lunes, 29 de julio de 2013

El Huilo ronda por Ibarra


“Conseguí vivienda. Es un cuarto en forma de revólver de madera. El cañón es la cocina. El gatillo el baño. El resto es dormitorio-escritorio. Lo mejor es la ventana. Por allí entra y sale el Sol. El ruido de los trenes que empiezan a ulular desde las tres de la mañana. Esta habitación se ubica en el primer piso de un edificio ocupado por ancianos y se encuentra en la orilla de la ciudad vieja. Para llegar a ella basta caminar diez minutos, cinco de ellos a través de un puente sobre el Canal del Midi. Me gusta este cuarto. Creo que es un buen lugar para matarme”, nos dice, en su relato “La mudanza”,  Huilo Ruales Hualca (Ibarra, 1947).
Sus frases son ráfagas descarnadas de una realidad de espanto. Eso parecería al inicio. Pero no. El autor pone al lector al filo de la navaja.La obra del Huilo, como hablamos los ibarreños, es a veces como un grafiti: una pedrada dada al descuido; otras ocasiones es como el final perfecto de un cuento ganado por nocaut que, como nos recuerda Julio Cortázar, deberían ser los cuentos, que a diferencia de la novela se gana por asaltos; pero también existen los relatos trepidantes donde el lector se queda sin aliento. Es una obra sin miramientos, como destruir los bustos de las estatuas a plena luz del día.
Por eso es irreverente, porque este escritor de aguda inteligencia crea sus personajes y situaciones desde una poética de lo marginal. Es decir, logra que la cotidianidad -las evocaciones de su infancia o su adolescencia trasfigurada por medio de la ficción- se vuelva su orbe.
Nos dice: “Los poetas son muertos antiguos que andan extraviados en este mundo” o “Conseguí vivienda. Es un cuarto en forma de revólver de madera”, más adelante señala: “Una vez que tuvo la certeza de lo inevitable de su muerte se mató”. Sus frases son ráfagas descarnadas de una realidad de espanto. Eso parecería al inicio. Pero no. El autor utiliza estos recursos para poner al lector al filo de la navaja. De eso también se trata la literatura, porque desde esta América morena le torcimos el cuello al cisne de engañoso plumaje, en referencia a esa literatura acartonada que se hacía y se hace en las tierras de donde vinieron las carabelas.
Desentraña a su tierra: “Érase una vez Ibarra, pequeña ciudad blanca como la ceguera, en la que el tiempo se movía lentamente y sin estridencias, algo así como si se viviera en puntillas para no despertar a Dios”. Esta nota a propósito de que está en prensa el libro “Lo que el viento se llevó”, por la generosidad del autor y el auspicio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo de Imbabura. El hijo pródigo regresa a casa, donde camina la loca Lupe y el sonido de los tacos de la Paca Cucalón aún se escucha en las noches de luna.








domingo, 14 de julio de 2013

Batalla de Ibarra


El 17 de julio de 1823, las tropas patriotas, lideradas por Simón Bolívar -en la única batalla que dirigió en el futuro Ecuador-, enfrentaron a las huestes realistas, dirigidas por Agustín Agualongo, quien defendía el último enclave monárquico de Pasto. La gesta se inscribe en una disputa entre la idea republicana frente al antiguo régimen. Con aproximadamente un ejército de 1.500 efectivos, enfrentó a las tropas pastusas, también de algo más de 1.500 pastusos, “más realistas que el rey”.
Los partes de guerra nos revelan los hechos. Bolívar decide -como buen estratega- confiar en dos elementos: el factor sorpresa y la formidable fuerza de su caballería, por lo que días antes había pedido expresamente que los caballos para este fin no sean utilizados, bajo pena de castigo.
Con la toma de Lima, el 18 de julio,  y la batalla de Maracaibo, apenas el 24 de julio, la batalla de Ibarra fue decisiva porque de allí siguió la liberación de PerúLa estrategia consistió en que el ejército de Bolívar no llegaría por el Camino Real sino por las faldas del tutelar Imbabura, flanqueando por el lado sur, hacia la quebrada del Abra, en el flanco oriental, por la tarde del 16 de julio. Al amanecer, el ejército comenzó a descender hasta Ibarra, en medio de la protección de los árboles de nogal, guabo y sauces, que se encontraban en el sector.
Y aquí la posición de las diversas divisiones: “A la derecha e izquierda del camino de Ibarra se movería la infantería; la caballería al centro, en orden cerrado, con la consigna de avanzar sobre la Villa y tomarla, simultáneamente”.
A las dos de la tarde, una patrulla de los realistas que cuidaba los caballos en el sector oriental de Yacucalle, donde había abrevaderos, fue alcanzada, habiéndose escapado dos hombres heridos que fueron a dar aviso.
El saldo: 800 realistas pastusos muertos, frente a 13 patriotas, en una estrategia donde la poderosa caballería triunfó contra una infantería que conocía más un escenario de montañas que un valle, como Ibarra.
Con la toma de Lima, el 18 de julio, por parte del monárquico Canterac, y la batalla de Maracaibo, apenas el 24 de julio, la batalla de Ibarra fue decisiva porque de allí siguió la liberación de Perú.
“Yo pienso defender este país con las uñas”, dijo el Libertador en carta a Santander, recalcando que si perdía esta contienda la guerra de la Independencia se prolongaría hasta el infinito. Un punto decisivo de la gesta fue la colaboración patriótica de los actuales imbabureños, quienes informaron los avances de las tropas enemigas y después los persiguieron en su huida hasta el Chota. Ibarra, por este motivo, cada año escenifica la batalla en el sector de el Tahuando, punto clave de este hecho histórico para la Patria Grande, América Latina.
 

