domingo, 29 de julio de 2012

Ecuador desde afuera


En estos días se presentó el documental “Ecuador desde afuera”, una mirada de cómo una parte del mundo analiza nuestro proceso político. Es curioso, mientras algunos articulistas locales (¿habrá que llamarlos criollos, en el sentido colonial?) sufren aún a una “banana republic”, Noam Chomsky -el lingüista y activista político- habla en buenos términos del País de Manuelito.
El filósofo francés Edgar Morin, autor del  libro “La vía para el futuro de la humanidad”, aprecia la simbiosis de las diversas culturas como proyecto interesante de Ecuador. No tiene ningún empacho en decir que tomó la idea del “buen vivir” para que -ojalá algún día- pueda ser aplicada en Francia y en el mundo. Todo bonachón, dice que el Ecuador es su inspiración. Lo propio hace el político francés Jean-Luc Mélenchon, quien, también sin ambages, señala que tomó el nombre de la “revolución ciudadana” como una alternativa válida. Dice que esa será la revolución del siglo XXI.
Este trabajo -que se lo puede apreciar en www.enelojofilms.com)- también refiere a ese documental que debería ser mirado por todos quienes aún creen que desde América Latina, como sucedió en los sesenta, no se puede dar clases al mundo. Es “Deudocracia”, de Grecia y, por si acaso, sin ningún patrocinio ecuatoriano y libre en YouTube.
El audiovisual refiere la apreciación de Jayati Ghosh, de la India: Tenemos a un pequeño país, de apenas 14 millones de habitantes, que parece no tener mucho que ofrecer, pero su enfoque de transformación -entre gente y naturaleza y no únicamente finanzas y capital- es algo que otros países deberían tomar en cuenta.
Ignacio Ramonet cree que Ecuador está dando un ejemplo de una batalla total, donde la dimensión ecológica, social, política y mediática está articulada en un proyecto revolucionario, donde al fin el país esté de pie, porque antes estaba de cabeza.
Hay muchas voces en el documental, desde Mark Weisbrot, desde Washington y articulista prestigioso, hasta las cifras que muestra la Cepal, en Chile, por medio de Alicia Bárcena. El primero dice que lo importante es el gasto en el sector público, salud y educación, mientras el organismo muestra cifras que revelan a un país en crecimiento. Hasta los periodistas colombianos destacan los cambios en las carreteras y comparan las maltrechas vías de Nariño.
Lo interesante es cómo ciertos extranjeros nos miran, porque algunos analistas de acá aún parecen tener la mirada del país indolente, tal como los viajeros que llegaron en el siglo XIX. Hay que mirar este documental ahora que los banqueros andan por el barrio.



Tomada de la edición impresa del Sábado 28 de Julio del 2012


sábado, 21 de julio de 2012

La batalla de Ibarra


El pasado 17 de julio, en las riberas del Tahuando, se escenificó la llamada Batalla de Ibarra, que conmemora la gesta donde las tropas patriotas enfrentaron a las huestes pastusas, que eran más realistas que el rey, allá en 1823. Los pastusos tenían motivos religiosos más que políticos, alentados desde los púlpitos.
El historiador nariñense Sergio Elías Ortiz dice: “Creemos que la mente de la clase inferior estaba llena de prejuicios contra la que ella llamaba insurgentes, traidores, perjuros, entre otros, prejuicios sembrados en trece años de prédicas”. De allí que no es casual que levantaran el pendón de España y proclamaran: “La guerra santa contra los malvados usurpadores de los derechos del muy amado Fernando VII y enemigos jurados de la religión”.
Perder la plaza de Pasto -con el agravante de lo sucedido en Perú- significaba, como bien escribió Bolívar en una carta a Santander, que era preciso reconquistar el sur de Colombia, porque de lo contrario la guerra en América se iba a prolongar hasta el infinito, aun contra la voluntad de los españoles, “porque ha de saber que los pastusos y el monárquico Canterac, de Lima, son los demonios más demonios que han salido del infierno.
Los primeros no tienen paz con nadie y son peores que los españoles y los españoles del Perú son peores que los pastusos”. En carta del 5 de julio escribe: “Estoy empleando hasta los muertos en la defensa de este Departamento. Yo pienso defender este país hasta con las uñas”.
La estrategia de Simón Bolívar, en verdad la única batalla que dirigió en el actual Ecuador, fue decisiva: se trató de una disputa entre una caballería patriota bien armada y experimentada -aunque tenía una infantería novata- frente a una infantería pastusa habituada a lo que se conoce como guerra de guerrillas, pero en sus montañas y no en un valle donde fue presa fácil. Con ardides, Bolívar llevó a los montaraces pastusos a la explanada de las calles de Ibarra y en lugar de entrar -como esperaban sus enemigos- por Otavalo, circunvaló en monte Imbabura y llegó por el Abra.
Cuando la avanzada miró a la caballería llegar por Yacucalle ya fue tarde. Se sabe que los dos combatientes tenían aproximadamente 1.500 hombres, cada uno. Las cifras son contundentes, más de 800 pastusos fueron ultimados, de allí la persecución por el Tahuando hasta el Chota; mientras únicamente 13 independentistas perecieron. Los pastusos demostraron un valor que rayaba en el suicidio, liderados por Agustín Agualongo. Aún nos imaginamos a Bolívar arengando desde la piedra Chapetona y un río Tahuando embravecido.



