domingo, 23 de septiembre de 2018

CCE Nucleo Imbabura, Medalla Pilanquí 2018


La Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamin Carriòn”, Núcleo de Imbabura

Sesión Solemne Conmemorativa de los 412 años de fundación de San Miguel de Ibarra.




Acto en el cual se impondrá la medalla Pilanquí al académico MSc. Juan Carlos Morales Mejía, por su brillante contribución como escritor, poeta e historiador.

Y se entregarán Placas de Reconocimiento a los señores Nicanor Pabón P.  y Manolo Ayala por su importante aporte al arte musical y fotográfico, respectivamente.

Día: jueves 27
Hora: 17:00

sábado, 22 de septiembre de 2018

María Magdalena en tierra de mandingas, 2018/09/20


El país, siempre, estará en deuda con su memoria. Acaban de morir dos íconos de estas tierras indolentes, signados -hay que decirlo con voz fuerte- por la desidia, que solo sirvieron en muchos casos para la foto de ocasión: Carlos Rubira Infante y María Magdalena Pavón, a quienes los medios tradicionales siempre ignoraron porque no entienden a la cultura popular.

El primero, más reconocido pero nunca lo suficiente, nos legó el amor al terruño, porque una estrella de la fama no es más que una ilusión para los incautos. La otra murió casi en el olvido, a no ser por ese proyecto de sueño que fue Taitas y Mamas.

María Magdalena, declarada como Patrimonio Vivo de Ecuador, junto a sus hermanas Rosa Elena y Gloria, tuvo que padecer cuatro estigmatizaciones: negra, mujer, pobre y de la periferia (nacida en Chalguayacu, en el Valle del Chota). Lo primero, herencia de los jesuitas, quienes trajeron a la fuerza a los esclavos extraídos de África y que tras su expulsión dejaron a los pueblos más pobres del país después de haber tenido 132 haciendas (4 grados geográficos); segundo, mujer que no pudo acceder por el machismo a la Banda Mocha; tercero, pobre como los pueblos afrodescendientes con el añadido del racismo y, por último, no vivió en la metrópoli sino que era de un pequeño poblado encandilado por la ciudad. Pero allí estaba su resistencia: sin instrumentos, María Magdalena imitaba al contrabajo, su hermana a la trompeta y la otra la voz.

Gloria, quien padece de bocio por falta de sal yodada, en la actualidad vende las escasas frutas de su chacra en el mercado de Otavalo, Rosa Elena, como si los jesuitas jamás se hubieran ido, tiene las llaves de la iglesia donde está el santo de la Compañía de Loyola, Francisco Xavier, prepara los bautismos y es curandera, como si los mandingas estuvieran más vivos que nunca. María Magdalena, de 77 años, era partera y depositaria de milenarias sabidurías. Ahora está en la tierra de los ancestros, de los leones y de los tambores de Mama África a quien la humanidad debe tanto, pero casi nunca reconoce. Ahora, llueve en Chalguayacu.



Quito contado por un chagra, 2018/09/13


El abuelo Juan José, quien emprendió viaje a Guayaquil a inicios del XX, decía que la ciudad tenía el aroma a cacao, porque los granos se secaban en el malecón. Quito, en cambio, olía a café de chuspa con humitas, al caer la tarde. Contaba que se subió al tranvía y que –como todos se bajaban al vuelo- él también lo hizo hasta aterrizar en una callejuela.

Mi padre César, en cambio, hablaba de las aventuras de los chullas quiteños como el Terrible Martínez y Sordo Piedra. De la sal quiteña –que no es de cocina- donde también los chagras podíamos caer en los embustes de los vivarachos chullas quienes dejaban en prenda sus trajes.

Con el tiempo tuve la suerte de vivir, primero en la calle Pereira y después, como editor de la sección Quito, en la Mama Cuchara, en una casa antigua de vecinos generosos. Debo a esas instancias el libro de Trama, ilustrado por Mauricio Jácome Perigüeza, Quito: las calles de su historia, ahora que la urbe cumple 40 años de Patrimonio Mundial.

Aquí la historia de la calle Venezuela: De plata fueron hechas las lunas menguantes para los pies de las Vírgenes de madera. Los devotos iban a la calle de la Platería para pedir favores a sus santos a cambio de joyas o indulgencias que solicitaban los conquistadores cuando se hacían viejos, como perdón de sus pecados. Estos hombres de antiguas corazas acaso querían olvidar sus sangrientas masacres contra los indígenas.

Iban a las Capellanías a pagar misas para toda la eternidad porque sabían que las imágenes de madera eran benévolas con las almas atormentadas.