jueves, 11 de julio de 2013

Tiempo de hadas y cosechas

En la serranía andina, en estos días, continúan las fiestas del solsticio, que tienen varios nombres: sanjuanes, jatunpunchas y, recientemente, intitaymis. El 21 de junio se celebra en el hemisferio norte el día más largo del año. Definitivamente no es un día como los demás, la naturaleza y los humanos se disponen a celebrar una fiesta, cargada de gran poder y magia.
Hadas y deidades de la naturaleza andan sueltas por los campos; los agricultores dan gracias por el verano, las cosechas, las frutas y por disponer de más horas para cumplir con sus tareas y entregarse a la diversión. También es el momento justo para pedir por la fecundidad de la tierra y de los mismos hombres; además, se debe comenzar a almacenar alimentos para pasar el otoño y el invierno.
En un principio se creía que el Sol no volvería a su esplendor total, ya que después de esta fecha los días eran cada vez más cortosLa celebración del solsticio de verano es tan antigua como la misma humanidad. En un principio se creía que el Sol no volvería a su esplendor total, ya que después de esta fecha los días eran cada vez más cortos. Por esta razón, fogatas y ritos de fuego de toda clase se iniciaban en la víspera del pleno verano, o 20 de junio, para simbolizar el poder del Sol y ayudarle a renovar su energía.
En tiempos posteriores se encendían fogatas en las cimas de las montañas, a lo largo de los riachuelos, en la mitad de las calles y al frente de las casas. Se organizaban procesiones con antorchas y se echaban  ruedas ardiendo colinas abajo y a través de los campos. A menudo se bailaba y saltaba alrededor del fuego para purificarse y protegerse de influencias demoníacas y asegurar el renacimiento del Sol.
Se puede decir que todo empezó hace cerca de 5 mil años, cuando nuestros antepasados, tan amigos de  observar  las estrellas, se dieron cuenta de que en determinada época del año el Sol se mueve  desde una posición perpendicular sobre el trópico de Capricornio, hasta una posición perpendicular sobre el trópico de Cáncer. El día que veremos al Sol ponerse más al sur es el 21 de diciembre y el día que lo veremos ponerse más al norte es el 21 de junio. Hablando propiamente del solsticio de verano, en esta fecha el eje de la Tierra está inclinado 23,5 grados hacia el Sol. Esto ocasiona que, en el hemisferio norte, el 21 de junio sea el día más largo del año.
En los antiguos mitos griegos a los solsticios se les llamaba “puertas” y, en parte, no les faltaba razón. La “puerta de los hombres”, según estas creencias helénicas, correspondía al solsticio de verano (del 21 al 22 de junio) a diferencia de “la puerta de los dioses” del solsticio de invierno (del 21 al 22 de diciembre).
 

jueves, 4 de julio de 2013

Batalla de Ibarra, ensayos históricos, 16 de julio

Batalla de Ibarra
ensayos históricos

Antonio Cacua Prada
Juan Carlos Morales Mejía

El 17 de julio de 1823, las tropas patriotas, lideradas por Simón Bolívar –en la única batalla que dirigió en el futuro Ecuador- enfrenta a las huestes realistas, dirigidas por Agustín Agualongo, que defiende en último enclave monárquico de Pasto. Al igual que Ayacucho, Pichincha, Junín o Carabobo, la Batalla de Ibarra se inscribe en una disputa entre la idea republicana frente al antiguo régimen, que había colapsado. Con un ejército de 1500 efectivos enfrentó a las tropas pastusas también de 1500 facciosos, como eran señalados en la época.

