII, el naturalista Francisco José de Caldas -quien participó también en investigaciones con Alexander von Humboldt- habla de la importancia de la feria y de los productos que se presentan a 12 o 16 leguas. De igual manera D’Orbigny, un viajero que visitó la zona a comienzos del XIX, da cuenta de su prestigio.
Por su parte, Brownley, quien ha realizado investigaciones sobre la serranía ecuatoriana, sostiene que la función comercial de la urbe “jugó un papel clave en el crecimiento de Ambato, que de ser la ciudad más pequeña pasó a ser la más grande”. La feria de Ambato se realizaba hasta 1868 los domingos, hasta que el arzobispo Checa se quejó porque “muchas personas que acudían a ella descuidaban el cumplimiento de sus deberes religiosos por atender  sus negocios temporales”. Del sábado, donde también se quejaron, se pasó al clásico lunes, desde que el Concejo así lo dispuso, en abril de 1870.

El enigmático señor Chen

El humano actual regresa asombrado a escuchar las voces que le hablan del pasado. Tal es el caso de los aforismos chinos, con una cultura de 5.000 años de antigüedad. Ha sido preciso retornar a la enseñanza de estos sabios para entender lo que nos ocurre en esta época de vértigo, plagada de libros de autoayuda.
Lo irónico del caso es que ha sido esa literatura que promueve el éxito en los negocios -el marketing- la que ha descubierto con asombro las enseñanzas de estos guerreros que se preparaban para las batallas, pero sin utilizar la fuerza sino la sutileza. Esas estrategias -como el caso de El arte de la guerra, de Sun Tzu- han sido descubiertas para un Occidente que siempre prefirió la guerra a la astucia, que siempre estuvo en su brújula la conquista y la exterminación antes que la armonía.
“Hundir el bote después de haber alcanzado la orilla”. El autor explica que se refiere a que en la vida se puede mirar hacia atrás, pero no retroceder.Habitualmente -escribe Chao-Hsiu Chen, en el libro Astucia sonriente- la vida se asemeja a un campo de batalla, y muchas cosas que conforman nuestra vida cotidiana desembocan en una auténtica lucha: “Para salir vencedor de una batalla no se requiere la fuerza, sino más bien se precisa de una estrategia sutil. Es precisamente esto lo que constituye el arte del combate y el secreto de la victoria”.
¿De qué nos habla este enigmático libro? De lograr el triunfo personal con inteligencia y sin confrontación. Aquí un aforismo: “Hundir el bote después de haber alcanzado la orilla”. El autor explica que se refiere a que en la vida se puede mirar hacia atrás, pero no retroceder. “Quien ha conseguido algo debe alegrarse por ello, pero no debe permanecer estancado en ese punto. Debe abrirse a cosas nuevas, con el fin de continuar desarrollándose. Pues quien no continúa su desarrollo no tendrá más metas. Y quien no conoce sus metas, en realidad ya no está vivo”.
“Renuncia a la silla de mano para salvar al rey”. Chao-Hsiu Chen refiere: “Hay situaciones en las que resulta necesario sacrificar algo valioso para salvar algo todavía más valioso. Pero para ello se precisa una decisión rápida y valerosa, aunque en ocasiones no sepamos bien qué es lo más valioso o no queremos desprendernos de aquello que resulta menos valioso”.
Una nueva sentencia: “No golpear sobre la hierba para ahuyentar a la serpiente”, que sería: “Si queremos alcanzar una meta, es mejor meditar sobre cada uno de los pasos que son necesarios para ello, en privado, de tal manera que nadie pueda conocer nuestras intenciones. Pues cuantas más personas averigüen cuáles son nuestros planes, corremos el riesgo de que  peligren y fracasen ya en su fase de inicio”.
Queda un aforismo en el aire: “Mostrar las ciruelas para hacer olvidar la sed”.