En 1613, el Alguacil Mayor de Quito, Don Diego Sánchez de la Carrera había llegado de allende el mar para decidir sobre la vida de los quiteños. Acaso, quisieron halagarlo y la calle se llamó De la Carrera.

En la misma calzada, Antonio José de Sucre, patriota venezolano, construyó su casa, con indicaciones que llegaban en cartas escritas en el fragor de las batallas de Independencia. Unas balas de la infamia lo asesinaron en Berruecos, pero nadie olvida que de Venezuela también llegó el ejército libertario de llaneros.


Brasil: entre termitas y dinosaurios, 2018/09/06


Hasta la declaratoria de 1889 de Brasil como república se quemó el pasado domingo tras el incendio dantesco -la palabra es precisa porque alude al infierno- que dejó el 90 por ciento del Museo Nacional de Brasil en cenizas.

Como en todo hay una metáfora: se cree que el siniestro en Río lo produjo un pequeño globo aerostático, que allá se llaman “baloes”, propios de las celebraciones de medio año. Lo que sí sobrevivió fue el meteorito Bendegó, de cinco toneladas, y descubierto en Minas Gerais en el siglo XVIII. Pero es más que un globo contra un meteorito.

Conservaba 20 millones de artefactos, muestras de culturas griegas, egipcias, etruscas o afrobrasileñas, huesos de dinosaurios y un esqueleto de 12.000 años de una mujer conocida como “Luzia”, la persona más antigua descubierta en Sudamérica.

Hay señales para entender este drama. Lo primero es comprobar que en la celebración de los 200 años, que fue en agosto pasado, no acudió ningún alto funcionario del Gobierno, peor el presidente Michel Temer; y Lula no fue porque está en la cárcel.

El País de España indica: “Este año estaban previstos unos 43.000 euros, menos de la cantidad anual destinada a lavar los coches de los diputados de la Cámara baja en Brasilia o el mensual destinado para el mantenimiento del palacio cerrado, tras la caída de Dilma Rousseff”.

Una gran exhibición de dinosaurios, que fue forzada a cerrar luego de un ataque de termitas hace cinco meses, se había reabierto recientemente gracias a una campaña de crowdfunding (microrrecaudación de fondos). BBC señala: “Río de Janeiro está en crisis.

La creciente violencia, el profundo declive económico y la corrupción política se han combinado para hacer que la ciudad sea una sombra de lo que fue alguna vez”. Además, en los Juegos Olímpicos de 2016 se invirtieron millones de dólares, pero casi nada para el museo.

¿Quiénes son las termitas en este juego macabro contra la desmemoria? La negligencia de los políticos hacia la cultura es más voraz que el fuego. Bien dice una pancarta en Río en estos días: “Ya no tenías futuro, ahora ni pasado”



lunes, 3 de septiembre de 2018

Pasaporte para un tal Simón, 2018/08/30


Patillas largas, pantalón pulcro y chaqueta que otro tiempo debió ser brillante, el joven acaba de llegar del monte Sacro de Roma donde ha hecho una promesa sobre el futuro de estas tierras indómitas, llenas de mosquitos. Lo acompaña un tipo algo viejo, de mirada astuta. Dice llamarse Simón Rodríguez y está algo chiflado por la educación.

Diga su nombre, le espeta el hombre del uniforme gris, mientras le pide el pasaporte con los escudos nebulosos: Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco, exclama el mozuelo sin dejo de aristocracia porque, un poco más allá, lo mira su otro preceptor que también hace fila, Andrés Bello, quien le enseñó bajo los chaparros de las sabanas la profundidad de la condición humana.

Un poco alejado, se encuentra su amigo Antonio José de Sucre, lleva también patillas largas y sus cabellos son ensortijados. Van camino hacia Quito. Qué raro, dice alguien más atrás, al mirar una bandera tricolor que flamea sobre un asta. Sí, que extraño, soñé una bandera así, piensa Francisco de Miranda, que lleva un morral de los llanos de Apure. Cae un poco el sol y la espera es larga. Solo en la memoria están las arepas pepiadas y el lenguaje suave de esa geografía que fue nombrada así porque sus casas con pilotes se les figuraron a los hombres de carabela que se parecía a Venecia.

En el centro de control alguien se ha colado para vender espejos. Se escucha una voz de voces: “Cuando el amor llega así de esta manera / uno no tiene la culpa”. Es el viejo Simón Díaz, con traje blanco y sombrero, acompañado de Soledad Bravo y José Antonio Abreu que saca su violín. Aplaude entusiasmado un joven Rómulo Gallegos. Está también Teresa Carreño que se une a los cánticos y ya quisiera tener su piano. A la distancia, sus otros hermanos se han adelantado por estos parajes que Alexander von Humboldt trazó en sus mapas y que no deberían tener fronteras, como los pájaros. Estas tierras tienen volcanes y ríos prodigiosos donde –como se figuran los viajeros– podrán un día continuar caminando al sol por estos desiertos, con los ojos claros.



