La narrativa, en esta época de
vértigo, apela a la brevedad. En este tiempo de 150 caracteres o de Twitter,
curiosamente, adoptamos una manera de escribir más anglosajona, lejos de cierto
barroco que nos es propicio. Está el cuento famoso de Augusto Monterroso
titulado El Dinosaurio: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
Como siempre, no hay nada nuevo bajo
el Sol. Esta disputa ya estaba presente en el mundo antiguo y ha moldeado a
Occidente, desde hace 2.500 años. Así como no hay que unirse a los filisteos,
siempre es preciso volver a los griegos. El libro El camino de los griegos, de
Edith Hamilton, explica las diferencias que podemos encontrar entre el mundo
judeo-cristiano y los helenos. El ejemplo es adecuado porque las dos visiones
representan la misma idea.
En el Sermón de la Montaña podemos
leer: “Pedid, y se os dará, buscad y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque
cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla. Y al que llama se le
abrirá”. Ahora veamos cómo expresa Esquilo el mismo pensamiento: “Los hombres
buscan a Dios y buscándolo lo encuentran”.
Dice Hamilton: “No se añade una sola
palabra. El poeta consideró que esta afirmación, tal como está, era adecuada
para la idea, y no sintió ningún deseo de elaborarla ni adornarla”. Julio César
fue preciso al dirigirse al Senado romano tras la Batalla de Zela: “Vine, vi,
vencí”.
En este sentido, también con esta
influencia, está esta frase de Séneca: “Para bien obrar, el que da debe
olvidarlo luego y el que recibe, nunca”. Hasta las comas son precisas. Miguel
de Cervantes lo decía así: “¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de
pan, sin que le quede obligación de agradecérselo a otro que al mismo cielo!”.
Estas reflexiones vienen al caso
porque, hace tiempos, inicié un proyecto de microleyendas de Ecuador.
Obviamente, la tarea es ardua, porque es más difícil escribir un relato mínimo
que largarse, tal es la palabra, con descripciones y ripio. Solo he avanzado
una, que se llama ‘El gigante y las lagunas’, de Imbabura. Refiere a un mito
cosmogónico de los caranquis, señorío étnico que construyó 5.000 tolas y cuyo
centro de poder probablemente era el sector de Angochagua, donde hay cerca de
150 tolas, dentro de la hacienda Zuleta.
Junto con los amoríos de las montañas
Imbabura y Cotacachi es parte de su génesis, palabra que tiene origen griego.
Sin más, la comparto en 125 palabras.
Hace mucho tiempo, antes de la
llegada de los hijos del Sol, vivía un gigante. Era tan enorme como su orgullo.
Decidió recorrer las lagunas tras su profundidad. Metió su enorme pie en
Yahuarcocha, que se llamaba Cochicaranqui, y rió mucho: sus aguas únicamente le
llegaban a los talones.
Después fue al Imbacocha o lago San
Pablo. Sus carcajadas retumbaron en el aire porque apenas se mojó las piernas.
-Son simples charcos, se dijo, y se
recostó en una colina.
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/un-gigante-en-125-palabras
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