El texto original está publicado en:

domingo, 15 de julio de 2012

¿Francotiradores en Ibarra?


La Fiesta de la Música, la época del Solsticio, convocó en Ibarra a 100 jóvenes músicos de toda la provincia. La algarabía se desarrolló en el parque Pedro Moncayo, junto a la Feria de la Cultura, donde mujeres de Salinas, La Victoria y Urcuquí vendían sus artesanías, mientras los artistas preparaban sus pinturas para realizar su arte urbano, primo hermano del grafiti que llevó, en el anterior siglo, a Basquiat a exponer en el MoMA de Nueva York.
Tras los respectivos permisos, socialización con los profesores y demás, se encontró que el mejor lugar eran las paredes de la escuela Luis Leoro Franco, en el sector de Yacucalle que, como su nombre lo indica, aún es considerado un lugar sagrado para las culturas originarias.
La iniciativa tenía los avales y estaba organizado por las regionales del Ministerio de Cultura de Ecuador, Ministerio del Ambiente, Ministerio de Educación, Municipio de Ibarra y, como en todo el mundo, con esa visión nacida en Francia, en 1982, con una evocación del lema “Prohibido prohibir”, como un legado del Mayo del 68. Pero, no, porque -al día siguiente- algunos inquisidores de esta época encontraron que en una de las paredes los jóvenes habían pintado a una mujer desnuda.
Ardió Troya. Los medios tradicionales no contaron el esfuerzo de realizar este arte callejero o street art, como lo define el colectivo Torre de Babel, sino que encendieron la “polémica”, más aún porque -como mostraron en las fotografías- cerca de la puerta del establecimiento también había el recuerdo de prácticas antihigiénicas en el Congreso Nacional (este mural fue borrado y se puso la regla del 3).
Allí nomás salió en la televisión local un tendero -con el respeto al gremio- a dar clases de moral y buenas costumbres, pero ni una entrevista a los artistas. Lo que sí hubo fue la advertencia de una ordenanza que, incluso, podría dictar el buen gusto.
Fue preciso indicar que en la mismísima Capilla Sixtina hay cuerpos desnudos, pintados por el gran Miguel Ángel, heredero de lo griego, y que, si vamos a esas, habría que vestir a la Maja desnuda, de Goya, y a Las tres Gracias, de Rubens, ponerles trajes de baño de los años 20, del siglo pasado.
Más allá de la anécdota, una realidad terrorífica: aún vivimos en la Colonia, como bien nos decía Agustín Cueva, sin mentar que algunos padres de familia sugirieron colocar santos para que iluminen a los niños en lugar de esos “adefesios”. Es imperativo la descolonización de los cerebros -la discusión de los espacios públicos- para que los jóvenes no crean que viven en un país de francotiradores contra el arte.

https://mail-attachment.googleusercontent.com/attachment/?ui=2&ik=3bfaf09e42&view=att&th=13886ab4d1bdb31b&attid=0.1&disp=inline&safe=1&zw&saduie=AG9B_P9utTPMH2EA-m_TZE7ewJC3&sadet=1342361956250&sads=im2vQphcL-H0QO1BBVn8nyZwF3U&sadssc=1

PIE DE FOTO
Mural de Jean-Michel Basquiat (1960 - 1988) fue un pintor estadounidense que nació en Brooklyn, Nueva York, el 22 de diciembre de 1960. Su preocupación por transmitir en su pintura la problemática de doble pertenencia a minorías étnicas, la afroamericana y la latina, si bien es elemento recurrente de su narración pictórica, nunca se sometió a intencionalidades mensajísticas condicionadoras. El crítico británico Edward Lucie Smith sostiene: “El más celebrado artista negro de los ochenta, Jean-Michel Basquiat, utiliza con frecuencia la imaginería 'negra', pero al mismo tiempo siempre demuestra su ansiedad por someterla a claros acentos de universalidad.” También precisa que “su intención no era tanto construir una capillita más para la cultura afroamericana, sino competir en igualdad de condiciones con su mentor Andy Warhol.” Por su parte, el teórico alemán Klaus Honnef afirma: “Sea casualidad o no, si se pasan por alto las significativas alusiones a la existencia social de los negros en los Estados Unidos y la furia considerable de sus cuadros, se podría llegar a la conclusión de que las pinturas y los dibujos de Basquiat están enraizados en la estética francesa, y no en los graffiti de Nueva York”.

sábado, 7 de julio de 2012

Mitos del río Tahuando

El Municipio de Ibarra ha realizado un anuncio: recuperará el antiguo encanto del río Tahuando, donde según leyenda batalló Simón Bolívar el 17 de julio de 1823, subido a la piedra Chapetona.
Ojalá el Tahuando sea un atractivo como el Tomebamba, de Cuenca. Mientras eso ocurre he recordado una mitología que recogí hace tantos años. Se llama “Las tres piedras”, y el lugar era un antiguo vado:

-¡Qué hermoso está el río! dijo Adela, mientras corría hacia la ribera.
-¡Apúrate, si no quieres llegar tarde!, exclamó Eloísa.
La tercera muchacha, Rosario, recogió un geranio y se colocó  en su lustroso cabello. El torrente del Tahuando bajaba límpido. Los juncos se mecían con el viento. Arriba, el Alto de Reyes -donde en los antiguos tiempos se realizaba el Pase del Niño- parecía árido. Los arbustos de las mínimas montañas producían un destello que se confundía con el encañonado. Pocos recordaban a los Olivares de Ibarra descritos por Mario Cicala, en sus crónicas de inicios del siglo XVIII.
Su alegría se confundía con los cantares que traía la corriente desde las montañas. Eran muchachas y reían mientras se desvestían para su baño de aromas de azahares y geranios. Sus piernas eran dóciles a las hierbas mojadas y sus labios eran frescos, como las gotas que salpicaban sus caderas. Estaban desnudas y sus espaldas tersas se arremolinaban bajo el chorro firme, que caía desde sus cabelleras ensortijadas. Sus ojos tenían los paisajes de estas tierras generosas.
Eloísa, con sus pies ligeros, entraba y salía de la orilla. Como una serpiente inmensa, el agua se escurría por las pulidas piedras y el sonido que producía parecía estar en armonía con las risas de las muchachas.
Desde arriba, unos hombres las observaban ocultos en los matorrales. Tramaban el ultraje contra las vírgenes de olores de durazno. Las doncellas, sin percatarse, jugueteaban con el agua y sus cuerpos eran como garzas que se posan sobre el estanque.
Los tunantes se acercaron para tomar a la fuerza lo que se les había negado con la ternura. Las zagalas comprendieron sus intenciones perversas. Cuando sus manos se acercaron a sus figuras, los hombres sintieron una dureza de alabastro. Las muchachas se habían transformado en tres piedras. De lo que antes eran sus labios,  brotaban tres ojos de agua, pero era como si fueran hechos de lágrimas.

Cuentan los abuelos que cuando bajaban al río, las tres piedras con fulgores de mujeres estaban allí. Cuando alguien se  zambullía en su torrente era como si unas manos recorrieran una piel ajena, pero con gemidos traídos de otras épocas.

martes, 3 de julio de 2012

Urbegrafías


En el laberíntico texto de Ítalo Calvino, “Las ciudades invisibles”, se lee que en Despina, la ciudad del deseo, este aparece según se llega por tierra o por mar. En Ottavia, en cambio, la angustia existencial es su motor; mientras que en Adelma, el viajero reconoce el rostro de sus muertos en las caras de los habitantes.
La tesis de Calvino es que todas las ciudades, las existidas y por existir, se pueden imaginar una vez que se conocen sus reglas primordiales. El tiempo pierde así su primacía y se desvanece completamente en el espacio de la conciencia. Las ciudades imaginarias son el lugar de la experiencia simbólica, comparten el vínculo con el absoluto de la poesía, dice un análisis de esta novela metatextual, que nos recuerda los pasos de “Rayuela”, de Cortázar.
En Quito, el pasado miércoles, se presentó “Urbegrafías”, una iniciativa del Centro Cultural Benjamín Carrión, cuya directora es Rosy Revelo, que reunió a más de una veintena de creadores de visiones urbanas con un propósito: dibujar uno de los mapas de la urbe. Es un ejercicio que nos recuerda a Calvino: “Al hombre que cabalga largamente por tierras selváticas le acomete el deseo de una ciudad”.
“Los perros de la calle no creemos en ángeles de la guarda”, nos dice Ana Minga, en el libro editado por Raúl Pacheco. Cristóbal Zapata declara: “En la Plaza Foch / los ojos pican sexos, ancas, senos”; por su parte, César Eduardo Carrión exclama: “La profusión de estas horas no cabe en las venas fibrosas del árbol. / Hemos ido olvidando sus nombres: arupos, chalanes y molles / ya casi no existen”.
Santiago Páez habla de que la ciudad está hecha de nudos: “Estos nudos duran poco: cuando la noche avanza, los transeúntes escasean, las lámparas se apagan y las brasas se consumen”. En el libro, de pequeño formato, los textos están acompañados de las obras de los artistas, desde sus diversas vertientes que van desde la instalación al grabado. “Estoy fuera, estoy desnuda / los muertos duermen a dos metros bajo tierra / abandono el cómodo sillón y corro / huyo de mi sombra / de mi viejo discurso / nadie me va a salvar de la ciudad”, dice Jenny Carrasco.
Por su parte, Sonia Manzano clama: “Esta ciudad está siendo expulsada / de sus propias entrañas / por las réplicas inexactas de sí misma / por una versión apócrifa / de su particular leyenda… con un exceso brutal de los automotores”. Está también una interpretación desde los grafitis: “Ciudad pobre sirena / no caeré en tu océano” o aquel “Quito: patrimonio de la soledad”, que apareció junto a “Quito: un panteón entre montañas”.