Enrique Males, amauta de la luna, 2018/08/23


Desde el centro ceremonial de las tolas, los caranquis agradecen a los montes tutelares, al Taita Imbabura y la Mama Cotacachi, por el prodigio de las cosechas de maíz. Hay fiesta en el aire y los danzantes llegan al sonido de los pututus (strombus), ocarinas y rondadores. Estamos bajo los designios de la luna. Este señorío étnico milenario, constructor de 5.000 tolas, nunca creó un imperio porque –debido a los diversos pisos ecológicos– comerciaban con los pastos, quitus y cayambis.

En el siglo XVI llegaron los incas con su sol y los “humbracunas”, sobrevivientes de la masacre de Yahuarcocha, no se habían repuesto cuando arribaron las cabalgaduras de fuego desembarcadas hace poco de las carabelas, junto a los cristos agónicos. Después, cinco siglos pasaron sobre los ríos de la memoria. En la antigua heredad de los caranquis se fundó Ibarra en 1606. A inicios del XX, desde la comunidad de Quinchuquí, llegaron a la Villa los ancestros de Enrique Males Morales, de 75 años. Este músico acaba de ser galardonado con el Premio Nacional Eugenio Espejo, categoría creaciones, que recuerda al “Chusig”, que tuvo que ocultar su nombre.

En este caso, esta distinción –creada en el régimen del general Guillermo Rodríguez Lara, a quien se agradece– no se puede entender sin nombrar el legado caranqui porque Males es uno de sus representantes más genuinos porque ha revalorizado los instrumentos precolombinos, además de la ritualidad andina (sus puestas en escena tienen esa conexión con las cosmogonías que requieren ser documentadas en formato cine, para que se muevan por el mundo).

Males aporta su propia visión de lo norandino que antes, desde el indigenismo, fue construida por el entorno blanco-mestizo, para usar una categoría que también es racista. Más, su propuesta de estos años –como Biografías, el homenaje a Dolores Cacuango o la siguiente en torno al maíz- tiene otra figura: Patricia Gutiérrez, su compañera y danzarina. Males ha logrado un prodigio: devolvernos la voz de los amautas caranquis frente a las tolas milenarias, burlando al olvido. Y como todo cantor, es voz de voces rebeldes.


El libro en un país volcánico, 2018/08/09


La deuda con el libro viene desde la colonia, con un Benalcázar analfabeto. En la época de la hacienda estaban más orgullosos de tener un hato de ganado que una buena biblioteca. Los Gran Cacao, en muchos casos, se gastaron la plata en los cabarets de París (no trajeron ni un cuadro de Renoir), los bananeros -primeros exportadores mundiales también- no cuentan ni con un museo; los nuevos ricos viven de las apariencias. A nuestras pobres élites, muchas antinacionalistas, les da roncha cuando agarraban un libro, por lo demás peligroso. A un pueblo ignorante, cualquiera lo engaña, decía Simón Rodríguez.

El país es altamente exportador de materia prima y extractivista (ni un banano de exportación conocemos). Alvin Toffler señala que hay tres tipos de sociedades: agrarias, industriales y del conocimiento. ¿Cómo dar el salto? En la reciente Maratón del Cuento, en Ibarra, encuentro a Édgar Allan García, director del Plan Nacional de Promoción del Libro y la Lectura José de la Cuadra. Le pregunto a bocajarro: ¿Por qué Ecuador pasó -con el boom petrolero de los 70- literal del azadón a la tele, saltándose el libro? Los protestantes leían la Biblia y eso permitió afianzar el sistema educativo; acá los católicos tuvieron una Biblia casi oral, a punta de rosario. Es una de las causas. “A las élites les convenía tener una masa de peones que no sabían cuáles eran sus derechos y el catolicismo imperante contribuía con la enseñanza del catecismo”, dice casi iracundo.

¿Qué hacer? Cuenta que el Plan trabaja en la promoción -palabra que debe anclar en las industrias culturales- de los escritores ecuatorianos, pero enfrenta a una burocracia tipo kafkiana (los críticos también pueden ser escarabajos, como decía Nabokov). Obvio, la tarea es ardua e incomprendida. Es buena noticia, por eso, los denominados tambos de lectura en sitios clave y los mediadores con teatrinos, además de los progenitores que lean a sus hijos, desde el vientre. Hay aún una tarea pendiente: el gran catálogo en línea de los escritores e ilustradores contemporáneos. Eso sí sería pasar a la historia de este país volcánico.