domingo, 9 de febrero de 2014

Los 85 más ricos del mundo

Al parecer, un grafiti clave para entender el movimiento de los Indignados o M15 (porque nació el 15 de mayo en España), duros críticos contra los banqueros, es: “Si no nos dejan soñar no les dejaremos dormir”. Tras la burbuja inmobiliaria, en un país donde los bancos tienen casas que no ocupan, los carteles hablan: “El futuro comienza nunca”.
Hay desesperanza. No son los grafitis del Mayo del 68, en París: “La imaginación al poder” o “Levanten los adoquines, debajo de los adoquines están las playas”. El movimiento, como antes, nació en los países industrializados. “We are the 99%” fue la proclama de Occupy Wall Street para decirnos que únicamente el 1% de los más ricos es el que toma las decisiones económicas, políticas y sociales de toda la población mundial (para Ari Berman, quienes manejan al planeta representan el 0,0000063%).
Las 85 personas más ricas del mundo tienen tanto dinero como 3.500 millones de los más pobres del planeta, la mitad de la población de la Tierra. Esto, según el último informe de Oxfam, organismo que busca soluciones en torno a la pobreza y a la injusticia.
El estudio, que hace hincapié en que todo esto nace bajo el credo neoliberal, señala: “Un total de 210 personas llegó a poseer, cada una, más de 1.000 millones de dólares el año pasado, sumándose a los existentes 1.426 que ya los poseen con un patrimonio neto conjunto de 5.400 billones (millones de millones) de dólares”. Asimismo, según los datos de Oxfam, el 1% más rico de personas en todo el globo tiene 110 billones de dólares, o sea 65 veces la riqueza total de la mitad inferior de la población del planeta, lo que efectivamente “presenta una amenaza significativa para sistemas políticos y económicos inclusivos”.
Ante esta realidad hay que volver al libro No logo, de Naomi Klein, especialmente cuando trata sobre el tema del boicot y de la creación de las marcas, porque ahora no se venden productos sino sensaciones. Algo de eso maquinan los acumuladores de oro.
Pero hasta eso, nada mejor que recordar los versos de Francisco de Quevedo y Villegas, escritos a inicios del siglo XVII: Madre, yo al oro me humillo, / Él es mi amante y mi amado, / Pues de puro enamorado / Anda continuo amarillo. / Que pues doblón o sencillo / Hace todo cuanto quiero, / Poderoso caballero / Es don Dinero.
¿Pero qué hacen con tanto dinero los 85 más ricos del planeta? Algunos, meras cosas excéntricas, por no pedir a gritos algo de afecto. En fin, Sócrates caminaba por el mercado de Atenas para comprobar qué no necesitaba.
 

miércoles, 5 de febrero de 2014

Konanz en un Ecuador de 1920

Dos largos días había viajado el abuelo Juan José, desde su tierra norteña, hasta Quito, una ciudad donde todos hablaban de política. Antes de llegar al tambo de Malchinguí, debían esquivar a los Pucho Remache, unos forajidos que tenían como maña asesinar a los viajeros y hacerlos fritanga. Era 1920 y el abuelo y su hermano, Ernesto, ya estaban en camino a Guayaquil, que olía a cacao y donde se podía adquirir olorosos habanos para presumir de regreso al pueblo.
Estas imágenes evoco tras leer el libro Senderos del equinoccio, relatos de viajero, del suizo Max Konanz Knaus, quien viajó en ese período, y ahora llega –con fotografías de época– bajo la edición de su nieto Leonardo Escobar Konanz. Aquí aparece un país deslumbrante, lejos de esa mirada del ‘país indolente’, tan propia de otros relatos del XIX, de embajadores como Friedrich Hassaurek, quienes miraban pulgas en los tambos (creo que algo de eso está en Las costumbres de los ecuatorianos, recopilado por Osvaldo Hurtado).
Debemos a Konanz que se preserve el magnífico sol en platino que es un ícono del Banco Central del Ecuador.Konanz, nacido en 1889, amaba este país de contrastes. Llegó en 1912 como agente viajero y después se instaló en Cañar, donde emprendió la primera quesería, contratando a ese visionario que fue Óscar Purtschert, también suizo. Ese país de diversidades que, como dice Borges en Los conjurados: “Han tomado la extraña resolución de ser razonables / Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades”.
En el libro aparecen anécdotas: la convalecencia de la peste bubónica; una cabalgadura que huye frente a un elefante de circo; el primer auto Ford que debe ser, literalmente, izado en un puente; las incontables caminatas; viaje en hidroavión alemán de Bahía a Guayaquil: la bienvenida con un ‘drake’, que recuerda al pirata Francis Drake, en el páramo  o el relato de un bandolero en el litoral a quien el curioso viajero engaña con una copa de coñac. También se relata la intolerancia religiosa, como cuando el obispo de Cuenca, de esa época, le impidió entrar a su propia boda, con Lola Muñoz, aduciendo que era protestante.
Pero también el libro da cuenta de la pasión por la arqueología, al punto que lo llevó a investigar la iconografía de los mullos y en 1944 escribió el estudio El arte entre los aborígenes de la provincia de Manabí.
Debemos a Konanz que se preserve el magnífico sol en platino que es un ícono del Banco Central del Ecuador que, según el relato, fue encontrado en Mongoya, cerca de los cerros de Convento, en Manabí.
Es curioso, muchos ecuatorianos, a inicios del siglo XX, aún no conocían su propio país.
 
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