El saldo: 800 realistas pastusos muertos, frente a 13 patriotas, en una estrategia donde el factor sorpresa y la poderosa caballería triunfó contra una infantería que conocía más un escenario de montañas que un llano, como Ibarra. Con la toma de Lima, el 18 de julio, por parte del monárquico Canterac, y la batalla de Maracaibo, apenas el 24 de julio, la Batalla de Ibarra fue decisiva porque de allí siguió la liberación de Perú. “Yo pienso defender este país con las uñas”, dijo el Libertador en carta a Santander, recalcando que si perdía esta contienda la guerra de la Independencia se prolongaría hasta el infinito. Un punto decisivo de la gesta fue la colaboración patriótica de los actuales imbabureños quienes informaron los avances de las tropas enemigas y después los persiguieron en su huida hasta el Chota. Ibarra, por este motivo, cada año escenifica la Batalla en el sector de el Tahuando, punto clave de este hecho histórico para la Patria Grande, América Latina.
 
Por este motivo, el Ilustre Municipio de Ibarra presenta este libro de bolsillo, a 190 años de esta gesta heroica, con los más importantes documentos históricos que nos permiten entender los motivos de los proclamados realistas de Pasto, desde su visión del antiguo régimen, pero también los pormenores y contexto de esta batalla. Por una parte consta el estudio introductorio del destacado historiado colombiano Antonio Cacua Prada, una verdadera institución en temas bolivarianos, y también un ensayo y primer premio del Parlamento Andino del historiador y escritor ibarreño Juan Carlos Morales Mejía, quien en sus obras nos devuelve un espejo de lo que somos. Hay un propósito: que los ibarreños, y quienes vivien en esta pródiga tierra, conozcan su pasado. Es la única manera de construir un mejor futuro.

El libro de bolsillo se presentará el 16 de julio, 17h00, auditorio Monseñor Leonidas Proaño, con una conferencia del historiador y escritor Juan Carlos Morales Mejía. Además, desde estos días estará disponible en las redes sociales.

lunes, 1 de julio de 2013

Snowden tomó la pastilla


En la película “Matrix”, de los hermanos Wachowski, hay frases memorables: “¿De qué sirve una llamada telefónica si no puedes hablar?”. Y otra: “Es el mundo que te han puesto sobre los ojos para cegarte de la verdad”. Tras salir de ese estado de inconsciencia, el protagonista, Neo, comenta: ¿Por qué me duelen los ojos? Porque nunca los habías usado, le responden. El protagonista debe decidir cuando le indican: “Si tomas la pastilla azul, despiertas en tu cama como si nada; pero si tomas la roja te quedas en el País de las Maravillas y te enseño qué tan profundo es el hoyo. Recuerda, solo te estoy ofreciendo la verdad, nada más”.
Parece que Edward Snowden tomó la pastilla roja. No sabemos qué pasó por la mente de este yanqui en la corte del rey Arturo, quien se rompió las dos piernas durante un entrenamiento militar y sufre de epilepsia, para estar en el centro del globo, tras filtrar información donde denuncia al “Ojo que todo lo ve, a esa mirada opulenta”, como se lee en el libro de Roman Gubern. Lo que se sabe es que es un apasionado por el tema de la privacidad,  incluso su computadora personal está cubierta de pegatinas de organizaciones que apoyan la libertad en Internet.
En tránsito en una terminal aérea rusa, el extécnico de la CIA nos recuerda el filme de Steven Spielberg “La terminal”,  protagonizado por Tom HanksPrecisamente de allí leemos: El Washington Post informó que el motivo de las filtraciones era destapar el “estado de vigilancia” existente en Estados Unidos. Para justificar la filtración, Snowden comentó que no puede “en conciencia, permitir al Gobierno de EE.UU. destruir la privacidad, la libertad en Internet y las libertades básicas de la gente de todo el mundo con esta gigantesca máquina de vigilancia que están construyendo en secreto”.
En “El show de Truman”, del director Peter Weir, el protagonista Jim Carrey es vigilado, pero él no lo sabe. “No quiero vivir en una sociedad que hace este tipo de cosas… No quiero vivir en un mundo donde se registra todo lo que hago y digo. Es algo que no estoy dispuesto a apoyar o admitir”, ha dicho Snowden.
Ahora, en tránsito en una terminal aérea rusa, el extécnico de la CIA nos recuerda al filme “La terminal”, dirigido por Steven Spielberg y protagonizado por Tom Hanks, que es una suerte de homenaje a la historia real de Mehran Karimi Nasseri, un refugiado iraní que vivió en el aeropuerto de París, Charles de Gaulle, entre 1988 y 2006. Obviamente, la trama de Hollywood es diferente, porque el protagonista no puede volver a su pequeño país donde ha ocurrido una revolución. En las redes, como BBC Mundo, ya se apuesta sobre el argumento para la película de Snowden. Solo hay un problema: el chico frente a la máquina es de carne y hueso.